Raúl Hasbún (78), sacerdote, quedó fuera de las pantallas de Megavisión desde la segunda semana de abril y con él, la Iglesia está en retirada de la televisión abierta. Hasbún argumentó: “La institución ha perdido importantes espacios para evangelizar en la TV abierta. Si nosotros no somos capaces de transmitir lo que es bueno y malo, mala cosa es que tengamos menos tribuna en televisión, porque nos permitía formar la conciencia moral”.
Hace un tiempo haciendo zapping sintonicé Megavisión. Con rosario en mano el curita pontificaba iracundo en contra de aquellos que criticaban y mostraban una mirada diferente del Papado y al Vaticano. El enfurecido comentario tiene su origen en la serie PapaVilla que hoy se exhibe en un canal de cable. Hasbún con su verborrea y rostro de iracundo fanático las emprendió contra los malos cristianos -en su visión- que permiten esas expresiones. En su argumento sostuvo que se estaba faltando el respeto al Papa y por ende al propio Jesucristo. Si la figura del Papa correspondiera a una unidad con Jesús -pobre de él-, ¿qué crímenes, alianzas y ambiciones tuvo que soportar el que se supone es el hijo de Dios? No hay que ser teólogo para saber de la oscura leyenda de poder y mafia que ha vivido y existe en el Vaticano.
Hasbún es repudiable en su práctica de fe. Recordemos que este cura defiende con énfasis a la dictadura y los servicios de seguridad del régimen. Es acusado por una de las protagonistas que vivió el infierno desde adentro, Luz Arce, de concurrir con frecuencia a la sede de los organismos represores, como visitas al asesino y torturador Manuel Contreras en el Penal Punta Peuco. En su cristianismo jamás fue capaz de ver el rostro del torturado, asesinado, preso en forma ilegal, hecho desaparecer por los mismos a quién regularmente hasta el día de hoy visita. En esos hombres y mujeres concretos -para él- no vivía ni sufría el señor que Hasbún dice tanto amar.
Para los creyentes -no para mí que dejé de creer hace varios años- el Dios de Jesucristo sin duda no es el Dios de Hasbún. El cura tiene como Dios una muletilla que invoca y le sirve para disfrazar y justificar sus perversiones, ansias de poder, frustraciones, figuración, vivir bien explotando la fe y temor de los más sencillos y aquellos poderosos que con limosnas y sacrificios buscan calmar la conciencia, ante el imperativo de un Dios que habla fuerte a favor de los pobres y oprimidos.
El reducido y repudiable sector del pinochetismo y otros de la clase dominante necesitan de este parlanchín que en nombre de Dios justifica lo injustificable. Hasbún es la expresión feroz del profesional de la fe, aquellos que cargan pesados bultos a otros pero que ellos dirigen y predican. La pesada carga que impone la Iglesia es para que zánganos como Hasbún vivan y gocen de la mentira de anunciar a un Cristo que no conocen. Él es un fiel representante y defensor del sistema clerical que da estatus y protege a la clase dominante. Me pregunto, ¿puede salir algo bueno de lo que él intenta pregonar en lo que se supone dice; “que la actual ola de destape signifique la descomposición moral de la televisión abierta en Chile”?
La mayor parte de la población chilena estamos muy felices de que esté fuera de circulación este falso profeta de la fe, de quién fue (y aún lo es) un servil a los señores del dinero, de los más deleznables y monstruosos criminales que azotaron el pueblo de Chile durante la dictadura. Porque Raúl Hasbún es cómplice de las más atroces violaciones a los Derechos Humanos cometidas durante 17 de años de terrorismo de estado ocurrido en Chile (1973-1990), que escondido en sus hábitos y sin ningún remordimiento, entregaba la hostia y daba de beber el vino directo desde el cáliz al asesino dictador, Augusto Pinochet.
* Felipe Henríquez Ordenes – @PipeHenriquezO
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Fotografía: Jaime Terán / Licencia CC
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