Pero eso parece no importarles una vez que se sienten perseguidos por ser quienes son. Por creer que lo que hace la institucionalidad no es más que tratar de terminar con sus negocios por algo personal más que para resguardar eso que llamamos democracia. Porque lo democrático lamentablemente para ellos no es más que ese mercado desregulado y propicio para lo que ven como conveniente: una democracia hecha a la medida.
Hace unos días atrás se dio a conocer la querella del Servicio de Impuestos Internos en contra de los socios fundadores del Grupo Penta, Carlos Alberto Délano y Carlos Eugenio Lavín. La figura es una denuncia criminal ante el Ministerio Público por lo que se ha denominado un fraude al FUT de parte de uno de los grupos empresariales más importantes de este país.
Délano, quien circula por los pasillos de la oligarquía siendo denominado bajo el sobrenombre de “Choclo”, es el principal financista de la UDI, además de ser uno de los más grandes accionistas de la Universidad del Desarrollo, una de las primordiales fuentes de dinero de muchos quienes forman parte del partido, partiendo por Ernesto Silva Méndez, hijo del fallecido Ernesto Silva Bafalluy, amigo y socio de Délano y ex rector de la universidad.
Silva Méndez forma parte de una de las familias dueñas de la institución académica señalada y por lo tanto es parte del grupo más cercano al “Choclo”, ya que comparten una relación de amistad hace años.
Dada esta información, es que al lector no debería extrañarle ver al presidente del partido de Jaime Guzmán defendiendo al empresario frente a las cámaras y tildando esta investigación de persecución política, a pocas horas de haber montado todo un espectáculo en torno del posible lucro en la Universidad Arcis y la participación del Partido Comunista. Un espectáculo que claramente tiene un carácter ideológico tomando en cuenta los datos anteriores y su defensa de lo que significa lucrar en la educación por años.
Pero eso parece no importarles una vez que se sienten perseguidos por ser quienes son. Por creer que lo que hace la institucionalidad no es más que tratar de terminar con sus negocios por algo personal más que para resguardar eso que llamamos democracia. Porque lo democrático lamentablemente para ellos no es más que ese mercado desregulado y propicio para lo que ven como conveniente: una democracia hecha a la medida.
Los símbolos y los entes regulatorios son cosas que una elite considera suyas, porque las ven como propias, como parte de su propiedad. Consideran muchas veces que desde la altura económica en que se encuentran situados pueden hacerlo todo porque se sienten realmente libres y se llaman a ellos mismo liberales económicos, como si la libertad se midiera según lo que algunos pueden hacer.
Y es que han sido educados así. Crecieron en un país que se fue construyendo de acuerdo a las ideas y concepciones de sus padres y abuelos. No pueden ver más allá, como tampoco pueden entender las quejas de quienes están abajo porque no creen estar haciéndole daño a nadie, ya que muchas veces el poder tan fuerte y palpitante pierde el real valor de su significado y lo que es capaz de mover e instalar en el discurso nacional.
El “Choclo” Délano es un ejemplo claro de cómo el poder cierra los ojos y abre sensaciones que no irreales y se llena de una autocomplacencia que niega conocer los límites, las legalidades y por sobre todo edifica una idea de la ética más bien difusa y nublada sin que lo puedan percibir. Porque cuando se está en lo alto la distancia con lo concreto es enorme. Se lo ve como algo pequeño, algo que se encuentra abajo y que no los toca, como tampoco ellos pueden tocar a las otras personas con sus acciones.
Pero lo cierto es que sí nos tocan. Porque esa altura está sustentada en todo lo que tienen, en todo lo que administran que es todo lo que regula nuestras vidas, nuestro día a día. Son un poco dueños de nosotros sin darse cuenta. Y sin nosotros poder entenderlo y tirando golpes de ciegos, hacia esa altura que nos parece extraña sin poder descifrarla y conjeturando al respecto.
Es por esto que una democracia real es la que intenta de que no hayan algunos muy arriba y otros demasiado abajo, porque de una u otra manera el de arriba termina desconociendo al de abajo, y el de abajo sintiendo que el país está construido solamente para los que se encuentran en ese olimpo lejano, en donde la justicia y los límites parecen simplemente un, algo que no se hace notar realmente.
Porque no hay intenciones de esa tal revolución que quienes están arriba ven con miedo, sino simplemente pretensiones de que haya más respetos, más humanismo y una socialdemocracia en donde el desconocimiento e ignorancia de una casta no lo sufra todo el resto menos los integrantes de esta.
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Foto: Cooperativa.cl
Comentarios
01 de septiembre
creo que tenemos que que hacer algo pero no cualquer cosa . mis sinceros deseos de todo corazon para con ustedes mucha fuerza
+1
03 de septiembre
Seria bueno q investiguen todas las empresas del grupo penta para verificar no solo tema de impues tos si no que el ministerio del trabajo para ver los temas laborales sindicales que seguramente no deben de estar muy correctas
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