Cuando era chico a mi papá le decían gringo, inicialmente pensaba que era un término del viejo oeste asociado al Spaguetti Western con Clint Eastwood o Lee Van Cliff, con tiempo y clases de historia corregí mi error y comprendí que “Green Go Home“ era una expresión nacionalista destinada a expulsar al forastero que venía a usurpar al local.
Si lo traemos a la realidad actual probablemente muchos hablarán del rol del imperialismo en la prolija gestión del Presidente Maduro y la Presidenta Kirchner (es sarcasmo por si acaso); también podremos entrar a analizar las relaciones en Oriente Medio y África Central, pero bueno, para eso hay arlequines más expertos. Lo que quiero establecer es que mundial e históricamente los habitantes locales han rechazado la llegada de forasteros que, disfrazados de Quetzalcóatl solo buscan el beneficio personal (salió verso, sin mayor esfuerzo).Las regiones necesitan ser representadas por políticos corajudos capaces de bloquear todo tipo de presupuesto que esté destinado a ayudar a la gran capital, necesitamos parlamentarios dispuestos a ser suprapartidistas y crear alianzas estratégicas para que los recursos de todos, sean de todos.
Entonces, ¿por qué seguimos permitiendo que políticos santiaguinos vengan a quedarse con los cargos que pertenecen a políticos locales? Llegó la hora de decir: ¡Politiquero Mapochino go home! Tan regionalista como díscolo, prefiero mil veces apoyar a un candidato que entiende lo que se vive en mi provincia y región, que en un mesías partidista que pretende gastar un dineral para quedarse con un escaño de una zona que no conoce; ciertamente el contrargumento suele ser que es labor de sus asesores mantenerlo informado y estar cerca de la ciudadanía, pero ahí me nace otra gran duda, ¿por qué debería confiar en un asesor local convencido en que el forastero es la mejor opción?
No-Chile (entiéndanse todas las regiones no metropolitanas) poseen una enorme capacidad de autogestión, pero cada vez que confían su voto en un representante metropolitano, impide que dos regionalistas se unan para producir un cambio, y es este punto lo que más nos está condenando al exilio.
Cada vez que paseo por Vitacura, Providencia y Las Condes, me sorprendo con la belleza de sus áreas verdes y pulcritud del pavimento. No ver ni una plasta canina o un evento con pinta de hoyo mata ruedas es milagroso. Reconozco que sus Alcaldes y Parlamentarios se han encargado de cuidar el bienestar de sus votantes. Lo que me molesta es que prefieren arreglar lo que está bueno y presionar para que sea aún mejor. De hecho, en este momento el MOP, para que no demore tanto ir de shopping, se construye una rotonda/bypass/circunvalación digna del programa Megaestructuras.
Y qué dicen los políticos respecto al progreso y desarrollo en las regiones, nada, cero preocupación, cero consciencia social. Quizás por lo mismo me verán en twitter apoyando a la competencia de ellos, que es lejos más sensata, en fin, volvamos a la idea central.
Las regiones necesitan ser representadas por políticos corajudos capaces de bloquear todo tipo de presupuesto que esté destinado a ayudar a la gran capital, necesitamos parlamentarios dispuestos a ser suprapartidistas y crear alianzas estratégicas para que los recursos de todos, sean de todos.
¿Qué importa si ello acarrea la perdida de Municipios emblemáticos como Santiago Centro? ¿Qué importa si el metro parece sauna? ¿Qué importa si la muñeca gigante no persigue al mono que se trepó a la Torre Entel? ¿Qué importa si se suspende el running por el San Cristóbal por pre emergencia? A los políticos de Santiago nunca les ha importado que los Hospitales de Regiones no tengan especialistas, que las empresas forestales tengan seco a Temuco, que las rutas internas del Maule pongan en riesgo la integridad de los vehículos (especialmente si es una ambulancia que debe correr a más de 150 km/hr para salvar una urgencia pediátrica), que tomar un vuelo a Juan Fernández represente un potencial riesgo vital o que el Biotren de Concepción podría ser una tremenda ayuda si tuviera un par de ramales. Hacen falta políticos regionalistas que hayan experimentado esto y que no se hinquen cuando viene un líder metropolitano, porque ser de regiones es lejos mejor.
A veces siento que debería tirarme a un cargo y dejar la escoba en Valparaíso, después me doy cuenta que ello me obligaría a pasar mucho tiempo en Santiago y muy poco en el Maule, me forzaría a perder el tiempo de calidad con mi familia y entrar a evaluar si quiero tener que sentarme a conversar con brutos de mi alianza y de la izquierda. Capaz que por ahí radique todo, mientras en regiones nos gusta ser felices, a los de Santiago parece que les encanta estar estresados y disfrutar un taco de treinta minutos. En las próximas parlamentarias usemos de una vez por todas nuestros cerebros, porque en lo que a mí respecta el mensaje es uno, ¡Politiquero Mapochino go home!
(Si insulté a algún amigo capitalino, mil disculpas, tras asomar mi cabeza por la ventana y respirar aire puro, me di cuenta que hay cosas más importantes que ser políticamente correcto).
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