Tras cuarenta años de viento en calma, se ha desatado en el pais un vendaval de perdones sin precedentes. Me pregunto si tiene alguna justificación profunda o si, por el contrario, es sólo un conjunto de medidas interesadas en lograr, o aminorar o disimular un determinado fin. Una especie de moda.
No siento mucha cercanía con el perdón cristiano que, según entiendo, es consecuencia de una disculpa, o de una confesión de pecado. En todo caso, es una acción del ofendido, una ofrenda hacia el ofensor, quien lo pide por gracia o como producto de su confesión. Si así fuera, en casi todos los perdones que han surgido como las callampas tras una lluvia, falta justamente eso.
¿Qué significa, en verdad, una confesión? No puede ser otra cosa, a mi entender, que la verbalización de un hecho punible concreto que se ha cometido. Ello no puede sino incluir los correspondientes detalles. «Sí, cometí tal acto. En tal fecha y de tal manera, en contra de tal persona». Está claro que los detalles , en el tema que estamos tratando pueden ser en extremo duros de expresar, crudos, y vergonzosos.
En el caso concreto de los detenidos desaparecidos en Chile, no puede omitirse la prolijidad. No se trata de ser escabroso, se trata de aliviar los dolores de una incertidumbre que ya se ha prolongado demasiado tiempo. Por muy cruel que haya sido la acción, los familiares de detenidos desaparecidos necesitan, para iniciar el duelo y poder pensar en algo parecido al perdón, saber cómo ha sido aquel desenlace, dónde yacen o fueron a dar los restos del padre, hijo, esposo, hermano que desapareció hace treinta o cuarenta años.
Pedir perdón, sin haber previamente confesado, me parece un acto inmoral, una nueva afrenta a quien se ha ofendido con actos injustificados. Los perdones que hemos escuchados no sólo son tardíos, son incompletos e insuficientes.
Más aún, si se piden así, en términos genéricos, en nombre de una institución. Se ha dejado pasar demasiado tiempo, se ha ocultado la verdad de manera científica, tratando de borrar todas las huellas. Sabemos que muchos fueron a dar al mar. Otros, están enterrados en el desierto, en tumbas disimuladas. Los familiares no disponen ni siquiera de un lugar para ir a dejar una flor, para sentarse a meditar y recordar a quien ha desaparecido por acción de terceros. En esas circunstancias, el verdadero perdón es imposible, los ofensores piden un olvido voluntario, algo imposible de lograr.
Pedir perdón, sin haber previamente confesado, me parece un acto inmoral, una nueva afrenta a quien se ha ofendido con actos injustificados. Los perdones que hemos escuchados no sólo son tardíos, son incompletos e insuficientes.
Más aún, si se piden así, en términos genéricos, en nombre de una institución.
Las instituciones deben reconocer culpas, omisiones, responsabilidades. Aunque las personas ya sean otras. El pacto de silencio que han jurado las fuerzas armadas (sí, con honrosas y escasas excepciones) debe terminar. Es, para el ciudadano común muy difícil de imaginar unas fuerzas armadas que deben defendernos y que nos han atacado a mansalva. Es responsabilidad de los mandos actuales dar vuelta una hoja, terminar con el silencio y hablar claro. Es posible que, en algunos casos, la verdad no se pueda reconstruir. Pero en muchos otros, es posible y necesario. Dados esos pasos, el perdón no será necesario pedirlo. Surgirá, espontáneo y generoso, en el corazón de una ciudadanía que desea mirar hacia el futuro con la frente en alto y en paz consigo misma.
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Foto: Wikimedia Commons
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Alberto Guzman Meza
Don Pedro
Muy buena la columna, al paso que concuerda con aquella que nos presentó la iglesia
Verdad, Justicia y perdón, emulando al primer gobierno de la Concertación, con su frase tan desafortunada: Perdón «En la medida de lo posible.
Con la perspectiva de un habitante del fin del mundo, se nos hace difícil esclarecer hechos de tamaña gravedad ocurridos hace cuatro décadas.
Con la mirada de un europeo o de un estadounidense no es más que ayer.
Ellos están investigando quién asesinó a Tutankamón.
Sólo es cuestión de voluntad
jose-luis-silva
Esto de lod DHH, confesiones y perdones parece teleserie Venezolana. Probablemente en 200 años mas entenderán con mucho mas naturalidad la tipica situación de muchas victimas inocentes cuando hay grupos combatientes que se mezclan entre civiles para confundirse con ellos y evitar que los identifiquen y nadie sabe que traman y que tanta fuerza tienen, etc…. El resultado será la pesquiza de los civiles que puedan estar cercanos a los terroristas, eso ha ocurrido siempre y ocurrirá simpre aqui y en la quebrada del ají. De hecho los combatientes de todo el mundo usan uniforme hace miles de años, para proteger civiles inocentes
Por eso, sin pretender exculpar nada, en 200 años mas esto de perseguir a ex militares, incluso partidarios políticos, enrollarse en pedir perdon o no pedir perdon, etc. parecerá un show medio patológico y sólo se jusgará lo concreto: la obra del Presidente Pinochet.
Saludos
fernando fernandez
Vuelve a la escuela –si fuiste alguna vez– a aprender a escribir.
Irene Acevedo
NI MIL PERDONES, NI MUCHAS RECONCILIACIONES DEVOLVERÁN LAS VIDAS DE LOS QUE HAN DESPARECIDO Y MUERTO, NI PODRÁN SANAR LAS HISTORIAS DOLOROSAS DE FAMILIAS QUE TUVIERON QUE VIVIR EL EXILIO, EL SILENCIO, LA REPRESIÓN, LAS VIOLACIONES, LAS TORTURAS Y MUCHOS OTROS ATROPELLOS QUE NO SE JUSTIFICAN CON NADA. POR ELLO…CUALQUIER ACTO QUE SE HAGA DESPUÉS DE UN DÍA O CUARENTA AÑOS POST DICTADURA NO TIENE VALIDEZ POR ESO..PARA QUE NUNCA MAS EN CHILE …PARA QUE NUNCA MÁS
juan
Sólo podrán cerrar las her seráidas cuando exista un acto de humanidad por parte de los agresores, antes será imposible.