Decía Nicholas Murray Butler, Miembro del Council on Foreign Relations, que “El mundo se divide en tres categorías de personas: un pequeñísimo número que hace producir los acontecimientos; un grupo un poco más importante que vigila su ejecución y asiste a su cumplimiento, y, en fin, una vasta mayoría que jamás sabrá lo que en realidad ha acontecido”. Tal afirmación, en los tiempos que corren, sería calificada de “Teoría de la Conspiración”, de no ser por el hecho de que realmente fue dicha por un alto burócrata de un ente global.
Aunque el término es viejo (se dice data de 1909) el uso peyorativo que de éste se ha hecho -equiparándolo con grotescos bulos- comenzó a finales del siglo pasado. No fue casual que el diccionario de Oxford lo ingresara en uno de sus suplementos en 1997; es decir que su semántica, su actual connotación, su sentido de “palabra fórmula” tuvo su origen prácticamente en los inicios del siglo XXI, como una de las principales banderas de la nueva ingeniería social.No importa si la realidad objetiva contradice a la realidad declarada: si no se quiere ser un paria, un “chandala”, habrá que adaptar la reflexión personal al discurso global.
¿Y por qué ha sido tan importante para la psicología colectiva el uso y el actual significado de este término? Decía el gran creador de distopías Philip K Dick: “El instrumento básico para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si tú puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que utiliza estas palabras”. “En el principio era el verbo”, y es que el pensamiento humano no es otra cosa sino verbo, palabra, de ahí la importancia del control que ejerce sobre el debate público cualesquiera de las entidades conocidas o desconocidas del control global: MassMedia, Think Tanks, ideologías “progresistas” o conservadoras, detentadores del Statu Quo, representantes privilegiados de la ciencia y de la técnica o, en suma, las sombras que yacen tras el poder político formal, llámense éstas “estado profundo” o financistas hegemónicos “ILLUMINATI”.
Empero ¿de dónde provino la urgencia que hizo de la “teoría de la conspiración” una especie de imperativo categórico negativo? En un mundo donde, según el ideólogo de los neoliberales Francis Fukuyama, la historia ha finalizado, y el futuro no será otra cosa sino la expresión más acabada del actual vacío posmoderno donde ya nada hay que revolucionar, ni existe nada susceptible de ser transformado, la adaptación a un orden y la propensión a un pensamiento único son considerados casi como expresiones de una recién descubierta ley natural. Todo aquello que contravenga a esa ley es considerado antinatural, y si no alcanza ese grado por lo menos sí es juzgado como un fenómeno adornado con todos los revestimientos de la falsedad.
Los supuestos inadaptados, creadores de bulos, llevarán, como Caín, un estigma en la frente, independientemente de la veracidad de sus afirmaciones o de las aproximaciones a la verdad que contengan sus especulaciones. No hay lugar para todo aquello que no encaje en el pensamiento único. La hegemonía de los pensamientos deseables es sólo una variante del nuevo orden Orwelliano. Los crímenes del pensamiento son, al día de hoy, todos aquellos intentos intelectuales que desafíen las verdades oficiales provenientes de instituciones globales centralizadas: OMS, OMC, FMI, ONU, OTAN, OEA, UE… La pena no es el burdo exterminio, ni siquiera la vieja y tradicional prisión, sino (por lo menos en el occidente primermundista) la vergüenza y el descrédito, los cuales hacen las veces de nuevas prisiones y nuevos exterminios morales o profesionales.
Como lo han expresado intelectuales como Chomsky y Bourdieu, para que esos organismos detenten la categoría de “autoridad” unívoca debe haber un consenso que les provea de tal majestad, y para ello se ha hecho de la creación de los “expertos” una necesidad imperiosa. El juicio del “experto por consenso” ya sea técnico o científico, es inapelable, y quien ose contravenirlo será objeto del descrédito y de la sorna, lo cual en tiempos donde la forma lo es todo, porque la sustancia ha devenido accesoria, implica una especie de muerte moral, derivando en un ostracismo en cualquier ámbito de actividad. Sí, “En el principio era el verbo”, y quienes controlen el verbo, quienes se adueñen del universo establecido del discurso y de la acción, podrán imponer las realidades que convengan a su agenda, incluso crearlas, y someter las voluntades de las masas, las cuales históricamente son el combustible de la gran máquina impersonal creadora de acontecimientos, a sus designios. No importa si la realidad objetiva contradice a la realidad declarada: si no se quiere ser un paria, un “chandala”, habrá que adaptar la reflexión personal al discurso global. Entonces como diría Orwell en su obra 1984: “2+2 no siempre será 4”, ni siquiera 5… sino el número que nos indiquen los expertos…
Comentarios