Las crisis pueden tener un origen social, económico o natural, y pueden ser de carácter global, nacional, local o incluso pueden estar focalizadas en particular dentro de un establecimiento educativo. La Unicef (2017) estima que, a nivel mundial, durante los últimos 50 años, 75 millones de niños entre 3 y 18 años han visto interrumpida su educación por crisis y emergencias humanitarias.
Chile es un país que cuenta con vasta experiencia en catástrofes y crisis, lo cual, como es de esperar, ha impactado de distintas formas los procesos educativos. Por nombrar algunos ejemplos, el año 2019 fuimos testigos de cómo el estallido social del 18 de octubre obligó, a gran parte de los establecimientos educacionales, a cerrar el año de forma anticipada. Así también, el terremoto ocurrido en febrero de 2010 trajo consigo daños parciales y totales a la infraestructura de cientos de unidades educativas a lo largo del país, mientras que lo ocurrido en Chaitén y Futaleufú, con la erupción del Volcán Chaitén el año 2008, derivó en que más de 800 estudiantes fueran evacuados de aquella zona. Estos ejemplos, a nivel nacional, demuestran que las crisis pueden considerarse como peligros potenciales para los procesos educativos de nuestros establecimientos y sus comunidades.Así como en otras crisis, la actual pandemia también ha demostrado la gran capacidad que han tenido los equipos de docentes y directivos para responder con prácticas innovadoras en un contexto de alta incertidumbre y estrés organizacional.
En el contexto actual, la crisis sanitaria del Covid-19 ha obligado al cierre intermitente de las escuelas y liceos, así como el mínimo desarrollo de clases presenciales, afectando el normal curso del proceso educativo y aumentando la brecha de desigualdad en la población estudiantil, lo cual ha demandado al máximo a las comunidades educativas y sus líderes. Como señaló la Mesa Social Covid-19 en el área educativa (2020), esta emergencia ha generado un gran desafío de gestionar y liderar los procesos educativos bajo condiciones límites.
Así como en otras crisis, la actual pandemia también ha demostrado la gran capacidad que han tenido los equipos de docentes y directivos para responder con prácticas innovadoras en un contexto de alta incertidumbre y estrés organizacional. CEPAL y UNESCO (2020), indican que los equipos de los establecimientos educativos han sido actores fundamentales para responder a las diversas demandas emergentes que han surgido a partir de la actual crisis. Lo anterior ha implicado que las comunidades vuelvan a revisar sus Proyectos Educativos Institucionales (PEI), repensando y revalorando elementos de la gestión que aporten al desarrollo de los estudiantes, no solamente en la dimensión cognitiva, sino también en lo socioemocional y valórico.
Continuando, la evidencia nacional e internacional ha enfatizado el rol fundamental que tienen quienes lideran los establecimientos en tiempos de crisis, en tanto permiten asegurar el funcionamiento de la institución educativa, así como también abrir paso a soluciones de carácter innovador que apunten a asegurar procesos de enseñanza y aprendizaje de calidad para todos los niños, niñas y jóvenes. “El equipo directivo ha de hacer posible la innovación en el ámbito de la escuela entendida como unidad de planificación, acción y evaluación” (Santos Guerra, 2000). Esto es clave, pues los equipos directivos son los llamados a fomentar la innovación a partir de consensos, que involucren a todos los actores de las comunidades educativas para dar el salto y hacer los cambios.
Gil (2017), indica que el liderazgo afecta la innovación de manera directa o propiciando una cultura y estructura organizativa abierta al cambio. Si sabemos que variadas innovaciones se están dando en la actualidad, acciones claves que los equipos directivos podrían liderar, por medio de un trabajo colaborativo, apuntan a identificar, amplificar y proyectar prácticas innovadoras que han impactado positivamente en los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Para terminar, una consideración sistémica de apoyo a los equipos directivos en función de facilitar la innovación, es poner el Sistema de Aseguramiento de la Calidad, de manera concreta, al servicio de las comunidades educativas, descomprimiendo de tareas burocráticas a los equipos de los establecimientos (Todos al Aula, 2018), relevando explícitamente la innovación en herramientas claves del sistema (como los Estándares Indicativos de Desempeño) y abriendo espacios para generar desarrollo profesional en la línea de la innovación. En esto último, además, también pueden aportar las instituciones académicas, Centros de Liderazgo y, principalmente, los sostenedores con diversas acciones de formación y apoyo.
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