Han sido meses difíciles para el Gobierno de Piñera. El estallido social puso en jaque la capacidad de liderazgo del Presidente, dando como resultado la aplicación de un conjunto de decisiones erróneas y fuertemente cuestionadas: el Estado de Excepción Constitucional de Emergencia fue el reflejo de una manejo reactivo e incapaz de levantar un diagnóstico acertado de la realidad socioeconómica de la población, la que pedía a gritos mayor equidad y justicia social. En suma, la represión a la movilización social y popular trajo consigo serias consecuencias a la legitimidad del Gobierno.
Esta falta de confianza en el Gobierno y en las instituciones fue respaldada por la encuesta CEP de enero de 2020: tan sólo un 6% aprobaba la actual administración; el número más bajo desde el retorno a la democracia. De esta forma, Piñera pasó a ser el Presidente con menor aprobación en treinta años.
El segundo hito que está creando estragos en el Gobierno es la actual pandemia por coronavirus. El 2020 estuvo marcado por una serie de desaciertos y confusiones en la materia: constantes cruces de posturas entre las autoridades y el Colegio Médico, la no aplicación de cuarentenas en meses críticos, el no cierre de fronteras, el problema con los contratos por la utilización del Espacio Riesco, entre otros, pusieron en tela de juicio la capacidad de manejo y conducción del Gobierno en momentos sumamente complejos. A lo anterior se suma la pésima gestión en la entrega de ayudas sociales para mitigar los impactos de las cuarentenas -tardíamente- aplicadas: la discusión del Ingreso Familiar de Emergencia fue un espectáculo digno de circo. Además, los montos ofrecidos no alcanzaban a suplir las más mínimas necesidades de las personas. Tras ello, en un hecho histórico, las personas tuvieron que recurrir a sus Fondos Previsionales para tener sustento económico.
Las dos coyunturas anteriores han debilitado la imagen y cuestionado la gobernabilidad de la presente administración. En consecuencia, es necesaria la recuperación de la confianza entre la ciudadanía, el Gobierno y las instituciones políticas. Lo anterior se logra a través de un trabajo en terreno, con las personas y la ciudadanía, con los medios masivos de comunicación cubriendo todos y cada uno de los pasos de gestión del Gobierno, resaltando las buenas decisiones políticas, logísticas y sanitarias; con un Gobierno proactivo, que se anticipa a los problemas y actúa de forma preventiva y no reactiva. Con un Gobierno que da a entender que aprendió de sus errores. Todo lo anterior se enmarca en un hito: la llegada de la vacuna de Pfizer & BioNTech y la posterior inoculación de la población. Fue un acierto firmar acuerdos con las respectivas farmacéuticas para traer las vacunas en tiempo récord y así comenzar a atenuar las consecuencias de la peor catástrofe sanitaria mundial de los últimos cien años.
El Gobierno necesita recuperar terreno, confianza, legitimidad y gobernabilidad tras cometer errores -casi de forma sistemática- en los últimos dos años
En síntesis, el Gobierno necesita recuperar terreno, confianza, legitimidad y gobernabilidad tras cometer errores -casi de forma sistemática- en los últimos dos años. Un Gobierno que estuvo a punto de caer (según Jacqueline van Rysselberghe), con tan sólo un 6% de aprobación -pasando a ser la gestión peor evaluada desde 1990- necesita enmendar el rumbo para cumplir las necesidades y expectativas de su electorado. Tarea difícil en un escenario político hostil y poco amigable.
En busca de la legitimidad.
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