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La vocación de profesor y el compromiso ético profesional

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Hace 31 años entré por primera vez a una sala de clases, en calidad de profesor titular. Fue en el Instituto del Mar, un colegio público de Iquique, era el año 1984. En diciembre del mismo año, el colegio fue traspasado a la Fundación Almirante Carlos Condell, de derecho privado y subvencionada por el Estado.

Al año siguiente, y durante una clase de Historia de Chile, un alumno levantó la mano y dijo; – ¿profesor, puedo hacerle una pregunta? Por supuesto, le dije. Él, algo titubeante, agregó; Es que es no sé si se pueda, porque es sobre el gobierno de Allende. En la sala se produjo un silencio sepulcral, y a mí se me salió una frase, de la cual me enorgullezco todavía. Le dije; “pregunte lo quiera, mis clases son un país libre”. Bueno, a fines de ese año 1985 me echaron del colegio. De ese hecho, hoy se cumplen 30 años.


Necesitamos más profesores, pero no cualquier profesor. Necesitamos profesores intelectuales y con capacidad de transformación. Necesitamos más Educación, pero no cualquier Educación. Necesitamos una Educación Pública, con vocación de servicio público

Desde entonces, y hasta ahora; no he dejado de pensar sobre lo que significa ser profesor, sobre la responsabilidad que tenemos frente a los jóvenes, y lo más importante, sobre el compromiso que tenemos con la sociedad y el futuro.

En esta oportunidad, compartiré mis convicciones, construidas a lo largo de todos estos años sobre “La Vocación de profesor, y su compromiso ético-profesional”.

Desarrollaré tres ideas principales:

I. Una aclaración conceptual preliminar.

II. Contexto y Vocación: La vocación se construye, pero también se destruye.

III. Los profesores como intelectuales transformadores.

I. Aclaración conceptual preliminar:

Cómo empezar a desarrollar cualquier tema, sin aclarar previamente los conceptos fundamentales asociados. Además, que todo buen profesor, no puede dejar de preguntar y preguntarse.

Entonces, y con la ayuda de un buen diccionario, preguntémonos;

¿Quién es un profesor?

  • Profesor; es alguien que profesa. Y ¿qué es profesar?
  • Profesar; es prometer fidelidad, es comprometerse.

Qué bonita expresión; prometer fidelidad.

Ahora es necesario preguntarnos ¿qué es la Fidelidad?

Del latín Fidelitas; Es la actitud de alguien que está comprometido con lo que asume, es la característica de quien es leal, o sea fiel. Alguien en quien se puede creer y confiar, porque es honesto y respetable.

Por tanto, cuando alguien nos dice, no te fío. Me está diciendo no Confío. Es decir no te creo, no tengo fe en ti.

Permítanme una curiosidad:

“La expresión en inglés, “Wireless Fidelity” (Wi-Fi), que significa “fidelidad inalámbrica”, es una tecnología de la comunicación, transmitida a través de radiofrecuencia o infrarrojos y que permiten acceder a Internet, estando el dispositivo móvil dentro del área de cobertura de la red”.

(Aquí ya podríamos adelantar una idea relevante de lo que significa ser profesor, y es esta; si tengo un alumno dentro de mi área de cobertura, debo garantizarle la comunicación)

Ahora preguntémonos ¿qué es la vocación?

  • Vocación; es la inclinación a una profesión. Del latín vocatio, que significa estar llamado. De ahí viene la expresión invocar. También es sinónimo de llamamiento o convocación.

Esto nos lleva a una conclusión central; Que la profesión de profesor; es una  Profesión de Fe. (Por cierto, no en un sentido religioso). Porque su profesión, es profesar.

Dicho de otro modo. Su tarea es creer y ayudar a creer, su compromiso es comprometerse y enseñar a comprometerse. Por lo tanto, hablar de la vocación de profesor, es una redundancia, porque la vocación está implícita en el acto de profesar. Lo que implica, como ya vimos, una promesa de fidelidad, un compromiso. En suma, sin vocación, no hay autentico profesor.

Si la vocación es un llamado, entonces: ¿A qué estamos llamados los profesores?

Yo creo que a tres cosas fundamentales:

1.- A creer en el Ser Humano: a confiar en él y enseñar a confiar en él. Sabemos que el Ser Humano es imperfecto, pero también sabemos que es perfectible. Y esa tarea de perfeccionamiento, es la gran tarea del profesorado.

2.- A creer en la Educación como una  herramienta de perfección: Sí señores; la Educación es un camino de Humanidad. Y la gran tarea de todos y cada uno de los profesores y profesoras, es ayudar a nuestros niños, jóvenes y adultos, a descubrirse y a confiar en sí mismos; para descubrir al otro, para Ser con el otro. Porque como dice la frase; “Nadie es más que otro, pero es menos sin el otro”.

3.- A creer que otro mundo es posible; Estamos llamados a soñar “lo imposible”, pero a soñar juntos y despiertos, el sueño colectivo de que es posible vivir en una sociedad distinta. Más inclusiva, más justa y más fraterna.

No niego que esto suena a Utopía, y que vivimos tiempos de miseria. Por lo mismo, creo que es necesario soñar nuevas realidades. Tengo la firme convicción, de que nunca será tarde, y comparto la idea fundamental de Martin Luther King, cuando expresó:

“Aun cuando me dijeran,

que mañana el mundo se termina.

Yo igual planto mi manzano”.

Sé que la decepción es grande. Y que la frase de moda es ésta: “entre más conozco al Hombre, más quiero a mi perro” Por eso cada vez, hay más animalistas y menos humanistas. Mas yo, como dijo Silvio: “Te convido a creerme, cuando digo futuro”.

II. Contexto y Vocación: La vocación se construye, pero también se destruye.

Recién decía, que vivimos tiempos de miseria. La sociedad actual, con toda su tecnología y parafernalia, no alcanza a ocultar esa zozobra. Vivimos, al decir de Zygmunt Bauman, una Modernidad Líquida. Las grandes utopías de la Revolución Francesa; como fueron los ideales de “Libertad, Igualdad y Fraternidad” son un mal sueño que quedó abandonado en el camino. Hoy ya nada es sólido ni consistente, nos movemos entre verdades liquidas y con fecha de vencimiento. En su libro “Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias”, Bauman nos habla sobre la producción de “residuos humanos”, de poblaciones ‘superfluas’. Se refiere a los miles de emigrantes, refugiados y excluidos, que vagan errantes por la tierra, sin destino ni acogida. Son la consecuencia inevitable, de lo que  llamamos modernidad, o postmodernidad.

Esta sociedad postmoderna, conocida como sociedad del conocimiento, curiosamente, se ha vuelto demandante de más y mejor Educación. Pero no nos equivoquemos, también se refiere a una Educación líquida. Donde los conocimientos duros, pierden vigencia y las convicciones son llamadas a retiro. Ahora se requieren competencias blandas, “ser flexible y adaptarse”, es la consigna. Ya nada dura, incluso el conocimiento es fungible. La obsolescencia nos acecha a la vuelta de la esquina. Vivimos el tiempo de la impaciencia y el aburrimiento.

(Se nos dice majaderamente, que todo el conocimiento está en la Red. Yo digo, ah Ok. Pero queremos que esté en la cabeza de las personas).

En este contexto; Una pregunta obvia nos asalta:

¿Qué posibilidades de germinar, qué opciones de fortalecerse, tiene la vocación de profesor?

Esta sociedad, en su discurso, le da un gran valor a la educación, pero simultáneamente, la ha reducido a un producto de compra-venta, elaborando incluso una Economía de la Educación, desvalorizando la imagen social de los  profesores. Peor aún, no pocos sistemas educativos en el mundo, han enfatizado su carácter tecnicista y objetivista, contribuyendo a la desprofesionalización del profesor. Basta decir, que aquí en Chile algunos sostenedores, queriendo ayudar al profesor, han comprado programas computacionales, donde le entregan hechas las planificaciones, “liberándolos” así  de la “obligación de pensar”. Asistimos a la destrucción de toda vocación.

“Se ve a la educación más como un producto que como un proceso. Así la educación parece abandonar la noción de conocimiento útil para toda la vida para sustituirla por la noción de conocimiento de usar y tirar. Esa concepción es uno de los retos a vencer. La educación debería ser una acción continua de la vida y no dedicarse únicamente al fomento de las habilidades técnicas. Lo importante es formar ciudadanos que recuperen el espacio público de diálogo y sus derechos democráticos, para así ser capaces de controlar el futuro de su entorno y el suyo propio. Cuando el mundo se encuentra en constante cambio, la educación debería ser lo bastante rápida para agregarse a éste. Estamos ante la educación líquida” (Zigmunt Bauman)

III. Los profesores como intelectuales transformadores.

La segunda parte del título de esta columna, se refiere al compromiso ético-profesional de los profesores. Partamos diciendo que toda profesión tiene implícita su propia ética. Y entendemos por ética; el ejercicio de las virtudes. Pero también la reflexión que se hace sobre los actos humanos. Por tanto, la Ética es el imperio de la voluntad como fruto de la conciencia, la que se esmera en construir aquello que conviene al Bien Común. Es decir, aquello que es bueno para la comunidad.

“Las escuelas no son una burbuja, son parte de la realidad contextual donde se juega  la interacción humana, en sus dimensiones afectivas, intelectuales y sociales. Las escuelas son lugares económicos, sociales, culturales, y están ligados al poder y el control.

Son lugares de luchas simbólicas y no son neutrales, por eso mismo, es imposible concebir al docente como neutral” .

El acto pedagógico, no puede ser un lujo o un adorno.  Así como lo expresa Gabriel Celaya, en su famoso poema: “La poesía es un arma cargada de futuro”

Maldigo la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales /que, lavándose las manos, se desentienden y evaden / Maldigo la poesía, de quien no toma partido hasta mancharse /Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren y canto respirando/Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas personales, me ensancho.

Bien podemos decir entonces, como Gabriel Celaya.

Maldigo la Educación, concebida como un lujo cultural por los neutrales. Maldigo la Pedagogía de quien no toma partido hasta mancharse.

En este mundo precario, y para decirlo con palabras de Henry Giroux; Si estamos de acuerdo que  es necesario “defender las escuelas como instituciones para el mantenimiento y el desarrollo de una democracia”, entonces  también es necesario “defender a los profesores como intelectuales transformativos que combinan la reflexión la práctica académicas, con el fin de educar a los estudiantes para que sean ciudadanos reflexivos y activos”.

En definitiva, el compromiso ético de todo autentico profesor, “es ponerse al lado de la causa democrática, de la ética humanista y la justicia social”. (Giroux, 1990)

Sabemos que todo Derecho implica un Deber. La Reforma Educacional  iniciada en el gobierno anterior y llevada a cabo por el Ministerio de Educación, más allá de sus debilidades, pone en el centro un concepto fundamental; la Educación entendida como un Derecho Social. Este principio, implica un cambio de paradigma, que va a contrapelo de la realidad que hemos descrito. Si la Educación es un Derecho social, entonces le corresponde a la sociedad políticamente organizada, que es el Estado, el Deber ineludible de proveer un Sistema Educacional Público, que garantice a todos y cada uno de sus ciudadanos, la oportunidad de formarse para Ser y Convivir conforme a su Dignidad de Persona.

Por tanto. Necesitamos más profesores, pero no cualquier profesor. Necesitamos profesores intelectuales y con capacidad de transformación. Necesitamos más Educación, pero no cualquier Educación. Necesitamos una Educación Pública, con vocación de servicio público.

Aprovecho esta oportunidad, para saludar y reconocer a una gran profesora. Por su inteligencia, por su compromiso, por su ejemplo de valor y consecuencia. Me refiero a la colega Isabel Parra. Porque además es profesora de filosofía; a través de ella, quiero saludar a todos los profesores y profesoras de filosofía. Porque ellos son unos sobrevivientes del sistema. El día que le devolvamos a la Filosofía, el sitial que le corresponde en la Educación. Ese día, el sol de la lucidez, comenzará a alumbrará el lado oscuro del corazón.

Nosotros los profesores, estamos dispuestos a sumarnos a este desafío de construir un Sistema Educativo Público, gratuito y de Calidad. Y hacemos nuestras las palabras, que  pronunciara Gabriel García Márquez, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, año 1982.

Y como él, decimos:

”…nos sentimos con el derecho de creer, que todavía no es demasiado tarde, para emprender la creación de… Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros, hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad, tengan por fin y para siempre, una segunda oportunidad sobre la tierra”.

TAGS: #CalidadDeEducación #ModernidadLíquida #Profesores

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Comentarios

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Juanita Barreda Cespedes

17 de abril

Jaimito :
Eres un *profesor intelectual y con tus ansias de transformacion*, en la EDUCACION del hoy. Aunque tenga mi avanzada edad ,aun lucho para que los docentes actuales ,trabajen con esa VOCACION de servicio .

24 de abril

Estimada Juanita:

Te conozco como colega y amiga.
Sé de tu vocación y compromiso con el aprendizaje y formación integral de nuestros jóvenes.
Te he visto trabajar inclaudicablemente.
Aprovecho para agradecerte públicamente, tu ejemplo y tu pasión por enseñar.

Abrazos.

17 de abril

Totalmente de acuerdo…

23 de abril

Nacíamos a la “profesión de profesor”, a mucha honra “normalistas”, con una vocacionalidad que muchos han querido emular en la Formación Inicial de Profesores que siguió a “la formación profesional” de las Escuelas Normales; lo vocacional era elemento central del proceso individualizado de selección para obtener la beca total para ingresar a ella.
Al apelar a la emocionalidad social-político-ideológica de la vocación, la profesión queda entonces subyugada al servicio de la visión ideologizada de la lucha de clases, lo que de hecho plantea problemas históricos insolubles a la pedagogía que debería practicarse en nuestras escuelas. La escuela pasó a ser el instrumento central de la actual lucha por el poder político claramente ideologizado, y nuestros hijos los instrumentos para lograrlo.
La pedagogía crítica (Giroux y otros), se nutre ocultando el abismo de temporalidad que se impone entre la escuela y la sociedad, deformándola al punto que la propia pedagogía termina negando la individualidad y la integralidad de cada alumno lo que, esencialmente, no es contrario a lo social, sino su propio constituyente.
Todavía se intenta forzar la naturaleza propia de la escuela y la falta de desarrollo de la profesión de profesor no es inocente sino necesaria para justificar el naturalismo que necesita sí o sí la ideología que las gobierna: evidencias al canto.
Diría con Zelaya “Ya tocamos fondo…, y no podemos ir más abajo”: las soluciones están la mano: aquí y ahora… y se puede.

24 de abril

Señor Claudio Donaire

Estimado colega:

Tengo la mejor opinión de los profesores «normalistas»
Y agradezco sinceramente que se tome la molestia de comentar mi artículo.
No obstante, no me queda claro cuál sería «la naturaleza propia de la escuela»

Saludos cordiales

27 de abril

Tampoco tengo claro lo de la “naturaleza propia” por el deteriorado social que tiene hoy el sentido de escuela, pero he trabajado en ello por años, pero … desde “la profesión de profesor”: siempre creí que nosotros hacíamos algo tan especial que ningún otro profesional puede hacerlo “profesionalmente”; eso lo reafirmo ahora.
Siempre creí que lo que yo hacía en el aula, no lo podía hacer un abogado, un experto contable, un cantante, un médico, un periodista o cualquier extraño. Siempre me impulsaron “las diferencias” que leía cuando se hacía referencia a la educación y lo que intentábamos hacer por nuestros alumnos, muchos hasta el abandono de sí mismos que llenaba todo nuestro orgullo. Cuando empecé a encontrar respuestas a la diferencia entre educación y escolaridad empezaron a llenarse “los modelos analíticos causales” generados para responder a la decadencia (que se concreta en lo que los otros dicen que debemos ser y hacer), y la transparencia mortal a la que se ha llevado intencionadamente a la escuela. El rigor impuesto a la experiencia y la metodología construida para dar con las causas verdaderas empezaron a dar sus frutos.
Como ya dije, no podemos seguir más abajo. Pero nos podemos levantar: el ver la diferencia entre educación y escolaridad permite ver lo que podemos hacer profesionalmente por nuestros alumnos y la escuela, las familias y el país: creo que la profesión puede reconstruir la “naturaleza propia” de la escuela; ¿será suficiente para empezar? Lo invito.

Ixa López

17 de mayo

Hola Jaime, me ha gustado mucho tu reflexión sobre la vocación. Veo que eres profesor del lado de las ciencias sociales (Filosofía). Mi pregunta o tal vez comentario que quisiera compartir contigo, es sobre tu opinión sobre qué pasa con la vocación de transformación en las ciencias ligada a lo técnico-instrumental. Y más extremo todavía, esas ciencias que no las «pesca» nadie…. que son lo que «botó la ola» en las escuelas, asignaturas desvalorizadas ligadas específicamente a la educación física.
Dime qué opinas sobre la Pedagogía en Educación Física, la vocación, y toda ese discurso repetitivo y aburrido que el deporte «inspira» o «encarna» valores. Disculpa la pregunta, pero es entretenido pensar en todo.

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