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Periodismo sometido: los mass media y su dependencia al mercado

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Son 7 las empresas que controlan el 70% de los medios de comunicación mundiales: Fox News, Time Warner, Disney, Sony, Bartelsmann, Viacom  y General Electric. Estas empresas, manejadas por una minoría de individuos, poseen una agenda con la cual establecen las directrices de comportamiento deseable, las estructuras de convivencia, los modelos de pensamiento, las aspiraciones sociales, las uniformidades culturales y las “verdades” noticiosas, es decir, moldean los hechos a la medida de sus intereses, y manipulan la psique colectiva de acuerdo a planes preestablecidos a corto y mediano plazo.

La industria cinematográfica, el cine, el internet, la televisión y, sobre todo, la prensa y las agencias de noticias, obedecen a los intereses de pequeños grupos de poder que diversifican su influencia y sus negocios más allá de los propios medios de difusión masivos que manejan, y con los cuales imponen las  principales herramientas de control de consciencias. En este contexto es revelador lo que alguna vez dijo Nicholas Murray Butler, miembro del Consejo de Relaciones Exteriores: “El mundo se divide en tres categorías de personas: un pequeñísimo número que hace producir los acontecimientos; un grupo, un poco más importante que vigila su ejecución y asiste a su cumplimiento, y, en fin, una vasta mayoría que jamás sabrá lo que en realidad ha acontecido”.

Estas reveladoras y, en cierta medida, cínicas palabras establecen un hecho comprobable en la historia: las masas humanas han sido sometidas a las influencias de pequeños grupos de individuos que se arrogan la dirección, explotación y utilización de las fuerzas colectivas para beneficio propio. Lo aceptemos o no el destino histórico de las masas ha sido el ser manejadas por pequeñas élites de poder que si en un principio, como lo establece la antropología social, empleaban la fuerza, la coerción y la coacción de manera abierta, pero bajo los progresivos ropajes de ciertas ficciones sociales (tradiciones tribales, religiones, instituciones, Estado…), evolucionaron actualmente hacia formas de control más “sutiles” (ideologías políticas o antipolíticas; inclinaciones culturales y contraculturales), y menos “exteriores” y brutales (medios masivos de comunicación), pero no por ello menos efectivas. La esclavitud física devino en esclavitud de consciencia, el dominio brutal por la fuerza física fue sustituido (y en algunos casos combinado, dependiendo si se está o no en un país tercermundista) por la manipulación de los comportamientos y de las mentalidades.

Los medios masivos de comunicación tienen muchas caras, muchas ramificaciones y vertientes, pero su autoridad está definida por el ejercicio de la profesión periodística. Por lo menos en occidente la figura del periodista tiene un toque mítico y cuasi-sacro, y no se puede negar la heroicidad de muchos profesionales del periodismo que han revelado los entramados del poder y que, en muchos casos, han perdido la vida por ello. Pero no podemos sino reconocer que actualmente los héroes del periodismo son la excepción a una regla no escrita, pues los ejércitos de mercenarios y sumisos al servicio de los intereses del capital privado, es decir, al servicio de los dueños de facto de los medios de comunicación de los cuales dependen y en los cuales trabajan, constituyen la mayoría.

Del totalitarismo político del siglo XX pasamos al totalitarismo mediático del siglo XXI. El periodista independiente (al igual que el escritor, el intelectual o el artista) se transformó en una imposibilidad de nuestro tiempo, en una figura simbólica perteneciente a un mítico pasado, pues por la misma lógica de un sistema de mercado dominante,  que preconiza al dinero y la ganancia como la medida de todas las cosas, y que absorbe y adapta todo a su depredadora razón, la independencia de su dominio se convierte en un hecho inverosímil, o por lo menos poco probable. ¡Pero cuidado con poner en entre dicho las versiones oficiales de las agencias de noticias dominantes!, pues ello conlleva, para quien lo intente, caer en el desprestigio, en el mejor de los casos, y en la absoluta censura en el peor.

El periodismo cómodo que obtiene su beneficio por el debido acomodo a los intereses mercantiles, toma toda crítica como un sacrilegio, y en nombre de la responsabilidad y la libertad excluye y censura todo aquello que escape a su definido espectro

Esta infactibilidad a la crítica del periodismo oficial fue abordada por Pierre Bourdieu hace décadas y la llamo: violencia simbólica. El sociólogo francés nos dice: “Los periodistas se equivocan al tratar el análisis del periodismo como una «crítica» de éste, cuando en verdad deberían ver allí un instrumento indispensable para acceder al conocimiento de las restricciones estructurales en las que se encuentran”. En otras palabras el análisis de las condiciones actuales del periodismo debería desmontar las restricciones e imposiciones en las que está asentada al día de hoy esta actividad. Pero el periodismo cómodo (como su contraparte el intelectualismo burocrático o sometido al capital) que obtiene su beneficio por el debido acomodo a los intereses mercantiles, toma toda crítica como un sacrilegio, y en nombre de la responsabilidad y la libertad excluye y censura todo aquello que escape a su definido espectro.

Unas preguntas se imponen: ¿en la actualidad que tan independiente es un periodista que no se encuentra bajo la égida de los medios masivos? ¿Es posible la real y verdadera independencia cuando los Mass media se encuentran dominados bajo determinadas directrices? Quizá la respuesta sea que sí, que sí se puede ser independiente, pero que tal independencia no puede sostenerse por mucho tiempo, pues los oligopolios mediáticos invisibilizan con su enorme y omnímoda estructura las acciones de comunicación independientes, aunque éstas rebasen al individuo aislado y muestren una cara colectiva.  La financiación de los medios independientes no es del todo imposible, sin embargo sostenerse en medio de la vorágine de lo establecido es aún una historia que está por escribirse.

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