El Estado. ¿Qué sabemos de él? ¿Compartimos todos el mismo concepto de Estado?
Cada persona, según su experiencia y socialización tiene y puede legítimamente tener un concepto muy diverso sobre lo que se debe entender por Estado.
No obstante, se debe acordar definiciones comunes o mínimas sobre esta entelequia creada; originalmente, para garantizar la paz, encauzar el debate y la lucha por el poder (la política para algunos), señalada como herramienta de dominación desde los postulados de Thomas Hobbes (1651) al acordar rendir todo el poder y la soberanía individual en un monstruo que llamó Leviatán, cuyo objetivo primordial es terminar con el Estado de guerra de todos contra todos, a través de la obediencia por la fuerza a la voluntad de ese Leviatán o Estado.
Un siglo antes, Maquiavelo comenzó la tradición de llamar a esa organización del poder alrededor de una autoridad aceptada por la comunidad política y que brinda protección, en este caso en la figura del príncipe como regente o director de la ciudad, la cual dicta sus propias leyes debido a la posibilidad de libertad que provee a la comunidad el príncipe, es decir, el Estado; o sea, lo que incumbe a la vida pública o ciudadana.El objeto de esta reflexión, es revisar los enfoques teórico-político detrás del vocablo “Estado” y la urgente necesidad de discutir un nuevo Estado
En el pensamiento maquiaveliano se puede observar los elementos del Estado moderno. Por una parte, la ciudad, la manifestación viva de la comunidad política, organizada en la asamblea de ciudadanos libres, y por otro los llamados a defender la integridad y la libertad de la ciudad bajo el mando del príncipe (la fuerza). Esta característica, la participación de la comunidad política en todos los ámbitos de la vida pública, dirigida por un príncipe firme, sabio y fuerte, es lo que define a una sociedad política virtuosa, es decir, libre.
Tanto en Hobbes como en Maquiavelo, se observa que una característica del Estado fundamental: El monopolio de la fuerza. Superados los contractualistas, avanzando durante el siglo XIX emergen las ideas influenciadas por el positivismo, donde se buscan no solo explicaciones fundadas en la razón, sino también comprensión y descripción de los fenómenos de la realidad. Ya inaugurada la era de las Ciencias Sociales con Comte durante el primer tercio del siglo decimonónico, se transita por los pensamientos de Marx, para llegar a la comprensión contemporánea del Estado con Weber y Hayek, quienes representan las “ideas de la fuerza” en la base de cada una de sus enfoques acerca del Estado.
El desarrollo del siglo positivista continúa con la descripción que hace Karl Marx, particularmente luego de la experiencia de las olas revolucionarias en Europa en 1848. Para la teoría marxista el Estado es una herramienta de dominación, primero por el antiguo régimen (monarquía) y luego por las repúblicas y sus democracias liberales, donde la clase dominante ya no es la realeza sino la burguesía o los dueños del capital productivo. Es decir, el Estado es la extensión política de una clase social por sobre las demás, la que domina todos los aspectos de la vida de la comunidad política, pues controla y concentra el poder y la fuerza socialmente organizada. Por tal motivo, para Marx la abolición del Estado es la condición insalvable para lograr una sociedad comunista sin Estado y sin clases.
El contexto de convulsión social durante la década de 1845-1855 en Europa se ve principalmente influenciada por los estragos económicos que las guerras napoleónicas y el período de restauración de las monarquías. Una era de transición donde surgen los primeros brotes de las futuras repúblicas europeas y monarquías constitucionales, en las que la emergencia del proletariado como actor social y político es lo que termina por hundir al antiguo régimen, por la presión ejercida para abolir todo vestigio de autocracia y monarquía para transitar hacia una participación política universal e impulsar una institucionalidad basada en las promesas de la revolución de 1889: Liberté, égalité et fraternité.
Avanzando durante el último tercio del siglo XIX encontramos los orígenes de los pensamientos que se disputaran el poder durante el siglo XX, principalmente en las democracias industrializadas. Por una parte, tenemos el trabajo del sociólogo alemán Max Weber, cuya categorización del Estado por su funcionamiento y administración sirven para establecer patrones de comparación y así poder determinar si el Estado analizado es un “Estado fallido” o no.
Otro aporte de Weber es la definición que hace del Estado. Para este científico social el Estado moderno es “asociación de dominación con carácter institucional que ha tratado, con éxito, de monopolizar dentro de un territorio el monopolio de la violencia legítima como medio de dominación y que, con este fin, ha reunido todos los medios materiales en manos de sus dirigentes y ha expropiado a todos los seres humanos que antes disponían de ellos por derecho propio, sustituyéndolos con sus propias jerarquías supremas.” (Weber, 1979:92).
La dominación por medio del monopolio de la “fuerza socialmente organizada” es el elemento conector con los conceptos previamente revisados. La violencia como mecanismo de garantía de obediencia y la nula disputa de la fuerza por terceros al Estado, son los vasos conectores con las concepciones anteriores, y la innovación que advierte Weber es que una clave del éxito estaría en la estructura burocrática que posea, para responder tanto a las demandas de la población civil como a las amenazas externas, elemento característico de los Estados nacionales bien organizado.
La posición respecto al Estado, la política y la economía de Weber, lo explica Graciela Inda se encuentra influenciado por la época que vive este autor alemán. Inda sostiene:
“La fórmula weberiana para enfrentar los que aquí he distinguido como los dilemas del Estado moderno, esto es, los problemas de una reconstrucción del Estado burgués en medio de los movimientos revolucionarios y el contexto de la guerra y la posguerra, consiste en un delicado juego de equilibrio de poderes, de pesos y contrapesos.” (Inda, 2012:35).
De lo anterior se desprende que el ideal de Estado para Weber es el impulsado por los socialdemócratas alemanes, que plantean la necesidad de organizar a los trabajadores proletarios no revolucionarios en unión con la burguesía para anular el rechazo de los obreros al modelo de producción capitalista, lo que obliga; necesariamente, a que el Estado se ocupe de necesidades básicas de la existencia digna de las personas, implicando con ello, su oposición a la idea de un Estado liberal gendarme como también a una revolución socialista.
Ya en pleno siglo XX, con una guerra mundial que asoló Europa, los Estados nacionales vieron su gran prueba de existencia. Los colonialismos e imperios comenzaron su debacle, surge el Estado socialista luego de la revolución de noviembre (octubre) de 1917 en Rusia. Nacen nuevas repúblicas como la República de Weimar, como se conoció la constitución de la república alemana luego de la 1era guerra mundial. Esta es la situación que vive Weber en la Europa de postguerra y es el contexto dentro del cual el autor vienés Friedrich Von Hayek desarrolla su tesis plasmada en “El camino a la servidumbre” y que publica en 1944.
Von Hayek es una de las figuras centrales del desprecio contra el colectivismo como forma de organización política, social y económica, y que es el liberalismo clásico el modelo a seguir para lograr el bienestar general de una nación. Es más. Este autor austriaco rescata la vieja idea que es la voluntad individual, agregada al conjunto de la sociedad individualista, la que genera las condiciones para el logro del bien común. Y qué entiende Hayek por “bien común”, no como un fin en sí mismo, sino que un medio para la consecución de varios intereses.
En consecuencia, según Von Hayek, el Estado individualista (o liberal), es una “organización que combina el esfuerzo conjunto de individuos para la realización de fines que le son comunes, [y que se constituyen con] sistemas de fines propios y medios propios” (Hayek, 2007:92). El Estado es una persona en sí misma y poderosa, pero solo dentro de los límites de sus propios fines, y esos fines particulares del Estado están dados por el acuerdo al que los individuos en conjunto acuerden. Este autor plantea que únicamente la iniciativa individual, libre de intervención estatal, genera riqueza y prosperidad, y es el fundamento teórico y político del modelo económico propuesto por Milton Friedman en la década de 1970: El neoliberalismo.
Von Hayek plantea que las democracias libres son las que se fundan en el principio de libre disposición de la propiedad privada, y que las economías centralmente planificadas inevitablemente degenerarán en dictaduras, pues la planificación sofoca a la libertad por la imposibilidad de acordar muchas voluntades. Por tanto, la democracia para Von Hayek tiene un carácter utilitario para salvaguardar la paz interna y la libertad individual, o sea, el monopolio de la fuerza. Y que bajo un gobierno de una sociedad homogénea y doctrinaria (léase una sociedad más igualitaria y politizada) puede tornar a una democracia como la peor dictadura.
Es por lo anterior, que para Von Hayek es trascendental en su idea de Estado, que el derecho debe amparar siempre la libertad de emprendimiento, por lo que únicamente un Estado de derecho es el que garantiza la libertad de los individuos y su seguridad (paz). ¿Les suena esto último? Pues es un breve resumen del sustento teórico-político para el concepto de Estado subsidiario de los últimos 40 años.
Es este modelo de Estado (el subsidiario), impuesto por las reformas de la dictadura cívico-militar del general Pinochet y sus “Chicago boys”. Todo en manos del mercado, la conculcación de derechos sociales, reducción del Estado, y un largo etcétera. ¿Qué ocurrió 40 años después? Estallido social en octubre de 2019. No lo vieron venir.
El objeto de esta reflexión, es revisar los enfoques teórico-político detrás del vocablo “Estado” y la urgente necesidad de discutir un nuevo Estado. Un nuevo acuerdo que garantice un Estado benefactor y protector de sus ciudadanos, no una herramienta de dominación por parte de una élite reducida que concentra un alto poder económico y político. Es ahora cuando se debe organizar y mantener el debate y exigir al Gobierno que se garantice el plebiscito que consulte por una nueva Constitución política.
Comentarios