Considero que todos los sistemas políticos, desde las pasadas monarquías absolutistas hasta las futuras democracias participativas, dependen en un cien por ciento de la calidad moral de los hombres y mujeres que los integran. Ningún sistema social, ninguna organización política, ningún régimen gubernamental puede funcionar en ausencia de la virtud.
Por lo tanto, frente a la crisis ética y espiritual que enfrenta nuestra civilización moderna, considero espurio seguir insistiendo en las mismas opciones partidistas ya recorridas, pretendiendo que la respuesta a los problemas que enfrentamos se halla en las tendencias políticas existentes y en el debate sobre los distintos regímenes de gobierno. El dilema de fondo es de orden moral más que político, y el hombre no verá el amanecer de un día mejor mientras persista en el vicio, en el egoísmo, en la codicia y en la sed de poder. Mientras los gobernantes y los miembros de la clase política no logren encarnar el perfecto gobierno de sí mismos, doblegando sus bajas pasiones y sometiendo sus propios intereses al bien común, jamás podrán integrar un sistema político saludable, justo y beneficioso.
La democracia liberal se ha transformado en una abyecta oclocracia, tal como lo advirtiera Aristóteles hace más de dos mil años en su libro de la Política. Por lo tanto, creo imperativo mirar más lejos y pensar en términos metapolíticos más que partidarios, para promover un cambio cultural a través de la educación en valores filosóficos, cívicos y humanistas que permitan formar a una generación distinta, capaz de rectificar los errores del presente.
El debate sobre una nueva Carta Magna para nuestra nación será un callejón sin salida, y sus resultados la prolongación de una insoportable agonía, en ausencia de la plena conciencia respecto al papel fundamental que ocupa la educación en la virtud, formación que se encuentra totalmente ausente en nuestro país desde hace muchísimas décadas. La progresiva degradación de las costumbres cívicas, de los usos culturales y del marco de referencia valórico nos ha llevado a un callejón sin salida.
Tanto la holgada corrupción de las cúpulas en el poder, como las malas costumbres arraigadas en la idiosincrasia del pueblo llano, son un fiel reflejo de esta profunda decadencia. Lamentablemente los ejemplos son numerosos. La pérdida de la ética del trabajo y su fortalecimiento del carácter nacional en favor del completo dominio de la especulación financiera, la descomposición social introducida por una economía basada en el endeudamiento permanente, que fomenta el relajo de los hábitos y la ambición de una ganancia sin esfuerzo, o el sistema de contubernio entre los partidos políticos y los grandes grupos económicos a cargo de la Banca, son paradigmas del envilecimiento moral y espiritual de la patria. Pero si ello no fuese prueba suficiente, es cuestión de acudir a las más ruines costumbres de nuestra gente, que atienden al robo, el oportunismo, la excusa mentirosa y la flojera como marcas propias de lo criollo.
Si la futura Constitución no contempla como eje central la formación del hombre en un sentido amplio, y se reduce a la especificación de las estructuras políticas y económicas, todo esfuerzo por mejorar el país será en vano, dejando fuera el interés por la calidad de los hombres que conforman dichas estructuras.
En consecuencia, si la futura Constitución no contempla como eje central la formación del hombre en un sentido amplio, y se reduce a la especificación de las estructuras políticas y económicas, todo esfuerzo por mejorar el país será en vano, porque la preocupación se reducirá a las formas externas del poder y dejará fuera el interés por la calidad de los hombres que conforman dichas estructuras.
No seamos miopes. Toda República sucumbe bajo el peso de los vicios humanos, esos mismos que son promovidos extensamente por la irresponsabilidad de los medios de comunicación, por el pésimo ejemplo de la casta gobernante, por los empresarios y especuladores del sistema financiero, así como por los distintos dignatarios del poder judicial. Ninguno de ellos representa al hombre del que hablo. Ese hombre aún no existe en Chile.
¿Seremos capaces de proponerlo y promoverlo en una nueva Carta Magna? De nosotros depende hoy, de nosotros dependerá mañana.
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Emiliano
Mogollon, me parece que no entendiste la lectura. El texto no propone un sistema por sobre otro, ¡si hasta menciona las monarquías absolutistas! Lo que hace es indagar en el problema de la falta de ética y formación moral de todo un pueblo, tanto de la clase dirigente como de la gente de a pie. Vuelve a darle una lectura con más atención. También puedes tomar clases de comprensión lectora para adultos.
Pablo Ianiszewski
En principio comparto tu escepticismo frente al sistema político. Sin embargo, creo firmemente que quedarse en la crítica destructiva no aporta nada. Me da la impresión de que no has entendido bien el texto. En él planteo que el problema de fondo no es el tipo de gobierno, ni la Constitución, ni las leyes, las que provocan la crisis permanente del sistema, sino le pobre desarrollo moral de la nación, incluyendo a la casta gobernante, los empresarios y al pueblo común. Es una traba general que corrompe cualquier sistema que se plantee, desde la monarquía absolutista hasta la democracia participativa. Pero ya que te muestras pesimista, sería bueno contemplar lo que propones. Sí, propuestas concretas, ya que quedarse en la rabieta y el berrinche produce, como efecto, que nadie quiera escucharte o tomarte en serio, porque no aportas más que una desagradable pataleta a una discusión de adultos.
Mogollon berrinchoso
Qué es primero, el huevo o la gallina? Cuál es el problema de fondo? O, cuáles son los problemas (causas) y cuáles son las consecuencias? La constitución, las leyes, el tipo de gobierno, etc. son consecuencias del sistema degenerado, pero también son causas… causas per se. Concebirlas como elementos reguladores para el orden de una nación o del mundo ya es un error. La constitución o demás leyes o sistemas basados en un consenso de los menos calificados (representantes «electos» por las masas ignorantes) no pueden ser tomados como una base seria para una restitución moral ni más alta que eso. Proponer algo sobre la base de un error también sería un error. Con nociones elementales de los ciclos cósmicos debe tenerse claro que sustentar algo con base en lo que ofrece «el mundo» no lleva la empresa a buen término. Solo sobre la base de los principios puede lograrse algo positivo.
Un optimista ve a un realista como un pesimista, y un pesimista ve como optimista a un realista. Ojalá cada quien sepa en dónde se ubica. Una cosa es expresar apreciaciones respecto a un tema y otra cosa muy distinta es ilusionarse llevándolas al nivel de propuestas, sobre todo si son incompatibles con aquello a lo que se pretende compararles. Lo que planteas es como pretender elaborar una ensalada con una bolsa de hígados de pollo.
Si se gobernara el mundo con el Tao, el mal no tendría poder. Tao (por ponerle un nombre) y constitución-leyes-sistemas de gobierno modernos no son compatibles.
Sergio A Godoy
Peocupante pero no es asi. Todo esta bajo control…de los poderosos que son guiados por el vivir de la riqueza y actuar para la riqueza. Es la mentalidad de hoy solamente, ela realizacion de que la vida es corta, cortisima y que es hoy y solo pa ellos que se dbe de pensar. La sexualidad solo sirve para servirse de ella para engendrar hijos que tendran que arreglarselas solos, tal como ellos se sienten de si mismo. Ofreceles una vida de honers y reconocimiento despues de muertos y te miraran asqueados.
Mogollon
Todo lo planteado constituye una discusión sin sentido. Ni la constitución es la vía de rectificación, ni el sistema democrático (participativo? de que? «te participo que te hago creer que tomas decisiones?») como fuerza arrolladora de la masa, ni sobre supuestos falsos como «clase dirigente honesta» o «generación que rectifica».