Corrían los meses del invierno de 1983. Y las Asistentes Sociales se hacían parte de los esfuerzos precarios por mantener la sobrevivencia popular. Y ahí fue cuando uno de los testimonios de aquella época, señaló, en un rostro atravesado por la crisis social…señorita comemos agüita de arroz …el arroz se lo damos los niños …y nosotros nos quedamos con el agüita.
Esto, que aconteció en lo más profundo de la crisis de la dictadura y del azote que sufría el pueblo, vuelve a repetirse hoy díaHoy en pleno siglo XXI, cuando pensábamos que había terminado la época más negra de nuestra historia reciente, el fantasma negro del hambre se cierne sobre la población de Chile y sobre los mismos territorios.
Hoy, marzo de 2021, las Trabajadoras Sociales, esta vez en teletrabajo, están recibiendo el mismo y trágico testimonio:
… ¿como lo hacen para comer?
¿señorita …mi marido está postrado
Y yo con una pensión …comemos …solo agüita de arroz
Cuando la dictadura acometió contra el pueblo para que este pagará la crisis del 81, se generó a su vez, la más grande movilización popular que se haya conocido a fines del siglo XX. Las protestas populares marcaron el fin o el inicio del fin de la dictadura. Y aconteció la negociación que el imperialismo tuvo que realizar para sostenerla, a condición de mantener la esencia del modelo.
Hoy en pleno siglo XXI, cuando pensábamos que había terminado la época más negra de nuestra historia reciente, el fantasma negro del hambre se cierne sobre la población de Chile y sobre los mismos territorios. El primer testimonio que mostramos, acontecía en la Población la Bandera. Ahí en el pasaje Alpatacal, que se llenó de veredas de bolones con las cuadrillas del PEM y el POJH…los cesantes del 83.
El segundo testimonio lo escuchamos hoy día y acontece en una comuna similar de la zona sur.
Bernarda Gallardo, alguna vez expresó, que las ollas comunes era la respuesta popular el problema del hambre. Y que junto con satisfacer a la necesidad de sobrevivencia diaria se había convertido en una alternativa de crecimiento grupal, comunitario y personal. Y eso acontecía, fundamentalmente, porque había una alta concentración de capacidades de regeneración del capital social orientadas al desarrollo popular y comunitario por parte de las ONG y de la Vicaría de la solidaridad. Y del propio movimiento popular y sus partidos políticos, que incluyo la respuesta armada a la dictadura.
Hoy el pueblo está solo. O bien está aislado en cada una de sus casas. Están confinados. Y si no fuera por la presión de la protesta popular de los días viernes en Plaza Dignidad, parecería que la movilización social efectivamente fue encapsulada. Es el despliegue final del neoliberalismo oligárquico dictatorial y represivo, que responde a la insurrección del 18 de octubre de 2019. El costo en asesinados y mutilados es evidente. Y ahora como resultado final, el hambre de la pandemia campea en los territorios populares de Santiago. Y la rabia y las lagrimas se juntan cada día en la cocina popular, que cada día se ve mermada para parar la olla…Solo agüita de arroz.
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