Uno de los pintores modernos más fascinados por el sol es el inglés William Turner (primera mitad del siglo XIX). Tanto más sorprendente cuando el sol, en sus esplendores de brillos y calores, es esquivo del United Kingdom. Son más bien famosos los nublados de siempre de Londres. Pero Turner supo mirar (con ojos materialistas) y miró donde sí estaba. Llamado después por la crítica un paisajista más bien romántico –contemporáneo de J. Constable–, se encontró con mucho sol a menudo. Lo hizo en oleos y, muy notablemente, en acuarelas. El libro mío “Estudio del sol” que produce en estos días RIL Editores, trae una sección completa de conversaciones poéticas con algunas de sus fantásticas vistas del cielo.
Turner es un adelantado en las tentativas con el sol. Un momento técnico certero en él, consiste en pintar el sol difuminado por nubes que son, a su vez, transfiguradas por el astro “a sus espaldas” (o, convencionalmente, “arriba”). Pues para mirar directamente al sol se necesitan algunos trucos. De lo contrario te quedas sin ojos. Eso me ha enseñado William.En este cuadro el pintor nos ofrece la visión del viaje final del gran buque de guerra a velas, el Temeraire, siendo empujado por un remolcador a vapor hacia su cementerio último y el triste desaguace
En esta ocasión propongo el poema Un Remolcador –que pinta poéticamente el cuadro que acompaña esta publicación. El sol de Turner es una variante del sol moderno. Como, por lo demás, moderno ha sido siempre y nunca dejará de serlo (en cada amanecer, dice ese “Estudio del sol”). Siendo más concretos, en este cuadro el pintor nos ofrece la visión del viaje final del gran buque de guerra a velas, el Temeraire, siendo empujado por un remolcador a vapor hacia su cementerio último y el triste desaguace. Ya no más las velas y el viento: la máquina a vapor se establece en un buque pequeño y funcional –y más tirador que cien velas henchidas. Además, esos humos de carbón quemado de la mirada de Turner, nos anuncian todas las contaminaciones particuladas aéreas de estos dos siglos que han seguido.
Turner no lo supo pero lo supo. Porque supo ver lúcidamente la nueva época mecánica del mundo Occidental (luego, cómo los humos, global; como Santiago de Chile precisamente en estos días en que comienza el invierno de aires fríos y la inversión térmica). Mi admiración para los ojos de Turner. Para su mano en los pinceles. Para su memoria de mirar y conservar los detalles. Para sus astucias de artista. He aprendido la mitad de lo que hoy sé del sol contemplando las figuras de sol de este agradable señor inglés que se paseaba por la campiña…
Un Remolcador
Un Remolcador empuja
Tira tira al Temeraire gran velero de época
Peso muerto en un cuadro de lo más vivo
William se concentra en el humo de caldera
De un Remolcador cruzando trabajando la bahía
Y en lo que brota de la chimenea alta delgada solitaria
sobre una cubierta breve y funcional
Es un humo pero rojizo
Que va a confundirse todavía
entre las nubes enrojecidas de la puesta del sol
Un punto negro adelante hay cruzando la estela aun del sol
Caminando como distraído por la campiña otro día
William es cruzado por una caldera a carbón con ruedas
que no le sorprende
Pero he aquí que allí delante hay una curva de rieles
Y un viento en contra
Y la masa de humo se dispersa
He aquí que ahora lo ha visto
Esa cosa difuminada regia
Que no deja ver bien la locomotora
Y William cree por ahí ver otro sol
Luces particuladas negras
Pues este es carbón quemándose en la oculta caldera
con ruedas
Y ve otra nube fascinado
Le basta un glance para registrar toda la calidad
de esta novedad tirando vagones ruidosos
Un Remolcador había por la bahía
Un rerere tirando
Con fuerzas de frente a tu mirada
Se venía a dejar
Que ya no se podrán de nuevo esas marinas soleadas
Y transparentes nubosas y limpias
Esas mezclas
abiertas
Para tu imaginación que las cierra hermosamente
Hay más humo en las telas
Apenas se ven los remolcadores que siguen tirando
ya sin cargas. Puro tirar. Sin puntos de fuga
Y ves los dos mundos que se cruzan
Pero, ¿cómo podrías saberlo todo?
Solamente mirando hoy delante otras miles de chimeneas
Y humos de petróleos que nadie presentía
Los mares ennegrecidos
Con tormentas de polvos artificiales
Las tormentas románticas cruzadas por la bahía
Comentarios
04 de abril
El sol de ese atardecer en un puerto inglès de la primera mitad
del siglo XIX, es el mismo del atardecer de ayer frente a la playa del
Tabo en Chikle central. Este sol hace los dìas y las noches, y las ha
venido haciendo de igual manera desde antes que llegàramos.
Sin embargo, nosotros estamos cambiando el cielo de los atardeceres.
El humo de carbòn de este remolcador en el cuadro de Turner,
todavìa es humo que va a combinarse con las nubes del cielo.
Las transparencias del aire persistìan; desde hace unos 100 años que
comenzamos a borronearlas. En este cuadro hay tanta tristeza como
entusiasmo. Turner no opta sino por las dos emociones. Es un gran
contemplador del tiempo, por encima de las coyunturas.
Ese sol le enseña unas permanencias que son concretas, fìsicas,
cosmológicas, tanto como lo que se llama espirituales. Todo el cuadro
(y el poema) vibra oscilando los colores (y las palabras).
0
09 de abril
Es un artículo muy interesante donde el poeta alusina con la pintura que difumina toda una historia completa de la mirada del pintor Turner.Ambos poeta y pintor grandiosos en sus respectivas áreas.
Talentoso el que observa con tan pulcritud el espectáculo echo arte y poesía.
Felicidades Fernando, excelente artículo y poema que lo acompaña.
+1
10 de abril
gracias Natalia. Efectivamente estamos en las tentativas
de diàlogos de pintura (y artes visuales, tambièn fotografìa),
y lenguajes de las palabras (poesìa, narrativa, testimonio).
Este inglès William Turner solamente me facilita todos
estos «trabajos» –que son un gran juego–.
Saludos en tus tierras….