Vuelvo / quiero creer que estoy volviendo
con mi peor y mi mejor historia
(Quiero creer que estoy volviendo, Mario Benedetti)
María Cecilia, Juan Ernesto, Jacqueline del Carmen, Elizabeth del Carmen, Luis Jorge, José Fernando, Jacqueline Paulette, María Teresa, Segundo Norton, Rolando Gastón, Elizabeth Mercedes, José Alberto, María Teresa, José Ernesto, Alfredo Gabriel, Modesta Carolina, Julia Sonia, Susana del Pilar, Gilberto de Las Mercedes y Jaime Eugenio.
Aquí está la memoria de nuestros compañeros, no sólo la nostalgia. Aquí están sus nombres, su militancia política, su vida y la brutalidad represiva que se ensañó con ellos. Acá están sus saberes, sus ideas, sus conceptos, sus contextos. Aquí está un esfuerzo por (re)construir un saber sobre el pasado reciente y superar la amnesia social que encubre a los responsables, incluidos nosotros mismos.Varias generaciones de trabajadores sociales, sufrieron en carne propia, la persecución, la muerte, la tortura y la marginación de sus empleos y funciones en dicho período
Reconstruir los orígenes del espacio ocupacional ha sido una tarea muy compleja, en tanto, los datos la mayoría de las veces son vertidos en forma muy escueta en las diversas fuentes. Esta tarea fue como armar un rompecabezas, que me ha dado mucha satisfacción por la novedad que representa y porque espero que se modifique una falsa percepción de la historia sobre la creación de los servicios sociales y los orígenes del trabajo social (Oliva, 2007: 9).
La reflexión desplegada por el trabajo social durante la década de 1960 y los primeros años de 1970, no exenta de tensiones, conflictos y radicalización de posiciones, será abruptamente interrumpida por los sucesos vinculados al Golpe Militar de septiembre de 1973. Que cambió el curso de los sucesos profesionales y configuró el trauma que da origen a la memoria profesional del período. A partir de esa fecha, la profesión enfrenta una situación de represión y censura, que origina que los avances de la etapa anterior comiencen a desdibujarse.
En Chile del siglo pasado se aplicaron dos grandes procesos de Reforma en las que trabajo social estuvo implicado, y que fueron iniciados en el Gobierno democratacristiano de Eduardo Frei Montalva (1964–1970) y profundizados por el Gobierno de la Unidad Popular de Salvador Allende Gossens (1970–1973), estas son la Reforma Educacional y la Reforma Agraria, que con distintos énfasis vinieron a profundizar las miradas y debates.
Por ser protagonistas, testigos, observadores y parte de la generación de asistentes y trabajadores sociales que fueron asesinados y no la heredera de dicha generación. Con la convicción de que tal como marcaba Benjamín, la historia se teje entre la generación pasada y la actual, entendiendo que investigar este periodo es una forma de resistencia a la dictadura y a su criatura: el neoliberalismo.
Recuperar biografías, ampliar relatos y narrativas, exceden los tiempos y espacios de la naturaleza del trabajo social. A diferencia, intentamos rescatar la memoria, desde marcos del pasado, procurando captar el interjuego entre ética y política, de ese escenario disciplinador de los 60, en que cada cuerpo tenía un lugar, para unos la jerarquía y la autoridad, para otros la sumisión y el convulsionado mundo de los 70.
Contra ese orden establecido, los jóvenes expresaron su inconformismo en el plano de lo pautado, lo instituido y desarrollaron prácticas con sentido crítico, emancipador y desalienante, buscando construir fraternamente una sociedad mejor. Estos jóvenes hicieron una ruptura generacional, rompieron con las visiones impuestas por sus padres, con auto identificaciones de clase, cuestionaron los procesos en que fueron socializados.
Durante las dictaduras militares que surgieron en América Latina en la década de 1970, ejemplo, Argentina (1976) y Uruguay (1975), el trabajo social como profesión fue relegado y restringido en su ámbito de acción. Varias generaciones de trabajadores sociales, sufrieron en carne propia, la persecución, la muerte, la tortura y la marginación de sus empleos y funciones en dicho período, confluyendo luego en variados espacios creados por las Iglesias y otras instituciones anexas.
En el Chile dictatorial, el trabajo social heredó de la reconceptualización, su eje principal en la defensa absoluta de los Derechos Humanos y el desafío a los problemas generados por los constantes estados de emergencia y las consecuencias del nuevo modelo económico que generaba represión, cesantía, hambre y pobreza. Es en esa función, que comienza a desarrollar nuevas formas de trabajo solidario, praxis emergente que se confronta con el modelo asistencial impuesto por la dictadura y que constituye la práctica profesional dominante durante ese período (Hernández y Ruz, 1978).
Para el trabajo social, el período dictatorial constituye una valiosa experiencia por dos elementos: lo solidario implica una prolongación del trabajo con las organizaciones populares, en momentos de aislamiento, fragmentación y derrota del tejido social y segundo, enfrenta a la profesión a un nuevo ámbito de defensa y promoción de los Derechos Humanos. Labor que reafirma una ética con la dignidad de las personas, que hasta ese instante estaba incluida en los planteamientos epistemológicos del trabajo social reconceptualizado.
Sin embargo, cada día es más evidente que este modelo socio-económico, instalado por la dictadura militar, va perdiendo credibilidad, tanto ante las personas con las que trabajamos, como ante nosotros mismos, en nuestra duplicidad de ciudadanos-votantes y profesionales-asalariados.
¿Quiénes escribieron la historia del trabajo social?, conmemorar, rememorar, recordar y rememorar nuevamente, traer al presente hechos del pasado, revisitar las historias, los aprendizajes y compromisos de hombres y mujeres profesionales y estudiantes de Servicio Social, nos deben interpelar en nuestro ejercicio profesional, pues, “Los dolores que nos quedan… son los compañeros que nos faltan”.
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