El pasado 11 de septiembre de 2014, más de un millón de personas llenaron las calles de Barcelona formando una V gigante que recorrió de punta a punta las dos avenidas principales de la capital catalana, en conmemoración de 300 años exactos desde la batalla que propició el fin de la autonomía mediante la disolución de las instituciones propias, reclamando el derecho a votar una eventual independencia de Cataluña.
A diferencia de Escocia, donde el gobierno británico autorizó una consulta sobre la independencia para el próximo 18 de septiembre, el gobierno español no quiere acceder a la petición de la sociedad catalana (de su gobierno, sus políticos, sus asociaciones y sobre todo, su gente) de poder votar el próximo 9 de noviembre si quieren o no la independencia. Por eso más de un millón de personas salió ayer a las calles a marchar para poder votar.
Marchar para poder votar. En un contexto democrático, cuesta entender que haya mejor opción que votar para poder expresar la voluntad de un pueblo. Y si no se permite votar, ejercicio democrático básico, cuesta entender que haya mejor opción que marchar para reclamar el derecho a votar. Pese a todo ello, el gobierno español, y los principales partidos políticos nacionalistas españoles (PP y PSOE) siguen haciendo oídos sordos al clamor popular, político y social que emerge de Cataluña.
No creo que a nadie con sentido común le parezca razonable el camino de las armas y las bombas, especialmente en un contexto democrático, prueba reciente de eso tenemos en Santiago; tampoco parece aceptable ignorar y despreciar la voluntad popular, de eso también se sabe mucho en Chile, pero si no se permite el ejercicio democrático, ¿qué opciones van quedando?
¿Qué sucederá, entonces, el 9 de noviembre? ¿Se prohibirá la consulta? Hay quien propuso incluso enviar tanques para impedirla. ¿Es eso lo que pasará? ¿O se permitirá la consulta pero se invalidarán los resultados (sobre todo si avalan la independencia), desoyendo la voluntad de la sociedad catalana expresada en las urnas? ¿Y qué alternativa le quedará al pueblo catalán? ¿Acatar la imposición y someterse? ¿Seguir manifestándose eternamente? ¿Renunciar a su voluntad de mayor democracia? ¿Iniciar un proceso de resistencia, de lucha armada?
No creo que a nadie con sentido común le parezca razonable el camino de las armas y las bombas, especialmente en un contexto democrático, prueba reciente de eso tenemos en Santiago; tampoco parece aceptable ignorar y despreciar la voluntad popular, de eso también se sabe mucho en Chile, pero si no se permite el ejercicio democrático, ¿qué opciones van quedando?
Si permites votar y gana el no a la independencia, quedas como todo un señor democrático; si gana el sí, te conviertes en un ejemplo al acoger la voluntad esencial de un pueblo de hacerse responsable de su propio destino. Son muchos los estados que se han independizado en los últimos 50 años, muchos más en los últimos dos siglos. ¿No se independizó Chile en 1810? ¿Es necesario hacerlo siempre de forma violenta, con una guerra, con el derramamiento de sangre de miles, millones de personas? ¿O se puede dar un paso más en democracia y demostrar que se pueden tomar decisiones importantes de manera pacífica, aunque supongan un cambio profundo en la sociedad?
En definitiva, ¿qué mensaje quieren transmitir al mundo aquellos que se oponen a que la gente vote, qué ideas quieren instalar? El 11 de septiembre de 2014, la sociedad civil catalana salió a la calle a marchar para demostrar cuál es la mejor alternativa en democracia para hacer sentir la voluntad de un pueblo: poder votar en libertad, especialmente si eso conlleva una transformación radical.
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Gonzalo Díaz
La opción que iría quedando, en el caso de que imperen las fuerzas reaccionarias –siempre que dicho desbalance no se produzca con la fuerza de las armas como sucedió el otro 11 de septiembre– es el incremento de la inteligencia jurídica e histórica de manera de romper el círculo vicioso de 1833, 1925, 1980, …, …, ¿2014?
En todo caso, advierto una contradicción entre la nitidez del contenido de la columna y el pixelado del tondo fotográfico que acompaña como isotipo el nombre del autor como isotipo.