En el conversatorio gestionado por plataforma Deliberacción denominado “Cuál es el modelo de desarrollo que queremos”, se dialoga sobre las opciones diversas de economía más o menos independientes en constante roce con los Estados Nacionales tanto en el caso chileno mapuche como en las comunidades indígenas de Colombia.
Para el doctorante en Ciencias Estratégicas mapuche, Vicente Painel, se busca lograr el desarrollo endógeno: Que se dé valor al trabajo mapuche, el choyem (brotar, nacimiento).¿Cómo hacer el espacio para que la gente viva en sus comunidades a su manera sin el consabido rechazo, clientelismo o agresión de los Estados?
Según Schumpeter, la economía tiene ciclos de alta y de baja. En la última década no hay hitos que muestren algún mejoramiento que nos saque del ciclo de baja a nivel mundial.
Está el antecedente histórico de pauperización de la vida en las comunidades a partir de la intervención de los Estados Nacionales a ambos lados de la cordillera.
Antes de esto, las comunidades vivían en respeto con el entorno, diverso, enriquecido y con muchas especies vernáculas que ahora no están. Era una sociedad de abundancia, del buen vivir.
Sumando la crisis del capitalismo, la pauperización histórica de la vida en las comunidades y la contingencia de la pandemia, un grupo se propuso crear una cooperativa mapuche, con el objetivo de acumular colectivamente sin perder la identidad cultural. Otras ideas son crear una moneda propia o lo que ya se viene haciendo, el denominado Trafkintún que es el intercambio de alimentos, semillas, saberes, oficios y bienes.
Esto puede ser una forma de resistencia cultural, ¿Qué representa si no el intercambio comercial a precio justo versus la colusión de precios de las grandes cadenas? ¿O el libre tránsito de comunidades por la cordillera versus el fluir de capital financiero?
Una de las razones que explicaría la pobreza de la IX región, opina Painel, es que el Estado subsidiario ha ocasionado el estancamiento de muchas comunidades que actúan como clientes de la ayuda y así se alejan más de las formas de autogestión territorial.
En el caso de Colombia, explicó Julián Bello, Economista y Magister en Ciencia Política, muchas comunidades en los campos han sufrido a partir de la década de los 40 a 50 dos fenómenos contrapuestos: El Estado sólo llegaba con policía y ejército y no con los servicios básicos y al mismo tiempo la guerrilla y el narcotráfico disputándose el control de los territorios.
A propósito del modelo de desarrollo, se consiguió al menos mediante la CP de 1991, redactada por Asamblea Constituyente que las comunidades indígenas disfrutaran de cierta autonomía económica, administrativa y jurídica. Aún con el proceso de paz y desmovilización de la guerrilla y los paramilitares, las comunidades viven las precariedades de un Estado que no parece aceptar sus formas tradicionales de vida. Esto incluye asesinatos y masacres de gente ante rumores o denuncias de presencia guerrillera en los territorios.
Miembros desmovilizados de la guerrilla pudieron tomar la opción de producir en el campo, distintos productos y se ha mejorado el desarrollo de cooperativas. Las asociatividades en las comunidades indígenas contrastan con los monopolios de empresas familiares y grandes consorcios, que suelen formar corporaciones con las que además descuentan impuestos.
La pregunta conclusiva del conversatorio fue, ¿Cómo hacer el espacio para que la gente viva en sus comunidades a su manera sin el consabido rechazo, clientelismo o agresión de los Estados?
No se puede cambiar la historia pero sí sanar los errores. Quizás imitar a los países anglo, como EE.UU., Canadá o Nueva Zelandia, para que los indígenas vivan en reservas, con autonomía y libertad más o menos amplias. El conflicto de la recuperación de tierras y los intereses de los grandes capitales persiste. Unos quieren el territorio como espacio para desarrollar vida en comunidad, otros generar ganancias suculentas.
Tanto en la Araucanía como en los Estados rurales de Colombia en conflicto, se da la coincidencia de que están las formas de vida alternativas al modelo neoliberal y están también los hechos de violencia que justifican el control del Estado.
Pensando en la nueva Constitución en Chile, las definiciones sobre propiedad de la tierra, el agua y los bosques son cruciales. ¿Cuáles serán los límites? ¿Dirá que la naturaleza tiene derechos o que tiene dueños? Desde luego, es básico que quede estampado el reconocimiento de los pueblos ancestrales.
En una lectura como Huntington, se esperaría tener debates tipo choque de culturas. Dicho muy a grandes rasgos y en una lógica dialéctica:
Una que se define como “gente de la tierra” y otra que quiere sólo la tierra.
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