Lo primero que quiero plantear acerca de lo electoral respecto del proceso constitucional es que se cometió el error de abrir una consulta vía plebiscito de entrada sobre si se quería o no una nueva constitución, al mismo tiempo de preguntar si la redactaría un órgano mixto o uno completamente electo con voto voluntario y se empleó un plebiscito de salida para preguntar si se aceptaba o se rechazaba la nueva propuesta de constitución política con voto obligatorio. Se mezclan dos formas electorales distintas para un mismo proceso.
Aunque es un error que propongo corregir numéricamente de la siguiente forma:¿Es el malestar más grande que pensar una alternativa? Este es el dilema de Hamlet: Nos sumamos o nos restamos de este nuevo “Acuerdo por Chile”
En el plebiscito de entrada participó el 50,5% del padrón electoral es decir, los resultados obtenidos técnicamente reflejan sólo la mitad de lo que piensa el total del universo. Postulo diluir los resultados a lo que sería el 100%, lo que arrojaría para cada situación:
78% sí a la nueva constitución → 39% sí a la nueva constitución
79% sí a la convención constitucional → 39,5% sí a la convención constitucional
¿Por qué con voto voluntario no acudió la otra mitad del electorado a votar? Seguramente el interés por el tema no dio para eso. Es mi hipótesis. ¿Si el interés no dio para ir a votar, podría entonces esperarse que después acudan a evaluar el trabajo para el cual no se pronunciaron porque no les interesaba? Sería una de mis preguntas de investigación.
Esta corrección numérica propuesta que propongo no se hizo presente públicamente, hasta donde yo sé, ni tampoco muchas interpretaciones sobre el problema, más bien, quedó la sensación obvia de que era abrumadoramente mayoritario y deseado el cambio de constitución en Chile. Luego la posibilidad de que se perdiera el plebiscito de salida era recóndita, expresado por varios analistas incluso ex convencionales. Repito, sin corrección numérica.
Por tanto la idea y el sentir del triunfo y más aún, con el resultado electoral de elección de convencionales posterior con una condición también única, que fue, los independientes pueden formarse en listas para competir escaños al igual que lo han hecho desde los inicios de la Ley electoral 18.700 los partidos políticos, que arrojó casi un tercio de los escaños a favor de los movimientos sociales. Sin olvidar las y los convencionales de partidos de izquierda ni los escaños reservados para pueblos originarios. Osea fue una convención constitucional electoralmente transformadora. Esperanzadora. Para otros, seguramente terrorífica. Son dos hitos determinantes para nublarse de optimismo triunfalista sin ver realmente lo que estaba aconteciendo en la realidad de la participación ciudadana.
El resultado del plebiscito de salida ya sabemos, un contundente triunfo del rechazo a la propuesta elaborada al cabo de un año de trabajo. Entonces el triunfalismo se trasladó al otro sector político conservador. Las causas son muy amplias de abordar y no es el propósito de esta columna.
Sí es mi propósito rescatar dos hechos potentes para refrescar la participación ciudadana:
Primero, cuando se cumplió la Constitución Pinochet Lagos respetando parcialmente la igualdad de condiciones para competir entre independientes y partidos políticos en la elección de convencionales quedó demostrado que existe una fuerza electoral capaz de elegir representantes alternativos a los dos grandes bloques de partidos de izquierda y derecha actualmente en Chile: Los independientes en listas de movimientos sociales.
Segundo, en la elección del Congreso ese mismo año al eliminar otra vez la posibilidad de que se presentaran independientes en listas cayendo nuevamente en la inconstitucionalidad sencillamente se repitió el duopolio modificado de la izquierda y la derecha, esto es, un Congreso empatado en ambas cámaras. ¿Dónde quedó la fuerza de las listas de movimientos sociales para las siguientes elecciones de Alcaldes y Concejales? ¿De gobernadores? Falta hacer ese estudio específico. A la pasada se puede citar la elección de Rodrigo Mundaca, conocido representante del movimiento por la defensa del agua y los territorios MODATIMA, como gobernador de Valparaíso y en el mismo Valparaíso comuna, muchos años atrás, de Jorge Sharp como alcalde luego de una primaria de movimientos alternativos a los dos grandes bloques. Es decir, hay un electorado que se identifica con el mundo independiente que debería emerger nuevamente para la próxima elección de consejeros constitucionales en Abril 2023. (A la vuelta de la esquina). ¿Por qué digo debería? Porque de lo contrario la opción única sería la de partidos políticos, claramente desprestigiados. ¿Por qué no retomar el camino electoral independiente?
¿Es el malestar más grande que pensar una alternativa? Este es el dilema de Hamlet: Nos sumamos o nos restamos de este nuevo “Acuerdo por Chile” que se presenta como la única fórmula que propone el sistema político para intentar por segunda vez reemplazar la Constitución vigente. Es similar a la pregunta que se discutía en los tiempos pre plebiscito de 1988: ¿Creemos en la alternativa del NO a Pinochet?
Invito a pensar la fórmula de Fabiola Campillay como opción para organizar la fuerza independiente. O se ve un mecanismo de debates públicos, encuestas, puerta a puerta, sorteo o cualquiera de estas ideas para dejar el mínimo de nombres en la papeleta en todo Chile por cada región para competir o se modifica nuevamente la Ley 18700 para permitir la inscripción de listas de movimientos sociales. No es una puerta, es una ventana que permite mirar para que la sociedad civil elabore un sistema autoconvocado de acuerdo generalizado para optar al consejo constitucional eso sí, tratando de no caer en los mismos vicios que se critican a los partidos políticos.
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