Como es de esperarse, todas las familias en el territorio nacional celebrarán, a su modo (trabajando, de descanso, convaleciente o arriesgándose a contraer el virus), un nuevo aniversario de la conmemoración de la “primera Junta de Gobierno” de Chile, luego del cabildo abierto de los vecinos de Santiago, la capital del reino a la sazón, un 18 de septiembre de 1810.
La tabla de la reunión en el edificio de la Real Audiencia, era el debate por instaurar un gobierno interno leal al rey Fernando VII de España, prisionero en manos del emperador francés Napoleón Bonaparte; y administrar en nombre de la corona del imperio español, o levantar un gobierno nacional temporal y, de hacerlo, en nombre y a la lealtad a la persona de Fernando VII. La balanza se inclinó por la alternativa de levantar un gobierno interno leal a la figura de Fernando VII, por lo que cualquier orden que no proviniera del legítimo rey, no tenía efecto en la Capitanía general de Chile.En la actualidad, ad portas de un plebiscito trascendental, la ciudadanía nuevamente debe observar la división en tres partes del sistema político, donde los proyectos que se levantan como alternativas para los votantes son en esencia antípodas
Se establece que este acto de reunión de alrededor de 400 vecinos en la plaza de Santiago ese martes 18 es el primero de tipo soberano, más allá de la autonomía, y es lo que cualquier comunidad política libre busca realizar: Manifestar libremente la voluntad soberana. La instalación del primer gobierno nacional, es el acto fundacional de la voluntad soberana del pueblo chileno. Pero, ¿bajo qué lógica o fundamento político y filosófico?
Los vecinos de las ciudades coloniales, en especial aquellos aristócratas criollos; hijos de terratenientes españoles, han logrado acceder a todo el movimiento intelectual europeo, con el iluminismo y el liberalismo democrático. Con la odiosa diferencia entre peninsulares y criollos, más las noticias de la revolución liberal y declaración de independencia de los EEUU de América en 1776 y luego la revolución francesa (1789), sentó el caldo perfecto para la emergencia y hegemonía del movimiento patriótico emancipatorio, que al día del cabildo abierto fueron denominados como los exaltados.
Este grupo o partido político (aunque formalmente nunca lo fue) es el primer antecedente del impulso emancipatorio nacional. Se les denominó también “radicales”, cuarenta años antes de la creación formal del aún existente Partido Radical de Chile, por Francisco Bilbao desde el seno de la “Sociedad de la Igualdad”. También estaban los “moderados”; quienes proponían negociar entre la lealtad al rey Fernando VII y las aspiraciones de independencia del imperio. Por último, están los partidarios del rey o realistas; para este grupo la alternativa es la mantención del antiguo régimen y fidelidad al rey y a la corona.
De los tres “partidos políticos” de la Patria Vieja (1811-1814), los dos primeros se mantienen a lo largo del proceso emancipatorio y de organización de la República (1817-1828), siendo las bases de los posteriores partidos conservador y liberal, mientras que el grupo realista desaparece una vez consolidada la república (12 de febrero de 1818). Exaltados y moderados continuaron su debate político en el devenir histórico, mientras con la caída del antiguo régimen en el territorio de la novel República, los realistas no tuvieron lugar, por lo que quienes se quedaron debieron optar por los moderados para mantenerse vigentes en el debate político.
Reflexionando respecto a la primera constitución del sistema de partidos, aunque solo en los hechos, puede observarse que la fracción del sistema es tripartito, fenómeno que repite durante las décadas de 1960-1970 y luego entre 1990 a la actualidad. Ese trío de agrupaciones o posiciones ideológicas representan espacios muy precisos y claros: en los extremos tenemos los grupos en pugna radical, donde la posición de uno es resistida en su totalidad por el otros. En el caso de la época de la independencia los realistas a la derecha del espectro político, mientras que los exaltados en la extrema izquierda, un grupo grueso de moderados para hacer de válvula o jugador con poder de veto entre una y otra opción.
Esta misma disposición se observa en el período entre 1960 y 1973, donde los partidos liberal y conservador se fusionan para crear el Partido Nacional, para representar los intereses e ideas de derecha, muy conservadora y tradicional. El centro, nuevamente mayoritario, es representado por el partido Demócrata Cristiano, propuesta política que viene desde el mundo conservador, pero que rompe con esa tradición al adoptar posturas consideradas socialistas, por lo que pretenden levantar una tercera opción. El tercer grupo político son las alianzas de izquierdas que pretenden levantar un proyecto socialista y desarrollo interno industrial, la “vía chilena al socialismo”.
En la tercera época que se observa esta división es durante el período de la transición y retorno de la democracia. Aunque desde 1990 hasta 2014, en el Congreso Nacional estaban representados dos grupos o coaliciones políticas, que representaron a la derecha y a una “moderada” centro-izquierda en la llamada “Concertación de partidos por la Democracia”, que gobernó Chile durante 20 años. Luego están los grupos y partidos políticos excluidos del debate en el Congreso Nacional, por efecto del sistema binominal, con el argumento de forzar alianzas grandes, moderar las posiciones y mantener el orden del sistema político (gobernabilidad), y que son los antecedentes de los actuales partidos y movimientos políticos de izquierda, algunos agrupados en el llamado “Frente Amplio”.
En la actualidad, ad portas de un plebiscito trascendental, la ciudadanía nuevamente debe observar la división en tres partes del sistema político, donde los proyectos que se levantan como alternativas para los votantes son en esencia antípodas, donde unos persiguen mantener lo más posible el actual modelo de desarrollo, con reformas al sistema político y conservar el grueso de las bases instituidas en la actual Constitución. El otro proyecto, a grosso modo, plantea la necesidad de refundar al Estado, en el que se contemplen los derechos económicos, sociales y culturales de las personas, con una seguridad social propiamente tal, con derecho efectivo a la educación y a la salud, al menos, y que la vivienda y el trabajo deben ser derechos protegidos y promovidos por ese nuevo Estado. La tercera vía, son los “moderados” entre la mantención del status quo y la refundación del Estado, que abarca desde una parte de la centro-derecha a una parte de la centro-izquierda.
Por ello, para este 18 de septiembre, afectados por una pandemia que no da tregua, debemos ser lo suficientemente responsables de cuidarnos durante estas fiestas para evitar contagios y así encontrarnos habilitados para participar en esta crucial decisión en la historia de nuestra República.
¡Viva Chile!
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