Sentido común es algo así como salud contagiosa (Alberto Moravia)
Hoy, que nos toca “bailar con la fea”, trato de superar la página en blanco y, buscando la tan esquiva inspiración, pensé en refranes, proverbios o simplemente frases aplicables a esta situación en la que me encuentro (nos encontramos) e intenté desentrañar su sabiduría, contrastándola con el panorama actual. Lo hice, no por querer “buscarle el cuesco a la breva”, sino porque quiero enfrentar a esta pandemia y ver cómo superarla.
Comencé, entonces, una búsqueda entre mis amistades comentándoles algunos estados de ánimo, exagerándolos de manera de provocar su intervención. Escuché todo lo que tuvieran que decirme porque “no hay peor sordo que el que no quiere oír”
Comencé el experimento demostrándome clara y profundamente pesimista.
-De esta no salimos, les dije.
–Esto está recién comenzando. Mejor que nos hagamos a la idea de que no nos veremos nunca más.
Se espantaron, se preocuparon me dijeron que mejor es ser optimista, que “contra el optimismo no hay vacunas”, contra el coronavirus tampoco, pensé conspiranoico, pero preferí no decirlo. Mi hermano me dijo que debía enfrentar de mejor manera este enclaustramiento, que recordara “que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana” y no supe si había o no ironía en sus palabras fase 1. Recuerda, por favor, me dijeron, que “no hay mal que por bien no venga”, “no hay mal que dure cien años” y que “nunca está más oscuro que cuando va a amanecer”. Alguien me dijo que lo importante será mi actitud, que no es que las cosas ME pasen, sino que ellas suceden y yo debo ver si me afectan o no. Le di un par de vueltas a esta idea y algo de razón le encontré, al menos puedo reconocer que no ME pasan sino que NOS pasan y es que en la idea de lo colectivo, siento algo de alivio, como si por ahí pudiera pasar la solución, aunque, claro “mal de mucho, consuelo de tontos”Hoy, que nos toca “bailar con la fea”, trato de superar la página en blanco y, buscando la tan esquiva inspiración, pensé en refranes, proverbios o simplemente frases aplicables a esta situación en la que me encuentro (nos encontramos)
Después del pesimismo quise mostrar que me había recuperado y comencé a enviar meme tras meme a todos mis contactos. Pasó muy poco tiempo antes de que me enrostraran que “la risa abunda en la boca de los tontos”. Me defendí citando a Lutero y les dije que “mi risa es mi espada, y mi alegría, mi escudo” y eso no podrán retrucarlo de modo alguno, pensé. Craso error, las redes sociales pueden ser implacables; “el fanfarrón causa risa y no produce daño”, me dijeron algunos, que ahora son ex amigos. Hubo quienes me advirtieron que no insistiera en el humor pues no debía olvidar que “después de la risa viene el llanto” No obstante, insistí, pensando en que “al mal viento buena cara” y me apliqué a hacer reír a cada una de las personas más queridas para que supieran que “la risa es la distancia más corta entre dos personas” y que como decía Marx “La risa es una cosa demasiado seria”
Dejé pasar unos días y me demostré irremediablemente optimista. Me preguntaron tanto si estaba medicado como si me había tomado mis pastillas. Los y las optimistas de hace poco me llamaban a la calma y la prudencia, que recordara que si bien “las cosas pueden ser para bien, también pueden ser para mal” “recuerda que no todo lo que brilla es oro”, me decían. Cuando manifesté mi deseo de volver al trabajo presencial de una buena vez y así obligarme a levantarme temprano, casi al unísono me dijeron que “no por madrugar amanece más temprano”. “Zapatero a tus zapatos”, pastelero a tus pasteles y “más sabe el diablo por viejo que por diablo” me dijeron cuando interpreté las cifras confiando en que se aplanaba la curva y todo volvería pronto a ser como antes. Finalmente cuando les expliqué que había que creer y apoyar a las autoridades en sus decisiones, me dijeron que “en el país de los ciegos el tuerto es rey”. Eso me devolvió el optimismo porque pensé que aunque tal vez “no hay peor ciego que el que no puede ver” algo podremos hacer para entregarle claridad a esos ciegos, aun en este periodo oscuro, ya que “la luz que más alumbra desde la sombra ilumina”.
Los días siguientes me demostraron que la refranística puede ser extraña y muy poco clara. Por ejemplo cuando le comenté a mis contactos que fui al supermercado y no encontré papel higiénico, me respondieron crípticamente con un escatológico “todo pasa por algo”, al reclamar por la falta de mascarillas recibí un “cuando fuiste martillo no tuviste clemencia, ahora que eres yunque, ten paciencia.” Y así se sucedieron cada cual más extraño e ininterpretable, “no te harán creer otra cosa frailes descalzos”, “no comulgues con ruedas de carreta”. Al lucir mi nueva apariencia recién afeitado, me dijeron que “hablen cartas y callen barbas” y algunos me recomendaron “poner las barbas en remojo”. Fue todo tan extremo y tomando en cuenta que “cuando el río suena es porque piedras trae”, decidí suspender mi experimento sabiendo eso sí, a cabalidad, que “podría ser peor” (la experiencia y este texto)
Por cierto, aunque “a buen entendedor pocas palabras”, el Marx citado más arriba se llama Groucho.
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