El pedido más claro en las calles, un clamor bastante popular que sostienen personas con diferentes posturas políticas. Si le preguntas a una persona de derecha, esta te va a decir que su razonamiento va porque “ha hecho una labor demasiado blanda y débil”, mientras que una persona de izquierda te hablará del “poco tino respecto a las demandas sociales”, y una persona no muy interesada en política te hablará de que simplemente “todos deben irse”.
Tras la renuncia de la ministra Marcela Cubillos, no son pocos los que piensan de que hay una posibilidad de que el presidente Sebastián Piñera esté gestando todo el ambiente para una posible renuncia al cargo. Es, por cierto, una teoría conspirativa, sin mucha validez real, pero en un país donde hemos visto de todo, vale hacerse la pregunta titular de esta columna.
Según nuestro ordenamiento jurídico, si el presidente ha de renunciar, esta debe ser aceptada por el Senado, con escucha del Tribunal Constitucional según el artículo 53, numeral 7 de nuestra Constitución Política, siendo una atribución exclusiva de la Cámara Alta el poder aceptar o rechazar dicha dimisión. Ante lo que está ocurriendo en el país, y suponiendo que puedan haber transas políticas previas, es muy posible que si Piñera renunciase, dicho requerimiento sea aceptado sin más por el Senado.
Del mismo modo, en la Constitución, dentro de las atributos básicos del Presidente -artículo 29, inciso tercero y cuarto- están las reglas para determinar la sucesión, dependiendo esta de la fecha en la cual se realice. Si se da faltando dos años o más para el término del gobierno, será el “Vicepresidente” -no existe tal figura en la realidad, el Ministro del Interior asume dicha calidad cuando el presidente no se encuentra habilitado para ejercer su potestad, por lo que no es una autoridad permanente en el tiempo- quién dentro de 10 días hábiles tenga que llamar a elecciones en un plazo de 120 días, ante lo cual se elegirá a un presidente pro-tempore.
Sin embargo, si faltan menos de dos años, la situación cambia. En este caso, quién asume el poder es una persona electa por los miembros del Senado y de la Cámara de Diputados bajo mayoría absoluta, en un plazo de 10 días.
Es en esto último donde puede existir un fundamento a dicha teoría.
Piñera no es torpe ni ciego, tiene pleno conocimiento de que la ciudadanía ya no le tiene ninguna estima ni le otorga su confianza. Sabe que dos años más de poder solo serán un hastío para el y su sector político, y no le quedan más que palabras para su defensa débil frente a la sociedad. En cuanto a la clase política, ya ha generado los grandes acuerdos que necesitaba para asegurar que el dominio del espectro va a quedar en símiles manos y que en el caso de que una Nueva Constitución surja, exista una legitimidad otorgada por parte de este, siendo una especie de “Nixon que va a China”, como bien han referido varios académicos. Pese a ello, en caso de vacancia, es necesario que exista una cabeza preparada para mantener esa legitimidad otorgada por la política para que no salga algún personero a decir que la Constitución tiene algún tinte de corte tendencioso o favorable a algún sector político determinado.
Renunciar para el no debe ser una opción, sino que debe querer remontar para irse con algo de dignidad interna. Aparte, la clase política no tiene a nadie capaz de asumir dicho peso durante dos años, ni en la oposición ni en el oficialismo.
Piñera sabe que la clase política, teniéndola tan fácil, no va a vender la oportunidad de mantenerse a la cabeza de la sociedad chilena, por lo que “hacerle la cama” al presidente si este decide abandonar el barco no es una opción. Van a elegir a una persona capaz de ser una especie de autoridad legitimaria de dicha carta, si les dan la chance. Diferente sería el caso si le diéramos la chance al pueblo, pues en dicha hipótesis sería una verdadera guerra por los votos, que solo crearía un ambiente propicio para que la clase política arme un caos interno que termine por desamarrar el acuerdo llegado en noviembre pasado.
Por ello, la renuncia que pueda hacer Piñera el próximo miércoles 11 de marzo, es diferente a la renuncia que pueda realizar el jueves 12. En palabras duras: no es conveniente para el negocio.
Por ahora, esto es solo una teoría loca sin mucha validez, y probablemente no ocurra debido al fuerte ego que tiene el presidente. Renunciar para el no debe ser una opción, sino que debe querer remontar para irse con algo de dignidad interna. Aparte, la clase política no tiene a nadie capaz de asumir dicho peso durante dos años, ni en la oposición ni en el oficialismo.
Pero si me llegase a equivocar y contra todo pronóstico, Piñera renunciase después del 11 de marzo, no deberíamos sentirnos felices, sino todo lo contrario. Una renuncia otorgada con tal de asegurar la continuación de una clase política deslegitimada sería una prueba fehaciente de que están diseñando una Constitución para una nueva era, con las mismas personas de siempre, y de que no existe un real interés en la ciudadanía por parte de ninguno de ellos.
Sería algo decepcionante. Aunque no sorprendente, ya ha pasado antes.
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sandyeqp
¿Quién es Alejandro Guillier? Un viejo zorro tirado a radical que se vestía de las banderas de la revolución y la diversidad cuando apoyó al sistema de ISAPRE sin ningún ápice crítica y generó un escándalo con el caso Calvo en las eras en las que dependía de su contendor. El sabía que no iba a ser electo. Quería hacerse de un nombre y enterrar su pasado, ya que en esa elección había chance de mantener el cupo senatorial.
El problema con la renuncia de diputados y senadores es que ellos están muy confabulados con el mundo empresarial. Saben que renunciar sería dar chance a que gente que no esta dispuesta a transar con la aristocracia actual, con las élites, pueda llegar al poder, y eso para ellos sería dejar la embarrada +1 en este país. Sería tomar demasiado riesgo a la hora de gestar esa decisión, por eso prefieren no hablar. Nunca en la vida he visto que algún diputado o senador cumpla con su palabra de renunciar cuando lo enuncia o vocifera de forma clara.
sandyeqp
Y sobre una sucesión: es claro que sería Blumel. No es un hueón fuerte políticamente hablando, no está preparado ni tampoco podría ser capaz de enfrentar situaciones de alto riesgo. Pero es lo suficiente, y eso es lo que buscan.
Cuando Blumel asumió como ministro de Interior, lo que los medios recalcaban de importante era que era un «rostro nuevo» por pertenecer a Evópoli, que es básicamente lo que RN era a fines de la dictadura, ó sea, la derecha disfrazada de centro derecha. Blumel es solo el tipo que será el «legitimario». El programa de gobierno que siga por los casi dos años que le resten será el de Piñera con modificaciones, y la atención pública apenas estará centrada en el. Será un año de atención mediática, meses si gana el Apruebo, pues en dicho caso se repartirá entre gobierno y órganos constituyentes, y luego elecciones de nuevo. Se elige al sucesor y pam, se acabó Blumel. Ni siquiera va a tener calidad de ex-presidente, a ese nivel.
Es nada más que un rostro suficiente, una imagen nueva para subsanar algo de lo que vaya quedando en la derecha y para simbolizar la transición política que se viene. Pero como dije, es solo una teoría loca. Nada más.
abechtold
Como bien comentan, en resumidas cuentas el que renunciaría no es Piñera, sino que el concepto de Presidente: el poder. Fuera quien fuera, todos hubieran tironeado en el momento 0 hasta rajarlo. Derecha e izquierda. Si hubiera estado Bachelet, los epítetos tipo PiñeraQLO serían bastante peores, pues también tenía muchos flancos. Por lo tanto, lo que hay que reconocer en Piñera es que, aun con sus propias debilidades, ha aguantado ser el punchingball de todos, y aún así se mantiene en el poder. Por lo tanto, quizas es el único que logra sostener la Republica en estos días tan aciagos en que cada uno busca llevar agua a su molino.
Si renunciara, no quedaría otra cosa que una guerra civil o secesión. Porque el reemplazante seguramente sería alguien mas proclive a la izquierda, lo que dejaría knockout al concepto de poder policiaco-militar; con ello, las calles serían tomadas por quien quiera, con la consiguiente disputa por ese espacio entre caudillos locales, seguramente muy relacionados con el narco. En este caso, me imagino la papa caliente que tomaría la izquierda institucional, sin poder negarse a todo lo que piden los grupos de poder en las calles, y por otro lado sin ninguna capacidad de imponer orden.
Cuando las personas, ya mas tranquilas, logren darse cuenta de que lo que ha habido es un reventón institucional de la República, no del Presidente, quizás logren darse cuenta que Piñera ha sido probablemente el único que hubiera aguantado.
Patrick H. Fisk
Se habló de la renuncia de Bachelet, se habla de la renuncia de Piñera y también se hablará de la renuncia de algunos asambleístas, pero nadie aún ha dicho nada de la renuncia de Diputados y Senadores, que en su eterno gallito bi o tri partidista, nos tienen en un desastre representativo.
Extrañamente me agradó tu columna, la sensatez de cada uno de tus análisis goza de respeto, eso es bueno, pero es importante recordar algo.
La opción a Sebastián Piñera era Alejandro Guillier, ningún otro fue real contendor.
Así que volvemos a lo mismo, y jugando con fuego, de renunciar el Presidente (no lo creo, ni lo quiero) QUIÉN?
Chile está demasiado acostumbrado al diálogo de sordos y más allá del pésimo oído del Presidente y del nefasto trabajo del tercer piso, fue electo democráticamente y si no somos de respetar eso, estamos empezando a cultivar el modelo político más nefasto que existe.
Buena columna, me cae mejor tu alter ego jajajaj