En nuestro Chile, a diario fallece gente pobre, indefensa, niños desahuciados, obreros, parturientas marginales, profesores, albañiles, estudiantes baleados, pescadores, mapuches y ningún diario del país ni portal de Internet le da mayor importancia, aluden a un muerto más, representan sólo un número, pertenecen a las estadísticas circundantes; sin embargo, son los que luchan a diario para que el país crezca y se desarrolle, son los anónimos que fenecen para que otros vivan bien y viajen, disfruten los paisajes del Sur y sus lagos o los encantos naturales del mundo.
Entre los tantos ignorados, también están los trabajadores que se jubilan con las miserables pensiones de hambre de las AFP y nadie, ningún diario de circulación masiva les hace un reportaje en toda su vida, son los que no importan al sistema y no tienen voz, son los que votan ilusionados, pero que no les alcanza para modificar nada. Son los del país profundo, los excluidos, que saben y conocen lo que es levantarse al alba y salir a producir, ganarse el pan y reconocer que no les alcanza para vivir.
De igual forma, también tenemos en Chile grandes valores de las letras y las artes, que le dan al país gratas alegrías y renombre internacional, sus libros circulan en la poesía, en el cuento, en la novela, en la crónica y nos abren a un mundo maravilloso, al crítico, al pensante, al del amor y al de la lucha. Son ejemplos, denuncian en los diarios, opinan y se la juegan, participan o se encadenan ante las injusticias.
Habiendo tantos seres extraordinarios y militantes de las letras y la palabra, del canto y de la danza, de la música y el teatro, de la plástica y la ciencia, no ha dejado de impresionarme cómo en determinados periódicos y portales de noticias del país pretenden ensalzar un deceso, como si estuviéramos despidiendo a una comprometida representante del quehacer nacional o a una militante por la vida; sin embargo, la difunta nunca se caracterizó por ser una pensadora ni una intelectual brillante sino, como tantos otros que circulan por ahí, una frívola bon vivant, que las letras chilenas no le deben reconocimiento, su obra nunca marcó un hito, que aunque dictaba clases de escritura, su pluma no expresó nada de enjundia. Nunca sus escritos fueron un aporte, más bien eran una excusa para que el cargo de conciencia, si es que lo tenía, no la terminara enloqueciendo.
Los simples ciudadanos que tuvimos que aguantar el horror de la represión, el hambre de nuestros pobladores, el dolor por los desaparecidos y el vejamen a los torturados, si hoy leemos su obra, exigua e intrascendente, por decirlo más finamente dado su carente talento, al interior de ella sólo pudo divulgar futilidades, aprovechar la ocasión para almibarar las historias de espanto de los métodos siniestros de su marido, el agente Michael Townley. ¿Alguien leyó La larga noche? El texto no es ni más ni menos que un plan siniestro para matar a un opositor, sólo que ella recibía la información en primera persona y de primera fuente.
Chile aún no cierra sus heridas y esta ¿escritora?, no merece homenaje alguno, reivindicarla es una burla a los desaparecidos, a los exonerados, a los presos de conciencia, a los perseguidos, a los luchadores populares y a cada uno de nuestros muertos. No es bueno para la sociedad transformarse en un país sin memoria.
Esta mujer gozó el mote de escritora, cuando en la habitación contigua a su taller, bajo el Proyecto Andrea, fabricaban gas sarín, defendió la tortura y el destierro, negó el exterminio, encubrió crímenes de lesa humanidad, mintió, se colocó al lado de régimen de facto, frivolizó las historias de los presos políticos, ¿por qué tenemos que recordarla con gloria y gastar espacio en la prensa para anunciar su muerte?
Chile aún no cierra sus heridas y esta ¿escritora?, no merece homenaje alguno, reivindicarla es una burla a los desaparecidos, a los exonerados, a los presos de conciencia, a los perseguidos, a los luchadores populares y a cada uno de nuestros muertos. No es bueno para la sociedad transformarse en un país sin memoria. Estos son los homenajes vergonzantes.
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Daniel Tilleria Perez
Gracias, Julio, por comentar. Si miramos a nuestros alrededor veremos que por ahí están los soplones agazapados, disimulando, aprovechando nuestro olvido. Quedan demasiado que no se los nombra, están aún en los ministerios, calladitos, esperando para hincar el diente, fueron parte del aparato represivo, muchos incluso andan en las protestas, encapuchados, delinquiendo, son los delatores de las Fuerzas Especiales, sacan fotos, se te acercan con disimulo, te buscan la conversación, te fotografían. Ahí andan, sueltos. Se murió la Callejas, pero quedan muchos, muchos que hacen e hicieron daño enorme. Por eso no hay que callarse. Un abrazo.
Amelia
Lo peor que nos puede pasar es volvernos una sociedad sin memoria, en un país donde hay muchos que se acomodan, olvidan sus raíces, se creen clase media: ayer de izquierda y hoy de derecha.
Daniel Tilleria Perez
Gracias, Amelia, recibo con alegría tu comentario, porque en nuestro Chile poco ha cambiado pese a que tenemos democracia, siguen incluso las listas negras, no siempre puedes opinar porque te censuran, te borran los comentarios, se protegen a ciertos personajes nefastos que tienen privilegios y cuando se mueren les rinden homenajes, ¿cuándo cambiaremos como país?, ¿cuándo cambiaremos como sociedad? Quiero una sociedad más justa, con gente pensante y crítica. Hemos perdido la memoria porque puede ser cómodo para muchos y redituable para otros, es mejor no pensar y para eso a nuestro pueblo le dan mucha diversión por los medios, les mienten en las encuestas y en la prensa. Sólo falta convertirnos en un pueblo sumiso.
Julio
Es muy cierto somos una sociedad de mierda que tenemos miedo de recordar para que asi no vuelva a ocurrir.