La concepción de la existencia humana como experiencias de sentido implica la presencia de estructuras simbólicas, de lenguajes e imágenes de la cultura, una de cuyas funciones se puede señalar en las formas que adoptan las organizaciones sociales. Las concepciones mismas de “existencia humana”, de “experiencias de sentido”, de “símbolos” o de “cultura” que aquí planteamos, la formulación de unas “estructuras” o “sistemas”, con toda su abstracción representativa y su efectividad concreta en la traducción a normas sociales, se constituyen precisamente al modo de elementos válidos en los lenguajes de cierta actualidad y de un presente. Así este mismo discurso que ahora leemos pertenece a un sistema de significación, y lo desarrolla. Estas totalidades que tienden a la coherencia –para la integración de las acciones, al contrario de la anomia, el desorden o el vacío normativo de los sociólogos–, suministran los tipos de orientaciones generales compartidas en la interacción social.
Sistemas simbólicos se dicen conjuntos de ideas, normas e instituciones, construidas y ordenadas en virtud de alguna “lógica”, en relación a las cuales los seres humanos ordenamos y sustentamos nuestras existencias. Ahora bien, “ideología” llamamos aquí aquellos mapas de sentido específicos que dan forma a realidades sociales que diremos dominantes. Se constituyen al modo de matrices que preservan las identidades grupales. Ayudan a crear un sentido de pertenencia social. Solucionan las situaciones de lo que debe ser comprensible. Cumplen una función social integradora –aun cuando su carácter integrado es siempre algo problemático, solo tendencial e imperfecto: he aquí una fuente de los cambios en los sistemas sociales. Un ejemplo de esto lo encontramos en este trozo del mexicano Omar Giraldo:La ideología en su calidad de sentidos dominantes para un grupo social, proporciona imágenes que proyectan la identidad posible de un grupo, siendo la identidad reflejo del poder de conservación de una forma social de sentido
“la ideología del libre mercado dentro del capitalismo, la cual ayuda a los individuos a cubrir el vacío de información acerca de las inequidades de la repartición de los recursos, de modo que las privaciones económicas se conciban como un fracaso individual, pero no como un problema constitutivo del sistema. Es la única manera de actuar con significación ante situaciones que de otra forma resultarían absolutamente incomprensibles e injustas”[1]
La ideología en su calidad de sentidos dominantes para un grupo social, proporciona imágenes que proyectan la identidad posible de un grupo, siendo la identidad reflejo del poder de conservación de una forma social de sentido. Opera a través de la experiencia de cierta seguridad y confianza en tanto se percibe que socialmente hay un orden determinado como propio. La cotidianidad queda representada en una formación de lenguaje que, una vez convenida y aceptada, sostiene una eficacia para enfrentar los conflictos y contradicciones de sentido en la vida social.
La integración mediante estructuras simbólicas colectivas funciona mostrando cómo se debe experimentar el mundo y las cosas, y, en especial, haciendo comprensibles las situaciones complejas. La ideología constituye los modos de interpretación legitimados de la experiencia social. Este mismo discurso que aquí construimos, mi pensamiento de las ideologías, se pretende una cierta “verdad” como cierta interpretación válida de nuestra experiencia social, aunque, en el sentido que aquí desarrollamos, todavía no es ideología.
Consideremos la forma de sentido que corresponde a la ideología moderna del “desarrollo” de una sociedad. Ella deviene ideología precisamente cuando se muestra capaz de ofrecer explicaciones predominantes de las interacciones sociales complejas, por ejemplo, al manifestar que tal estado de cosas se experimenta de una determinada manera porque “nuestra nación no está desarrollada”. Entonces contiene implícitamente una norma que puede decir : “debemos desarrollarnos”, de modo que orienta la acción del colectivo en una forma como : “hay países que ya están desarrollados, luego debemos seguir su misma ruta”[2].
El lenguaje de la ideología pretende establecerse como verdad de aquello que refiere, como lo “real” en la configuración de mundo. Lo que enuncia es apropiado por las sociedades usualmente de manera mayoritaria. Lo dado socialmente se constituye en la interpretación dominante, de manera que cualquier cosa del mundo es considerada siempre como instalada dentro de una “verdad de la ideología”.
En el caso de la interpretación ideológica del conjunto de la Naturaleza como “recursos naturales”, lo que se consigue es que la sociedad la experimente en el modo de una percepción verdadera y efectiva. Esto es, la Naturaleza siempre como la verdad de constituir un medio para satisfacer necesidades y proyectos humanos.
En la historia, las mentalidades y convicciones ideológicas se presentan a la manera de tradiciones a las que los grupos sociales pertenecen. En la ideología la historia se padece como lo de antemano interpretado, aquello que nos determina el mundo y los elementos del presente. Pero, precisamente, si la ideología nos representa cierta permanencia de los lenguajes, entonces, en las que podemos llamar contrapartes utópicas, aquello que a su interior resulta imposible, desmedido o extraño, contendría la posibilidad de aparición de la novedad histórica.
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[1] Giraldo Omar, Utopías en la era de la supervivencia. Ed. Itaca, México, 2014. Pg. 40
[2] Giraldo O., op. cit. pg. 42.
Comentarios
08 de junio
Muy buen articulo, preciso se agradece ….
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