Bien podría este verano ser recordado como el año en el cual nuestra clase política comenzó a salir descaradamente del clóset para comenzar a mostrar lo que ayer mostraba con pequeñeces.
Para una mayoría, quizás la gran mayoría de los chilenos, la Venezuela de Maduro es una dictadura condenable que hoy vive bajo la amenaza de una intervención extranjera aún más condenable, pero para nuestra clase política los discursos a favor o en contra tienen matices que muestran, en la mayoría de los casos, que “el fin justifica los medios”, dejando entrever un nivel de inmoralidad discursiva que no puede dejar indiferente a nadie. Las dictaduras jamás podrían ser el camino para procesos revolucionarios que buscan justicia social, y mucho menos una intervención económica o militar de un país, podría ser el camino para solucionar lo que solo con diálogo puede encontrar el camino, y mucho menos es aceptable hoy acordarse de Haití con la intención de defender lo indefendible cuando ayer no fuimos capaces de acordarnos de ellos.
Durante este verano nuestro país vivió una serie de desastres naturales, entre aluviones e incendios forestales, donde una vez más nuestros líderes de gobierno y oposición mostraron en su mayoría una preocupación que nos dibuja liderazgos más bien reactivos que propositivos. Al parecer cuesta entender que nuestro país vive acompañado de una serie de eventos naturales que se transforman en desastres naturales por culpa de nosotros mismos. El sufrimiento y angustia de unos pocos no puede transformarse en la pasarela de moda para la foto de Instragram o Faceboock que los pueda hacer parecer medianamente preocupados, pero jamás ocupados.
Tema aparte, pero contingente, que deja una vez más en evidencia el oportunismo político que obliga a la frase ingeniosa, comprometida, empática, eso sí solo para las redes sociales, es la instalación de los medidores eléctricos. Tema que se discutió durante 2017, principios de 2018 en el Congreso, por parte de distintos sectores de parlamentarios, que tuvo un amplio respaldo y que hoy ante la presión y molestia ciudadana se declaran simplemente sorprendidos, haciéndonos creer que en nuestro país todo se teje en esferas desconocidas para ellos, declarándose sorprendidos de sus propios errores.
Este verano deja la sensación que la inmensa mayoría no se siente representada por la pequeñeces discursivas de quienes, atrincherados en ideologías políticas, intentan pintarnos una sociedad dividida, cuando en la cotidianidad la única división que existe es entre los que ejercen el poder y quienes tienen que afrontar día a día las injusticias
En resumen, este verano deja la sensación que la inmensa mayoría no se siente representada por la pequeñeces discursivas de quienes, atrincherados en ideologías políticas, intentan pintarnos una sociedad dividida, cuando en la cotidianidad la única división que existe es entre los que ejercen el poder y quienes tienen que afrontar día a día las injusticias, errores que cometen aquellos que al fragor de una contienda electoral se comprometieron a defendernos. Así como vamos, se vislumbra un Chile con un clima poco sano para la mayoría de los ciudadanos, quienes terminamos financiando los caprichos y pataletas de unos pocos que enquistados en el poder intentan pintarnos mundos idealizados, donde los únicos favorecidos son ellos y su núcleo familiar.
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