Las personas no distinguen la diferencia de estos conceptos y equivocadamente los usan indistintamente, práctica muy extendida en la sociedad. Wikipedia nos entrega la regla mnemotécnica al respecto: “Todos los seres humanos han de estar conscientes para manifestarse en conciencia”. Sin consciencia (inconsciencia) no se puede tener conciencia. Cuestión que debiera tenerse presente en el accionar, más aún en lo público, que en estos tiempos deja tanto que desear.
Consciencia, de la raíz latina “conscientia” refiere a “ser conscientes de algo”, es un estado fisiológico que implica la capacidad de reconocerse ante el ethos o entorno, lo que permite el conocimiento inmediato o espontáneo que el sujeto tiene de sí mismo, de sus actos, reflexiones y su realidad. También refiere a la capacidad de los seres humanos de juzgar sobre esa visión y reconocimiento. La consciencia permite al individuo la vigilia y las funciones perceptivas, intelectuales, afectivas y motoras. El sistema nervioso central lleva información mediante la actividad cerebral, por mecanismos neurobiológicos, lo que permite al individuo la capacidad de responder de forma apropiada a los estímulos ambientales. El ser humano, cuando está consciente y mentalmente normal, puede intercambiar con otros individuos diferentes elementos de tipo social, lingüístico, ideológico, sentimental, etc.
Respecto del concepto conciencia, el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), señala su común raíz latina: “conscientia”, significando “conocimiento compartido”, y “cum scientĭa”, “con conocimiento”. El concepto tiene diversas acepciones: 1º Conocimiento del bien y del mal, que permite a la persona enjuiciar moralmente la realidad y los actos, especialmente los propios; 2º Sentido moral o ético propio de una persona; 3º Conocimiento espontáneo, más o menos vago de una realidad; 4º conocimiento claro y reflexivo de la realidad. Se define también como “subjetividad”, el estado de conocimiento de objetos externos o de algo interno a uno mismo; inclusive la experimentación bruta de cualquier sensación, aún en ausencia de significado o conceptualización sobre la relación entre el sujeto y esas cosas. La conciencia, es la capacidad para reconocer la coherencia moral y la consecuencia ética.
Ambos conceptos “consciencia” y “conciencia” son esenciales para entender la vida y el trascendente llamado para que la persona expanda, amplíe o eleve la consciencia. Uno de los elementos más trascendentes en las personas es su estado o nivel de consciencia, la capacidad para percibir el universo, distinguiendo entre lo interior y lo exterior.
Ambos conceptos “consciencia” y “conciencia” son esenciales para entender la vida y el trascendente llamado para que la persona expanda, amplíe o eleve la consciencia.
Desde el fondo del tiempo las personas han elevado su consciencia, buscando respuestas a las grandes preguntas: ¿Qué somos?, ¿De dónde venimos? Y ¿Hacia dónde vamos? De allí viene el antiguo aforismo griego “Conócete a ti mismo”, que estaba escrito delante del templo de Apolo (Delfos), deidad del panteón griego vinculado con la verdad y la luz (conocimiento). Sócrates en coherencia con este aforismo, enseñaba a sus discípulos la necesidad de gobernarse a sí mismo; la importancia del pensamiento como base de la vida; la permanente búsqueda de la sabiduría, más allá del conocimiento. Justo lo que tanta falta hace en el mundo actual, en la política y en las principales instituciones de la sociedad, para el cultivo y práctica de las virtudes, para superar el materialismo e individualismo, promoviendo el Desarrollo Humano, anclados en una ética Humanista. ¿Será muy utópico o inalcanzable? ¿Tiene usted consciencia de este desafío?
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Carlos Cantero
Muchas gracias Rolando, por tu comentario y profundo aporte. Notable la profundidad de esas líneas: «Se perdió. Solo se volvió carne. Nunca nació del Espíritu. Tal vez nunca supo cómo se nacía del Espíritu, para ser espíritu y no carne, entonces: ¿es deber del Estado enseñar a los ciudadanos qué es la ciencia del bien y del mal para que entiendan qué es la vida y qué es la muerte?»
La interrogante final es controvertida y de interesante análisis. Abrazo fraterno!!
Jorge Sepúlveda
Excelente explicación y aclaración, y se tiende a confundir con lo mismo, pero gran diferencia tener conciencia a ser consciente..
Carlos Cantero
Querido amigo Jorge, gracias por tu comentario. Estas conversaciones buscan contagiar pensamiento crítico. Gracias por tu compromiso!!
Enrique
Gracias por el artículo aunque no acabo de entenderlo. Siempre he dudado de esas definiciones, de esa diferenciación. Desde niño, en los salesianos, nos marcaban entre diferentes tipos de conciencias, recta, falsa, vaga, libertina o yo qué sé más. De forma que me creó gran «cargo de conciencia» y desasosiego el no saber cuál era la mía realmente. Así que, por mi parte, borraría del diccionario esta palabra por entender que es un concepto demasiado vago y «tormentoso».
Creo seriamente que nos bastaría con utilizar la palabra consciencia; más si lo que se busca es (como dice que decía Sócrates) la sabiduría más allá del conocimiento.
Un saludo
Enrique
Rolando Saldías
El mundo se dirige a un despelote. A ese árbol que envejece. A ese planeta puesto como símil de un vestido que envejece. A ese recuerdo de la historia que envejece. Al uso de la ciencia del bien y del mal que cada vez se olvida más y se practica menos, tendiendo a su olvido, en favor de una cultura de aceptar «la diversidad» (no bastando el vivir con amor), para que no sea criticada con el uso de la ciencia. ¿El costo? Puede ser la muerte, porque muchos caminos parece que conducen a la vida, pero, su fin es la muerte. ¡Uy! ¡Se nos perdió el ciudadano que juramos proteger, enseñar y corregir! Se perdió. Solo se volvió carne. Nunca nació del Espíritu. Tal vez nunca supo cómo se nacía del Espíritu, para ser espíritu y no carne, entonces: ¿es deber del Estado enseñar a los ciudadanos qué es la ciencia del bien y del mal para que entiendan qué es la vida y qué es la muerte?
SOMOS templo del Espíritu Santo.
Vasos de barro construidos por el Alfarero para honra o para deshonra.
Una mezcla de un ser biológico en el que habita el Espíritu de Dios.
VENIMOS del polvo, de barro seco al que se le ha soplado aliento de vida.
VAMOS hacia la nueva Jerusalén, al paraíso de Dios, a comer del árbol de la vida eterna y a disfrutar de la presencia de Dios y del Cordero inmolado.
Nadie puede CONOCERSE a si mismo, pues de Dios son nuestros caminos, y hasta el hablar de nuestra lengua.
¿Quién conoce el poder de tu ira, y tu furor conforme al temor que se te debe?
Salmos
Háblame de El Temible.