#Sociedad

La rebelión de l@s abusad@s

Compartir

Diagnóstico de la crisis: A mal entendedor, demasiadas palabras

Comienzo este texto con una frase conocida por todo el mundo, casi un lugar común, referida -en su origen- al sector de la salud y dice que un buen diagnóstico es clave para definir un adecuado tratamiento, por el contrario, un mal diagnóstico no permitirá resolver el problema.

Entonces, debemos situarnos en la posición del Diagnóstico de esta crisis. A riesgo de perder precisión, es necesario simplificar. ¿Cuál es el problema central de esta crisis?

En mi opinión, lo que hace crisis en este estallido social es el quiebre de la relación Abusador-Abusado(a).

Está más que descrito (y desde hace varios años) el comportamiento abusivo de una elite que, desde lo político, lo económico, lo religioso, lo cultural, lo social, lo urbanístico, por mencionar algunas esferas, exacerbó (estiró el elástico) su posición privilegiada de poder, en beneficio propio a niveles superlativos, exagerados y desprovisto de cualquier borde ético y moral, llegando a excesos nunca antes vistos en nuestra historia. La incontenible codicia de esta elite es la causal del profundo malestar acumulado por el resto de la población, esa que no forma parte de la elite, esa población que paga la fiesta pero que no es invitada a ella.

Como vivimos en sociedad, la excesiva acumulación de algunos se compensa con el excesivo empobrecimiento de otros, no hay otra manera de acumular sino a través de la expropiación a otros.

Podríamos dedicarle muchas horas a detallar las diversas (y algunas innovadoras) formas en que el abuso se fue constituyendo en una práctica común de las elites, lo daremos por sabido. Podríamos dedicarle también muchas horas a analizar las responsabilidades de diversos sectores de la sociedad que fueron permitiendo que el abuso se entronizara hasta hacerse algo cotidiano; cada vez nos sorprendíamos menos con cada escándalo; siempre -hay que anotarlo- descubierto por la prensa y no por las policías o por la justicia; cada vez veíamos con mayor escepticismo las consecuencias reales de los actos de abuso y corrupción. El abusador parecía estar en el paraíso, un verdadero oasis.

Hay que anotar que esta relación (enfermiza) tuvo durante al menos 17 años, el manto protector de una dictadura y su principal arma, el miedo, pero una vez recuperada la democracia (así con minúscula) las bases que sostenían esta relación no cambiaron y en muchos ámbitos no solo se mantuvieron, sino que se acrecentaron ahora con la anuencia de una institucionalidad que por un lado hizo oídos sordos y por otro se acomodó en una zona de privilegios crecientes.

Pero ¿Qué pasó con el otro de esta relación, es decir con el abusado?

La incontenible codicia de esta elite es la causal del profundo malestar acumulado por el resto de la población, esa que no forma parte de la elite, esa población que paga la fiesta pero que no es invitada a ella.

Los años noventa (terminada ya la dictadura) fueron años de calma, de resurgimiento de la esperanza, de aperturas, de crecimiento económico, de superación de la desastrosa herencia de pobreza que dejaron los ochenta, fueron años de consolidación de un sistema político cojo pero que al final, caminaba. La alegría ya viene; crecer con igualdad, justicia en la medida de lo posible y ese posible alcanzó para muchos, lo posible dejó conforme a mucha gente que honesta e ingenuamente entendió que le dejaba a la política profesional la tarea de reconstruir las bases de una nueva convivencia nacional. Creció el consumo, nuevas capas sociales antes privadas de la magia del comprar tuvieron en esos años la posibilidad de acceder a este nuevo paradigma social y personal, parecía que el camino sería lento pero razonable. El chileno es tranquilo, aguantador, hasta sumiso. Nos cortaban la luz a fines de los 90 y nadie reclamaba, allende los andes quemaban las estaciones eléctricas, aquí algunos silbidos y nada más, todo tranquilo, se fundaba el oasis.

A partir del nuevo siglo es cuando se consolidan las bases de lo que sería esta especie de “acuerdo” entre las elites, cada grupo tiene su coto de caza, se van repartiendo el animal a su gusto y nadie molesta a nadie. Al abusado se le diseñan algunos atajos, algunos caminos por donde transitar en esta jungla, universidades privadas que florecen en el libre albedrío, créditos para que los hijos de la clase media estudien y se endeuden, el mercado financiero a las personas crece despiadadamente, el retail asegura provisión de lo que queramos, pague con su tarjeta.

Otra vez los estudiantes

Como tantas veces en nuestra historia y en la de otros pueblos, los estudiantes levantan la voz, algo huele mal en Dinamarca y desde ese año, el 2006, no hemos parado; el abusado comenzó a despertar, las cosas ya no estaban tan bien como parecían estar, ya no bastaba barrer la basura bajo la alfombra.

Educación, pensiones, salud, crisis del agua, mare nostrum regalado a perpetuidad, colusión en las farmacias, los pollos, el papel higiénico, corrupción en las FFAA y Carabineros, Soquimich y el Litio, escándalos de corrupción en Codelco, se rompen los silencios por los abusos de los curas, corrupción en el fútbol, suma y sigue y las elites…bien gracias. ¿Qué esperaban? ¿pensaban que el oasis sería eterno?

Vuelvo a la pregunta original. ¿Qué es lo que está en juego hoy?

Una parte de la elite, totalmente sobre ideologizada, cree que lo que está en juego es el modelo de relaciones del sistema capitalista y salen a defenderlo con dientes y uñas utilizando toda esa artillería de basto poder que han tenido y aún tienen. Sería bueno que entendieron que lo que está en crisis es la relación abusador-abusado, no está en juego la tesis marxista de explotador-explotado, la gente no está llamando a construir la patria socialista de Marmaduque o de Allende, la gente se cansó del abuso y busca poner fin a estos largos y oscuros años en que han sido pisoteados y abusados. Hasta que la dignidad se haga costumbre, hermosa frase que resume el clamor de la calle, basta de abusos, nada más noble que buscar relaciones sociales, económicas, políticas y culturales gobernadas por la sensatez, la racionalidad, el equilibrio, la justicia. Si las elites no entienden esto, todas sus propuestas de resolución serán equivocadas y los costos de esa falta de comprensión pueden ser catastróficos.

0

Los contenidos publicados en elquintopoder.cl son de exclusiva responsabilidad de sus respectivos autores.
Te invitamos a conocer nuestras Reglas de Comunidad

Comenta este artículo

Datos obligatorios*