No han sido pocos los problemas que se han generado en las últimas semanas en varios liceos y escuelas en Chile, la violencia, las malas condiciones de infraestructura, la ausencia de docentes para realizar clases, la falta de entendimiento entre las autoridades y escolares no han hecho más que profundizar esta crisis que post pandemia azota a escuelas y liceos.
El origen de la violencia puede ser múltiple, pero el punto de encuentro siempre es uno solo, estudiantes que no encuentran oído y respuestas en los centros educativos y que luego de dos años de confinamiento manifiestan todo su enojo por las vías de la violencia e incapacidad de dialogo, como profesores vemos como la crisis ha ido escalando en proporciones, colegios que se ven obligados a cerrar de forma intempestiva por amenazas o acciones de violencia, directores y directoras amenazadas de muerte por tomar medidas, profesores amedrentados por estudiantes quienes incluso usan armas de fuego en su propósito buscan imponer sus puntos de vista a la fuerza, estudiantes que arman golpizas en recreos para canalizar su frustración y equipos de convivencia que cada vez se hacen más necesarios, pero que a la luz de las evidencias, carecen de las competencias necesarias para la resolución de conflictos por la vía pacífica y siendo peor aún, llegando a la judicialización de muchos de ellos por los altos niveles de odio y violencia que representan para sus comunidades escolares, se hace urgente intervenir escuelas y liceos, resulta imperioso buscar alternativas educativas y socioemocionales que canalicen esas ansias de ser oídos.
Es indispensable posicionar a la escuela como una instancia de respeto, tolerancia y dialogo, pero por sobre todo es fundamental reformular nuestros manuales de convivencia escolar o RICE para instalar en ellos la responsabilidad por acciones realizadas y evitar la impunidad que muchas veces se instala en las escuelas y liceos y que obligan a las víctimas a dejar sus espacios y aseguran a los victimarios una impunidad que se ve reflejada en la vida cotidiana, donde la delincuencia y la violencia se ha normalizado y quienes somos víctimas de ella debemos escondernos y buscar todos los mecanismos de protección de forma personal, porque el sistema no los puede o quiere garantizar.
Estas situaciones que ocurren en las escuelas no son mas que el reflejo de lo que ocurre en la sociedad, nos hemos vuelto agresivos e intolerantes; la violencia se instaló en cada lugar, la delincuencia se ha tomados los espacios públicos y eso mismo lamentablemente esta llegando a nuestras aulas y espacios educativos, necesitamos soluciones que la escuela no puede dar, el sistema nos pide acciones que las escuelas no pueden realizar, no podemos seguir judicializando la educación, el problema es sistémico y requiere una solución sistémica, no podemos olvidar que como profesores estamos expuestos diariamente a estos hechos y que hemos recargado a la escuela con una variedad de funciones que no habían tenido antes, además de educar debemos: cuidar, alimentar, contener, proteger, criar, etc. Todo ello con la enorme responsabilidad de además hacerlo con calidad.
Llega el tiempo de que pongamos las cosas en su lugar y llamemos a la comunidad a ser responsables de su actuar y hacer, cada hecho debe y tiene que tener una consecuencia, si seguimos haciendo siempre lo mismo no podemos esperar respuestas distintas, esto a raíz de que el sistema esta convencido que si seguimos igual, manteniendo el status quo, esto va a cambiar, necesitamos rediseñar las políticas publicas acerca de convivencia escolar, reformular la ley aula segura, que cumpla con su propósito, proteger a los estudiantes y comunidades escolares de la violencia y agresiones, implementar medidas y redes de apoyo a escuelas que sean capaces de prevenir y educar en la paz y el amor, debemos proponer y ser pro activos, no reactivos, no podemos seguir esperando que una “funa” se tome los espacios escolares y que esto se termine aceptando porque nadie quiere ponerle el cascabel al gato, hay conductas que deben y es necesario que desaparezcan de las escuelas de Chile, incluso aplicando medidas disciplinarias que apelen a la responsabilidad de las familias en la crianza y educación en valores de sus hijos, la escuelas no puede asumir los errores de la sociedad, puede quizás corregir, pero no puede ser enteramente responsable y requiere una intervención urgente y con fuerza para por fin tener comunidades escolares sanas y libres del flagelo de la violencia desmedida que hora reina en cientos de espacios educativos a lo largo del país.
Nos hemos vuelto agresivos e intolerantes; la violencia se instaló en cada lugar, la delincuencia se ha tomados los espacios públicos y eso mismo lamentablemente esta llegando a nuestras aulas y espacios educativos
Si seguimos esperando, veremos pronto escuelas desbordadas por la ira y el odio, estudiantes violentados y profesores estresados ante la poca posibilidad de recuperar el rol que la escuela tiene y siempre ha tenido, un espacio de educación y entendimiento y no un ring donde cada uno imponga sus puntos de vista por la fuerza y la violencia.
De igual manera es urgente redefinir el rol de la Superintendencia de la Educación, cómo este organismo público puede y debe apoyar a las escuelas en la confección de sus reglamentos internos y asegurar la protección de sus comunidades escolares por sobre la imposición de multas cuando cometen algún error, es indispensable que este ente fiscal se ponga al servicio de la educación y no sea un antagónico del él, es necesario que busque por todos los medios apoyar la labor de docentes y directivos en la búsqueda de soluciones efectivas a los problemas y no sigamos lamentando y cuestionando a docentes y directivos por no saber hacer algo que el propio sistema impide que hagamos, protegernos.
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