Mucho se ha discutido en libros, seminarios, columnas, cartas al director, etcétera, sobre el Tribunal Constitucional chileno. Voces como Atria y Salgado, por ejemplo, han sido contestes con el actuar de dicha institución. Sin embargo creo que estas discusiones, más que dar argumentos de por qué debiera o no existir ese Tribunal, nos muestran la verdadera naturaleza del problema. Esto porque, si bien la sustancia de los argumentos esgrimidos de ambas veredas es plausible, es la forma en que se está llevando la discusión la que denota que el problema es político y no técnico-jurídico. Ese cartel que se le imputa al Tribunal Constitucional, tiene letras claras: es una tercera cámara política. Por lo tanto, debe ser el debate político el que decida, y todas las personas están llamadas a incidir en él.
Cuando un problema es técnico, sólo unos pocos participan, lo hacen en instancias específicas y más que nada académicas. Por ejemplo un debate técnico sería si el material con el cual se deben construir las viviendas debiera ser hormigón, cemento o madera, y sólo un Ingeniero especialista en materiales sabrá qué es lo mejor; o en el caso de una discusión de si los actos jurídicos que no cumplen con ciertos requisitos esenciales, tienen como sanción la inexistencia o la nulidad (clásico debate del Derecho Civil). En ambos ejemplos, el problema le afecta a la población en general, pero la discusión sólo se la adjudican los expertos técnicos, ingenieros y abogados correspondientemente en los ejemplos, y el debate lo llevarán a cabo bajo las reglas de la academia: informes, seminarios, argumentos de autoridad, etc.Queda claro dónde hay ir a discutir ahora y bajo qué reglas: en el Congreso Nacional bajo el juego democrático
Por otra parte, cuando el problema no es técnico, muchos participan, lo hacen en cualquier instancia y no requieren formalidades para ello. Por ejemplo: un debate no técnico sería la implementación del aborto libre en Chile. Todas las personas van a tener una opinión al respecto y la dirán tomándose un café, caminando en la calle, en la sala de clases, etc., porque ahí el tema le afecta a todas en general y no es una temática que esté reservada a biólogos y especialistas. En un sentido técnico obviamente será debatida, sin embargo nada tiene de relevante esa discusión porque la esfera pública ya se la habrá adjudicado y será esta la que decidirá si debe o no implementarse el aborto libre.
Cuando la esfera pública se adjudica temas y los debate, comienzan a jugar otros factores distintos a los del debate técnico. No importan argumentos por autoridad, sino las experiencias de las personas. Más que palabras, entran a jugar los hechos. Nada importa que alguien sea Doctor en Biología, Licenciada en Historia, Cajero de un Banco o de un supermercado: todas las personas tendrán igual derecho a opinar y tomar posición en el debate. El problema es político y no técnico. Entonces, será la esfera pública la que decidirá el destino del debate. Y, en un estado democrático y pluralista, estos temas adjudicados por la esfera política debieran verse materializados en un organismo como el Congreso Nacional. El debate emigra desde los seminarios especializados, hacia las Cámaras de Representantes.
Hecha esta distinción entre dos tipos de debates, cabe ahora ubicar en uno de estos el relacionado sobre la pertinencia de un Tribunal Constitucional en Chile. En las revistas académicas, libros y seminarios esto se ha discutido latamente y eso no debe negarse. Empero, los últimos años ha sido la esfera pública la que se ha adjudicado el problema. Varias han sido las declaraciones de líderes de opinión relativas a la continuidad del Tribunal, es más, programas de candidatos presidenciales y parlamentarios incluían apartados que se referían al órgano en comento. Se han realizado encuestas que muestran la percepción que la población tiene de esta institución. Las columnas y cartas el director se han viralizado en una y otra postura, a saber, si debe subsistir o no un Tribunal Constitucional como el que tenemos. Por ejemplo, estudiantes de Pedagogía en Música saben que existe un órgano llamado TC que considera aceptable el lucro en la educación superior. Consumidores promedio del retail saben que este organismo impidió al SERNAC tener más facultades para defenderlos ante el abuso. De hecho esta misma columna es una muestra de que el debate es político y no técnico-jurídico. Lo que muestra que no hace falta tener un conocimiento especializado para debatir, lo que evidencia que la naturaleza del debate ya tomó otro color.
Con esto, lo que queda claro es que ya no importa el debate académico tan voraz que se ha dado sobre el Tribunal Constitucional y que ha dado pie a artículos de revistas especializadas y libros. La esfera pública se adjudicó para sí la cuestión y deberá ser ella la que, a través de los mecanismos democráticos existentes, se manifiesten. Ya sabemos que no es una cuestión de expertos, sino de ciudadanos. Queda claro dónde hay ir a discutir ahora y bajo qué reglas: en el Congreso Nacional bajo el juego democrático. Es momento de que los representantes tomen en cuenta que la naturaleza de lo discutido les requiere de un pronunciamiento, ya existen proyectos de ley que intentan discutir esto, sin embargo no se han debatido aún. Se espera que se deje de lado la actitud pasiva, porque es precisamente la pasividad la que no se permite en la esfera pública.
Sólo este es el camino que se debe seguir, de lo contrario la discusión de un tema político será estéril y seguiremos bajo el alero de un organismo que sabemos no nos es cómodo y que quizás a futuro siga siendo la piedra de tope de los avances en el país, teniendo en cuenta que en los próximos meses la composición política del Tribunal será de 7-3 (oficialismo-oposición), siendo generosos.
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