El pasado 21 de noviembre se celebraron las elecciones generales para los cargos de la presidencia de la República, la renovación total de la Cámara de diputadas y diputados, la renovación parcial de los miembro del Senado y las consejerías regionales. Proceso eleccionario cruzado o contextualizado por una pandemia que persiste en mantener una amenaza permanente a la vida de las personas, además de una profunda crisis política y otra económica, producto de la pandemia.
No es un misterio que las tensiones ya señaladas hayan influido en las decisiones de cada votante a la hora de movilizarse a emitir su sufragio. Y si se revisa con mayor detalle los datos que arrojan las cifras e información publicada por el SERVEL, se puede realizar análisis que permitan encontrar respuestas a preguntas como ¿quiénes se movilizaron más para votar? Como lo hizo Tomás Araya Lepe modelando estadísticamente y georreferenciando la información para el caso del Gran Santiago. Según Araya, las comunas de Ñuñoa, La Reina, Las Condes, Vitacura y Lo Barnechea el rango de participación electoral va desde el 60 % al 69%, mientras que en Providencia fue entre un 55 % y un 60 %. Es decir, las comunas más acomodadas de la región tuvieron una participación sobre el promedio nacional.Sin duda, la derecha consolidó sus votación histórica en a figura presidenciable de la carta conservadora, pero difícilmente se puede observar un espacio para el crecimiento natural o espontáneo para este.
¿Qué ocurre con las otras comunas del Gran Santiago? Únicamente las comunas de Maipú, Peñaflor, Padre Hurtado, San Miguel, La Florida, Macul, Peñalolén, San José de Maipo, Huechuraba y Colina mostraron una participación sobre el 50 %. El resto de las comunas como Santiago, Estación Central, San Bernardo, La Granja, La Pintana, Lo Espejo, Renca, Cerro Navia, Independencia y Recoleta mostraron un paupérrimo desempeño que fue entre el 40,22 % y el 45 %, considerando que la participación nacional fue de 47,34 %[1] según el SERVEL.
Para nadie es un misterio que hubo un leve aumento de la participación. Y si observamos los datos que proporciona Tomás Araya Lepe, podemos comenzar a inferir dónde ocurre el aumento de la participación y hacia qué candidatura o sector se dirigió ese apoyo: Hacia candidaturas de derecha.
Se habla bastante de polarización en esta elecciones, que se profundizará este fenómeno sostienen algunos. No obstante, a la luz de evidencias como las distribuciones de los apoyos o rendimientos de las diversas candidaturas, es posible inferir que, al menos durante el proceso electoral del pasado 21 de noviembre, la polarización se radicó en los partidos, fundamentalmente en la cúpulas o élites partidistas y los grandes grupos empresariales, pero no se observa similar comportamiento en la población. La ciudadanía se decantó por las diversas alternativas, y en cuyos resultados se observa que no hay hegemonías de algunas alternativas sobre otras, y que si bien hay dos mayorías marcadas, dichas mayorías no son suficientes para movilizar a más del 40 % de padrón en conjunto.
Por tanto, con una baja participación o desempeño electoral ciudadano, evidenciando una notoria desafección al sistema de partidos, que se observa desde hace ya varios procesos eleccionarios, es difícil configurar un escenario de polarización del electorado. Esa polarización se manifiesta únicamente en las cúpulas dirigenciales de los diversos grupos interesados en el proceso (grupos de interés, movimientos sociales, partidos políticos). Es por tanto, desde esta perspectiva, que comprender el fenómeno político que ocurre en Chile como una polarización es no solo un error, es también engañoso, por lo que se hace necesaria una revisión y reflexión más profundas que la sola observación (aislada o no) de la temperatura electoral de un sector y no de toda la sociedad.
Es interesante resaltar la pregunta respecto a quién conviene el convencer al electorado que la sociedad se encuentra polarizada. A la candidatura del pacto “Apruebo dignidad” no le conviene un escenario de polarización y enfrentamiento extremo, pues debe demostrar y convencer a gran parte del electorado que ofrecen una vocación de poder fundado en la gobernabilidad, la confianza y la fuerza necesaria para llevar a cabo las transformaciones que prometen sin afectar o tensionar en extremo al sistema político. No obstante, para la carta presidencial del “Frente social cristiano” un escenario convulso, inestable, confrontacional y de caos es el ambiente que le acomoda para extender su mensaje de orden, autoridad y “mano dura” contra todo acto que se perciba contrario al orden jurídico establecido.
Finalmente, si se analiza el desempeño del sector que endosó su apoyo a la candidatura del “Frente social cristiano”, que coincidentemente se corresponde con el apoyo que obtuvo la opción “rechazo” en el plebiscito nacional de 2020 (1.634.506 votos) que correspondió al 21,69 % de los votos válidamente emitidos (7.573.914 votos), mientras que el desempeño del pacto conservador para esta última elección presidencial obtuvo 1.954.053 votos según los datos otorgados por el SERVEL. Hay una diferencia de casi 320.000 votos entre una elección y la otra, por lo que podría sostenerse que a candidatura del Frente social cristiano “creció” y copó a casi todo el espectro de la derecha tradicional y disciplinada, mientras que con baja participación ciudadana (de jóvenes, especialmente), con gran cantidad de indecisos, puede sostenerse que no necesariamente es la candidatura social cristiana la que presenta más elementos de crecimiento o extensión de votos, a diferencia de su contendor del pacto “Apruebo dignidad”.
Sin duda, la derecha consolidó sus votación histórica en a figura presidenciable de la carta conservadora, pero difícilmente se puede observar un espacio para el crecimiento natural o espontáneo para este. No obstante, aparentemente, el crecimiento del apoyo a la candidatura social cristiana dependería más de los errores o desaciertos de su contraparte que de acciones que puedan realizar ellos mismos. En consecuencia, no es tan sencillo hablar de un triunfo de la derecha en las elecciones del 21 de noviembre, sino del éxito en movilizar a su gente (y no mucho más).
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[1] Según el SERVEL, del universo total de personas habilitadas para sufragar (entre votantes dentro del territorio nacional y fuera de él) que es de 15.030.974, ejercieron válidamente su derecho a voto 7.115.590, lo que representa a poco más del 47 % del padrón.
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