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Ena y los “errores” del fan club de Pinochet

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Ena Von Baer habló. Como era de esperar no dijo mucho. Sólo lo que quería decir, lo que su partido quería escuchar. Habló de error involuntario-como si los errores fueran voluntarios- al momento de decir que nunca había pedido dinero en una entrevista a una cadena de noticias.

Como siempre pasa con personas que se niegan a reconocer que hay cierta ilegalidad o cierta falta de ética en sus acciones, Ena ofreció una conferencia de prensa como si estuviera siendo perseguida de manera injusta, como si fuera una especie de heroína que ha sido culpada por un delito que no cometió. Como si todo esto fuera una infame historia inventada por el comunismo internacional, un comunismo que persigue las mentes de la UDI, pero que sus líderes o están muertos hace bastante tiempo, o sufren de una demencia bastante evidente como en el caso de Fidel Castro.

Es que así vive la UDI haciendo política año tras año: ellos son los perseguidos, los que nunca hicieron nada, porque sus apellidos y su posición hablan más que sus actos y, como sabemos, en Chile el delito no existe de Plaza Italia para arriba. Son sólo errores o desprolijidad. Nada más.

Pero si es que somos rigurosos, acá se está investigando un fraude. Y, como si fuera poco, también se está viendo de manera clara cómo se incumplió la ley de donaciones reservadas. Pero eso a la UDI no parece importarle. No han tomado decisiones políticas porque solamente se han dedicado a dar golpes ciegos sin reconocer lo que todos sabemos, y es que las relaciones de poder del empresariado con la política, y con ese partido en particular, no son parte de errores, sino de sistemáticos tratos de años en los que Penta proyectó su futuro y el de sus negocios a través del dinero que invertía en parlamentarios.

Aunque Ena diga con los ojos tristes y alicaídos que hay que respetar los procedimientos, lo cierto es que hay una madeja que se está desenredando y que va más allá de actitudes personales o actuares irregulares espaciados en el tiempo. Penta y la UDI eran casi una sola, se necesitaban, eran parte de lo mismo y buscaban, por ende, un único objetivo ideológico, el cual era la defensa de sus ideas, o de sus intereses, si es que somos más exactos.

Por lo tanto habría que decir que acá no hay errores, acá hay procedimientos claros. Formas de funcionar que formaban parte de un mismo círculo, de un mismo procedimiento que tenía que ver con amiguismos y con prácticas que podríamos llamar incluso institucionales de parte de la empresa y el partido.

Penta y la UDI eran casi una sola, se necesitaban, eran parte de lo mismo y buscaban, por ende, un único objetivo ideológico, el cual era la defensa de sus ideas, o de sus intereses.

Es por eso que sería importante subrayar lo necesario de ir transparentando los funcionamientos, las lógicas y los constantes tratos en los que se sumía esta relación prácticamente familiar-recordemos que Ernesto Silva es sobrino de Carlos Alberto Délano- que motivaba el flujo constante de dineros con fines electorales y, por lo mismo, políticos.

Aunque Ena diga lo contrario, ella era parte de un reducto ideológico en el que esos dineros circulaban precisamente para fortalecer esa ideología. No era nada casual; era solamente lo que se debía seguir, como si formara parte de una especie de institución religiosa en donde Délano era su principal benefactor, y, al mismo tiempo, un generador de oportunidades. Era la subyugación de la política a lo mercantil, a lo conveniente, a lo necesario para un grupo de personas que dicen ser apolíticos.

Todo esto es algo planeado, algo claro y  concreto. Es una forma de ejercer lo público bajo el poder de lo privado gracias a la intervención de Pinochet y los suyos. Porque, como escuché en un programa de televisión el domingo pasado, la empresa en cuestión no es más que un grupo de fanáticos del dictador, ya que gracias a él prosperaron y se enriquecieron. Prácticamente un club de fans.

 

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