El más grande veneno para la cultura clásica griega era la ὕβρις, palabra que podemos traducir como desmesura, pero que se refiere especialmente a esa orgullosa confianza en uno mismo, sobre todo cuando se ostenta un cargo, se hace uso de un derecho o se adquiere un determinado privilegio. Hybris es la transgresión del ego humano, que siempre tiende a caer en exageraciones, abusos y extremismos apenas goza de una cuota suficiente de poder. Tanto a la izquierda como a la derecha del espectro político, la historia de los seres humanos es la narrativa de los excesos, la desmesura y el desorden de las pasiones. La antigua cultura griega desconocía la noción de pecado, pero en su lugar proponía el concepto de hybris como el más pernicioso de los estados del alma y de la sociedad. Su antídoto es la prudencia (Φρόνησις), virtud central desarrollada en la famosa Ética a Nicómaco, obra del gran Aristóteles.
La antigua cultura griega desconocía la noción de pecado, pero en su lugar proponía el concepto de hybris como el más pernicioso de los estados del alma y de la sociedad.
Es preciso aprender a reconocer las nuevas formas del fanatismo político, pues nadie parece entender que la solución a los excesos de un lado nunca ha consistido en los excesos del extremo opuesto.
Habiendo dicho esto, observemos a las masas actuales, a los políticos y a sus votantes, a los jefes y a los trabajadores, a los miembros de un bando y a los de la facción contraria. Atendamos a las conductas cotidianas, a la observancia de las leyes, a los modales y las costumbres, a los deseos, metas y aspiraciones del ciudadano común. Prestemos atención a las ambiciones de ricos y pobres, a las demandas y sus formas de expresión, al tono de los mensajes, a los movimientos sociales y a los contubernios empresariales. ¿Qué tienen todos en común? La respuesta es bien obvia a la luz de lo que ya hemos descrito. ¡Hybris! Es preciso aprender a reconocer las nuevas formas del fanatismo político, pues nadie parece entender que la solución a los excesos de un lado nunca ha consistido en los excesos del extremo opuesto. Los antiguos helenos decían: Παν μέτρον άριστον, todo en su medida es excelente. Seamos prudentes y cuidémonos de seguir el juego de los radicales. Alcemos una voz de cordura y no contribuyamos a destruir el delicado equilibrio de las sociedades.
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