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Propuesta mexicana para una filosofía de cuerpos humanos/en danza

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Un cierto programa posible de meditaciones en filosofía de la danza y filosofía de los cuerpos humanos, me encuentro en un artículo del profesor mexicano Mario T. Ramírez, de la U. Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, en México (Ver: “El cuerpo por sí mismo. De la fenomenología del cuerpo a la ontología del ser corporal”).

Lo que denomino un “programa” se posiciona en un inicio del cual quisiera dar una descripción triple. De entrada, aquí hay un Nietzsche. Esto es, leyéndolo como un “revalorizador o recuperador” de la corporalidad humana, más bien en el sentido del rechazo de cierta “espiritualización” de todo lo humano, de la existencia humana, como producto continuo y dominante de la tradición filosófica desde Grecia hasta Europa y la globalización (que hoy dìa experimentamos como virtualización/digitalizaciòn de las experiencias humanas).

En este rechazo habría mucho más (bastante más) que un cambio en el balance dentro de aquella dualidad fundacional en la filosofía griega clásica (no, al parecer, en la presocrática), y que situamos en la oposición categorial tan cotidiana para nosotros de “cuerpo y alma”.

El mexicano Ramírez, a continuación, refiere este movimiento hacia filosofías del cuerpo humano-filosofías de la danza, a un cierto “giro corporal” dentro del mainstream de la filosofía europea del siglo XX. Con dos nombres: Merleau-Ponty y Jean L. Nancy, como titulares de, respectivamente, unas filosofías de lo corporal y de la carne.

Y derivando de este movimiento, un interesante alejamiento del pensar de las doctrinas y actitudes del “criticismo moderno”. O sea, de las maneras racionalistas y subjetivistas, de prácticamente todo lo que se ha hecho en filosofía después de Descartes y Kant. Por eso nombra “plebeyas” estas “nuevas” experiencias del cuerpo humano ante este Príncipe del pensar/razonar que se instala como nombre del sujeto moderno.

Y la tercera pata de esta reivindicación del cuerpo para la filosofía, que abren las posibilidades de un “programa” de reflexiones –que no es precisamente rei-vindicación sino transformación (al menos inicial) de lo que creo que Gadamer (Verdad y método; El inicio de la filosofía Occidental[1]) llamaría una “voluntad de la atención filosófica”: una necesaria decisión por encontrar la percepción en un lugar diferente del empirismo dominante. También para atender a lo que Baltasar Gracián (+1658) llamaría, con esta palabra genial y completa e intencionalmente vaga: el gusto. Es decir, esas experiencias humanas del gusto, del gustar y no-gustar (de la delicia y del asco como experiencias sociales o etnológicas, y no subjetivas) en todo lo que es vida.

Para explicarme a mí mismo respecto de este “programa” de nuestro amigo mexicano-, debo intentar mostrar la diferencia, ya para mí básica, entre “hecho” y “fenómeno”.

“Hecho” dice, por ejemplo, en nuestra cotidianidad, que en mi mano “tengo cinco dedos”. Esta constatación (este modo de constatar, de actuar respecto de mi mismo): que “yo tengo”, y que puedo usar el número cinco sin mayores explicaciones, supone toda una filosofía -que las indicaciones de las filosofías fenomenológicas han venido apreciando desde principios del siglo XX.

De otro modo, un “fenómeno”, como nos interesa, dice que no tengo nunca “cinco dedos solamente o completamente” –sino unas extremidades corporales que, por ejemplo, siempre están o tomando algo (y es “una mano esperando tomar”), o acariciando algo (o acariciándose). O sintiendo/ocurriéndole frío. Es decir, corporalidad que está en la disposición de algo, que existe en esta composición de carne y cosas, de situación e intención.

Esta fenomenalidad alcanza su propia evidencia, por ejemplo, cuando una corporalidad está “creando/siendo” algo en una emergencia: como cuando eso, usualmente llamado “manos”, aparece en un baile flamenco -de muñecas, palmas y dedos en movimientos rítmicos-, y hacen unas “palomas aleteando” (para recurrir a una metáfora convencional de “manos como palomas”). O, más complejamente (y tal vez más fieles a lo que esta ocurriendo), y nombramos esos extremos corporales en tanto “son flujos en giros y circunvoluciones”, sin necesidad de más nombres ni explicaciones.

Dinámicas de cuerpos ciertamente “bellas” (o “fomes”) para unos espectadores, y también muchas veces “deliciosas” (o “dolorosas”) para los bailarines ejecutantes. El punto está allí donde eso bello/feo y eso delicioso/doloroso constituyen, en sí mismas como cuerpos en flujos, experiencias de sentido (por tanto, asuntos del pensar).

Dejo hasta aquí esta excelente propuesta de mi amigo Mario Ramírez. Sigo más adelante con los asuntos de realismos y ontologías en un re-considerado pensar del/en los cuerpos…

 

[1] Gadamer, H-G., “Verdad y método”, en alemán en 1975, traducido por Sígueme, Salamanca, 1977 –ver, especialmente, las secciones: La capacidad del juicio, y El gusto. Y: “El inicio de la filosofía en Occidente”, en alemán publicado en 1996, Philipp Reclam, Stuttgart.  Me resulta modélico este argumento de Gadamer de la composición de concepto y voluntad, cuando lo aplica a su interpretación del poema de Parménides, y a la frase “no se puede pensar el no-ser”.

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viveroscollyer

viveroscollyer

Amig@s de la danza y amig@s en general,
quiero aportar para pensar cuestiones centrales de la existencia
humana en el siglo XXI. Para pasar de un relativisno general («todo
depende de cada cual»), a cierta experiencia de que vivir es un cosa
y morir es otra –que estar bien no es estar mal. Algo bàsico, elemental,
y sin embargo oscurecido por palabrotas difìciles.
Para ponernos en movimiento, podemos partir desde la filosofìa dominante
en el siglo XX, y la apariciòn (fenomenal) precisamente de la corriente
que se conoce como fenomenologìa. Eso justo ya en 1900 y Husserl. Para
empezar a culminar en 1981 con el paradojal debate de Derrida y Gadamer
en Parìs. Entre medio, un cierto «gira filosòfico hacia el lenguaje» –que ahora
quiero relacionar, de a poco, con este «giro corporal» que me propone el colega
mexicano Mario Ramirez (U. Michoacana de Hidalgo).