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Rechazo a la ley del Kínder, un paso atrás en la educación chilena

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El pasado martes 21 de septiembre el Congreso rechazó la ley que buscaba establecer la obligatoriedad del nivel Kínder en la educación chilena, ley que no alcanzó los quórum necesarios de 89 votos en la Cámara de Diputados, dejando así postergada nuevamente una anhelada reforma  que viene desde el año 2013 y que sin duda busca, como lo han manifestado algunos especialistas, como Patricia Muñoz, Defensora de la Niñez en Chile, no solo se busca con esta ley proteger el interés superior de niños y niñas en Chile, sino que una anhelo más profundo aún: “El kínder obligatorio es un proyecto que apunta con total precisión al máximo bienestar de nuestros niños, que se dirige a corregir desde la base las inequidades que luego se manifiestan en nuestro sistema educativo, que permite efectivamente emparejar la cancha y darle a todos las mismas oportunidades”, tal como lo expreso el Ministro Figueroa al conocer el resultado de la votación.

Pero ¿qué  hay detrás de una ley como esta? Principalmente se busca el lograr procesos escolares en menores desde los niveles de pre kínder y kínder los cuales son esenciales no solo para esa disminución de las inequidades sino que además fortalecer el rol que la educación parvularia tiene para los niños y niñas en ese momento del desarrollo y que resulta ser un valor fundamental tanto por los aprendizajes que se adquieren así como también que éstos son principalmente a través de un clima afectivo, nutritivo, y complementa la crianza de los padres estableciendo las bases del posterior comportamiento adulto y junto a las capacidades para pensar y sentir tal como lo dice Marta Escobar de Chile Crece Contigo, es por ello que como educadores entender que esos primeros años resultan claves en la adquisición de las bases cognitivas y educativas de niños y niñas y que su impacto estará presente en el desarrollo de todo el proceso escolar posterior, además de dar un valor a esos niveles que en Chile no se reconoce y que más bien se le asigna un papel de guardería en el cual los ámbitos educativos muchas veces son desconocidos o rechazados, tantos por las mismas familias como también por algunas autoridades.

Esta etapa educativa, que tiene como finalidad contribuir al desarrollo cognitivo, físico, social, afectivo y moral de los niños y niñas, es aquí su importancia y por qué necesitamos una ley que sea capaz de instalar en Chile la obligatoriedad de la educación parvularia. En este sentido, Finlandia nos entrega un ejemplo en cuanto a que si bien no hay obligatoriedad de la educación infantil, esta se le entrega a los municipios que la organizan de forma gratuita para las familias y les permite a los padres trabajar sabiendo que sus hijos, además de estar al cuidado de personas idóneas, se encuentran en un proceso de aprendizaje que además llega al idioma, lo que nos hace pensar ¿cómo podría impactar una política así en Chile?

Sin lugar a dudas que el poder asegurar la obligatoriedad a lo menos del nivel kínder, se traduciría en un desarrollo de escuelas que mantengan la continuidad del proceso escolar, con alumnos que mantendrían mejor arraigo en sus comunidades y con comunidades que serían formadas desde los primeros años con los mismos estándares y quizás así lograr que los resultados de esos mismos niños en los niveles de cuarto básico sean mejores en sus pruebas estandarizadas. Otro impacto estaría dado en el fortalecimiento de la educación parvularia, la que tantos vaivenes ha tenido que pasar y en donde sus docentes, en muchos casos, son vistos en una categoría menor al resto de los profesores en Chile, debido al escaso valor social que se le da al trabajo que realizan día a día.  ¿Como explicar que, a pesar de que la educación no es un trabajo marcado por el sexismo, en este nivel el número de hombres en Chile sea ínfimo? tal como lo consigna La Tercera: 28.545 mujeres educadoras de párvulos, y otras 57.580 se desempeñan como asistentes y técnico de párvulos. Las mismas cifras Mineduc detallan que son muy pocos: hay 27 educadores de párvulos y 22 técnicos y asistentes de párvulo en diciembre del año 2020.

Sin lugar a dudas que el poder asegurar la obligatoriedad a lo menos del nivel kínder, se traduciría en un desarrollo de escuelas que mantengan la continuidad del proceso escolar,

Además de poder promover que se integren más hombres a la carrera, se traduciría en una menor educación en la cual aspectos educativos y de crianza serían abordados por hombres y mujeres de forma equitativa y que, indudablemente, ayudaría a la formación de nuestros niños y niñas. Se podría terminar con los perjuicios respecto de esa realidad que existe en nuestro país y ser la piedra inicial para impulsar en nuestras escuelas una verdadera equidad de género, que parta desde la formación inicial de nuestros niños y niñas y que siga en los otros ciclos escolares. Además se situaría a la educación parvularia en el real sitio que merece por su trabajo y aporte,  generando un  aprendizaje más rico, profundo y real cuando son hombres y mujeres quienes lo imparten.  Se evitaría que estas discriminaciones se perpetúen en la formación escolar y lleguen a educación superior con anomalías tales como que ingeniería es una carrera de hombres y enfermería es una carrera de mujeres. Estas diferencias y problemas debemos enfrentarlos desde la formación inicial y apoyar un modelo financiado por el estado le dará el valor que esa etapa formativa tiene en la construcción de niños y niñas aptos para enfrentar la vida sin los miedos y prejuicios con los que muchos de nosotros fuimos formados y que además permitirá poner la necesidad de que los procesos educativos no parten a los 6 años, sino que mucho antes si queremos quizás igualarnos con modelos exitosos como Finlandia.

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