Rabia. Rabia me da.
Rabia me da el hecho de tener en conocimiento de un caso tan simple, y tan relevante a la vez en cuanto al estado actual de la sociedad refiere. Un caso que a la lupa de quienes estamos enfocados en la contingencia nacional parece tan irrelevante y burdo, pero que oculta una durísima situación que revela la realidad actual, la muestra total de que como sociedad el futuro no viene prometedor.
No es la primera vez que vemos envuelto en la polémica de nuestra internet nacional a Nicolas Liñan de Ariza, conocido bajo el nickname «Vardoc», en especial cuando trata de aspectos de esta índole. Hace algunas horas se revelo un video de una transmisión en vivo vía streaming, en donde el aludido habla sobre su ex-esposa, profanando garabatos debido a la situación de pareja que desencadenó el rompimiento de su relación.
Ese no es el aspecto que veremos. De por si no me interesa dar tribuna a un tipo que nunca en esta clase de problemas ha actuado en sus cabales. Ya de por sí el hecho de que haya hecho pública una situación de esta clase, tan personal, tan privada, fue grave y demuestra que no existen límites en cuanto el actuar incorrecto de algunas personas. En lo que derivó todo esto, es lo que me parece una situación de completa gravedad, en cuanto a la sociedad chilena. [texto_destacado]
Y es que el susodicho tiene en su público objetivo en su mayoría, menores de edad, personas que aún están desarrollando su discernimiento y sus experiencias ante un mundo que los rodea. Me desmotivó ver que miles de jóvenes, sin distinción de sexo o género, se volcaron en masa a imitar el gesto de insultar y proferir menoscabos a una persona que no conocen personalmente, que nunca ha tenido contactos cercanos con ellos, de la cual no tenían sino hasta hace poco idea de la situación que generó el quiebre.
Gente que apenas tiene una versión simplista y totalmente incompleta de una historia, gente que nunca ha conocido en persona la situación y que se cree poco menos que dueña de la verdad, a una edad simple, se volcó a lapidar a una persona, en quizá uno de los actos mas grandes de misoginia en el ultimo tiempo en nuestras redes sociales.
De por si no me interesa dar tribuna a un tipo que nunca en esta clase de problemas ha actuado en sus cabales. Ya de por sí el hecho de que haya hecho pública una situación de esta clase, tan personal, tan privada, fue grave y demuestra que no existen límites en cuanto el actuar incorrecto de algunas personas.
Y es que uno puede entender el dolor que genera romper una relación, pero que completos desconocidos ejerzan una denigración de ese nivel ante personas completamente desconocidas, ante la cual sus decisiones no han afectado en lo más mínimo en cuanto a lo personal a ellos, es un acto puro de odio injustificado e innecesario. Más sorprende si tenemos en cuenta que son apenas personas menores. Algunos incluso no alcanzan la década. Algunos que no están ni siquiera en primero medio. Ya en una relativa tierna edad, aprenden este discurso clásico de nuestra sociedad, que se ha repetido milenio tras milenio. Un discurso lleno de potente proliferación de la aversión innecesaria, de la vil violencia sin justificación, del odio sin sentido, en contra de alguna mujer que apenas conocen, solo por cuentos que llegan de oídas de ambas partes, como si se tratara de hacer un circo, un espectáculo, de esta clase de actos que rayan en la inhumanidad. Más en una era donde estos casos están siendo mucho más visibles y conscientes por la sociedad como situaciones en las que no se deben ocurrir.
Insisto, rabia, rabia me da.
Rabia me da saber que dentro de todo lo que hemos avanzado en el último tiempo al hacer visible la violencia contra la mujer, la esperanza de eliminarla en siguientes generaciones, como siempre, es lejana.
Esto es lo que viene. Si ya ese lenguaje y ese discurso se da en los niños ¿Qué podemos esperar del futuro?
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