La madrugada del 15 de noviembre de 2019 se dio a conocer el Acuerdo por la paz social y la Nueva Constitución, dando inicio al fin de la Constitución de 1980. Como se sabe, el acuerdo fue entre un conglomerado de partidos políticos desde izquierda a derecha, quienes lograron un consenso para brindar respuesta a la ciudadanía sobre la demanda de Nueva Constitución, que ha sido de las más relevantes en las manifestaciones desde el primer día –y desde mucho antes también. En ese contexto ¿Fue un acuerdo que traicionó al movimiento? No. ¿Interpreta alguna demanda social? Sí, pero no lo suficiente.
La forma y el contenido del Acuerdo deja muchas interrogantes y ha sido blanco de críticas por parte de quienes no lo suscribieron. Estas críticas hacia el Acuerdo son, entre otras: falta de participación ciudadana en su elaboración; alto quórum de aprobación de las decisiones constituyentes (dos tercios); inhabilidad muy baja de los constituyentes (1 año); ausencia de Asamblea Constituyente como mecanismo para Nueva Constitución; sistema de elección de los delegados constitucionales (mismo que Diputados).
Las críticas se basan en falencias fundamentales que tuvo el Acuerdo, tanto de forma como de fondo. Se dio en un espacio donde la mesa social que encarna las demandas ciudadanas no estuvo presente, y solo participaron partidos políticos y representantes del Congreso. De hecho, Unidad Social emitió un comunicado de rechazo arguyendo que fue sin la participación y legitimidad de quienes han estado en las movilizaciones que se llegó al Acuerdo. En ese sentido es evidente que existe un vicio en la formación del Acuerdo; no escuchó a los actores sociales que han demandado, precisamente, que de una vez por todas sean escuchados. No fue en un diálogo horizontal entre ciudadanía y representantes. Una de las críticas al sistema institucional que nos rige hoy ha sido la falta de participación en las decisiones que se toman, desde las alcaldías, pasando por el Congreso, hasta el Presidente de la República.Se ganó una vía democrática de cambio constitucional nunca antes vista en la historia de Chile. En términos simples, se abrió una puerta hacia un camino que no tiene vuelta atrás.
El germen del sistema neutralizador instalado por la Constitución de 1980 aleja a la ciudadanía de la toma de decisiones relevantes, tiene una concepción minimalista del pueblo, que solo lo ve capaz de manifestarse cada 4 años en las votaciones populares. Y es eso justamente lo que irrita a las personas, que sean apartadas de las decisiones que las afectan. La formación del Acuerdo siguió la lógica que se ha venido dando en los últimos 47 años (no son solo 30). Además, en su contenido se establece que el quórum que debe seguir el órgano constituyente para tomar decisiones deba ser de 2/3, y que quienes sean electas o electos como delegados constitucionales sea bajo el mismo mecanismo de elección de Diputados. Estas reglas generan sospecha porque, sobretodo, los 2/3 le otorgan un poder de veto a la derecha sobre temas fundamentales que se quisiera estén regulados en la próxima Constitución. Si bien se asegura que las fuerzas políticas lleguen a un consenso a la hora de decidir sobre el contenido de Carta Fundamental y que exprese un acuerdo consolidado, es bastante alto el quórum de aprobación; bien podría ser 3/5. Además, sobre las reglas de elección, se dice que seguiría con la lógica partidista de elección en donde las personas independientes se verían perjudicadas en comparación con los bloques de partidos políticos, que pueden generar algún arrastre en las elecciones, dándose el caso que alguien obtenga pocos votos e igualmente sea electo por formar parte de una lista o pacto determinado.
Por otra parte, se dice que el Acuerdo no incluye a la Asamblea Constituyente como un mecanismo posible para elaborar una Nueva Constitución. Vuelta de nuevo: la ciudadanía ha estado en las calles demandando Asamblea Constituyente como una forma legitima para redactar un Pacto Social, y el conjunto de partidos y representantes presentes en el Acuerdo no otorgaron dicha posibilidad, pero cuidado, no la otorgaron textualmente, porque prácticamente con la Convención Constituyente le abren la puerta a algo que podríamos llamar luego, si así lo exigimos, Asamblea Constituyente. Finalmente, una crítica que se ha hecho es que la inhabilidad debiese ser mayor a 1 año para prevenir que quienes se encarguen de la Nueva Constitución tengan un interés particular que los podría beneficiar de manera inmediata. Es decir, se quiere prevenir que quienes elaboren las normas sobre la convivencia política y la organización del poder se beneficien por ellas mismas.
Se entiende y comparte cada una de las críticas, pero ¿Ello implica que como ciudadanía rechacemos el acuerdo y veamos a quienes lo suscribieron como traidores? La respuesta anticipada es un No. No se debe entender el acuerdo como un “Todo o Nada”, he ahí la clave. Si así se entendiera, evidentemente todos estarían en contra, debido a que se pedía una Asamblea Constituyente paritaria, sectorial, participativa, y que, por cierto, la decisión sobre su conformación y funcionamiento la estableciera la base ciudadana y que no fuera impuesta desde la Clase Política. Sin embargo, como el Acuerdo no es un Todo o Nada, es precisamente por eso que se debe aceptar, digerir y modificar en aquellos aspectos que nos parecen mal. Quien asume la postura del Todo o Nada en este tema entiende la propuesta de Acuerdo como un Todo y, como no le gusta en algunos puntos, significa Nada. En consecuencia, lo rechaza y de paso tacha de traidores a quienes lo suscriben (incluyendo a la centroizquierda). Errada es esa lectura, porque no implica que por el hecho de haber suscrito un Acuerdo que no cumpla con el 100% de las demandas y exigencias de la ciudadanía se convierta automáticamente en traidor o traidora. Sin ese acuerdo se seguiría bajo la inoperancia de un Gobierno que admitió, en Cadena Nacional, haber estado a minutos de decretar un nuevo Estado de Emergencia, y que lo único que ha hecho ha sido criminalizar la manifestación.
Todas las críticas que se apuntaron en el inicio deben exigirse en las calles, como se ha venido haciendo hace ya 1 mes de movilización, pero con el Acuerdo bajo el brazo. El Acuerdo es una ganada del movimiento. Sin movimiento social nunca se habría logrado correr el cerco desde el abuso hacia la dignidad. Sin movimiento social nunca se habría puesto en entredicho la Constitución de 1980. Entonces ¿qué ganó el movimiento con esto? Se ganó una entrega del poder a la ciudadanía, que de entrada decidirá a través del plebiscito si es necesaria o no una Nueva Constitución. Se ganó la posibilidad de elegir el mecanismo, no se debe olvidar que en un inicio el oficialismo rechazó la Asamblea Constituyente, y con la Convención Constituyente como vía disponible para cambiar la Constitución se abre la posibilidad de convertirla, en la práctica, en Asamblea Constituyente. Se ganó una vía democrática de cambio constitucional nunca antes vista en la historia de Chile. En términos simples, se abrió una puerta hacia un camino que no tiene vuelta atrás. La Constitución de 1980 dejará de existir y podremos decidir nuestra forma de organización política de forma activa y participativa. No debe olvidarse que hace más de un mes se hacía impensable que la Carta Magna nacida en dictadura tuviera fecha de defunción. Es una ganada, pero no suficiente.
No es suficiente por los puntos críticos, pero quienes rechazan el Acuerdo no pueden negar que esto fue correr el cerco hacia la ciudadanía. Más allá de estar o no en favor del Acuerdo, creo indispensable que esa toma de posición debe hacerse con el mayor respeto a quienes lo suscribieron, en especial al ala izquierda que estuvo en el Congreso e hizo posible dar fin a la Constitución de 1980. No se puede tachar de traidores a quienes estuvieron ahí intentando incluir la Convención Constituyente y la Hoja en Blanco. Tampoco debemos agradecerles: cumplieron una labor que les era exigible desde el día uno. Si se persiste en ver como enemigos a quienes estuvieron aquella noche, específicamente me refiero a la centroizquierda, estamos equivocados. Ellos no son el enemigo, se sabe perfectamente cuál es el enemigo: el abuso. Se debe seguir luchando en contra de los abusos existentes en el sistema de salud, pensiones, educación, vivienda, género, etc. Ese es el enemigo a derrotar, y todo esfuerzo que se haga por derrocar el abuso, es bienvenido. El Acuerdo es una de esas acciones que está tendiente a poner fin al abuso, tendiente, porque le falta ser mucho más fuerte en contra de él. Y entonces ¿cómo hacer de este Acuerdo algo mucho más legítimo y que la ciudadanía lo vea de forma positiva, pero no suficiente?
Se debe asimilar que no fue una pérdida. El movimiento social, y todos quienes lo integramos, debemos entender que el Acuerdo fue producto de la tensión que provocó el Pueblo al Congreso y, en general, a todos los poderes del Estado. Y esa tensión que está provocando en la institucionalidad vigente tiene una explicación. Significa que en estos precisos momentos el Poder Constituyente se está manifestando, en todo momento y a toda hora, en las calles y barrios, en cada cabildo. El Poder Constituyente se distingue de los Poderes Constituidos (todas las instituciones vigentes hoy son parte del Poder Constituido) toda vez que es aquél quien otorga vida y legitimidad a estos. Si el Poder Constituyente determina que los poderes Constituidos no lo representan (lo que ocurre hoy), se tensiona socialmente y estos debieran ceder su poder frente a él. Eso es exactamente lo que está ocurriendo, y que ya ocurrió, y se manifestó en el Acuerdo: el Poder Constituyente logró que el Congreso Nacional (Poder Constituido) propusiera un Acuerdo para una Nueva Constitución. Sin el ejercicio del Poder Constituyente no existiría tal acuerdo. Es decir, el Poder Constituyente, cuyo titular es el Pueblo, manifestó su descontento con la institucionalidad vigente, pidiendo, entre otras cosas, que se haga una Nueva Constitución para tener una nueva forma de organización del poder y del ejercicio de la política. La respuesta -tardía- del Congreso es este Acuerdo que hoy está en cuestión por lo arriba explicado. Por eso quienes fueron parte del Acuerdo y forman parte del progresismo no traicionaron al Pueblo.
Por otra parte, ¿el Acuerdo es infranqueable y no puede cambiar? No. Entender de esta forma el surgimiento del acuerdo, es decir, como una presión ejercida por el Poder Constituyente manifestado en las calles a los poderes Constituidos, nos puede ayudar a entender también cómo puede modificarse ese Acuerdo a futuro, tomándolo como un piso mínimo en donde la fuerza ciudadana debe seguir en el camino que lo ha venido haciendo desde el 18 de octubre. El Poder Constituido no tiene legitimidad para imponerle a una próxima Convención Constituyente las reglas sobre la toma de decisión, porque ese órgano albergará nada más ni nada menos que al Poder Constituyente, que no puede ser limitado por el Congreso, toda vez que este es un Poder Constituido. Es decir, perfectamente la Convención Constituyente puede adoptar 3/5 como quórum de toma de decisiones sin ningún problema, ya que el Acuerdo no es una hoja de ruta inmodificable.
Distintas son los aspectos a mejorar del Acuerdo, los mencionados en esta columna son a modo ejemplar. Existen muchas opciones para determinar el funcionamiento de toma de decisiones del órgano constituyente, pero no debiera el Congreso limitarlo de antemano. Tampoco puede, a priori, (sea la Convención Mixta o Convención Constituyente) dejarse llevar por esas reglas sin cuestionarlas. Perfectamente puede desconocer ipso facto las condiciones del acuerdo, rebajar el quórum, y decidir autónomamente su funcionamiento, vaya alguien a reclamarle falta de legitimidad al órgano que contendrá al Poder Constituyente. El Pueblo y sus delegados constitucionales deben manifestar desde ya los puntos en contra del desacuerdo. Así como se logró poner en cuestión la Carta Magna de 1980 ¿Por qué no cuestionar el Acuerdo? No debe perderse el horizonte, quienes apoyan el movimiento y firmaron el acuerdo no son traidores ni nada por el estilo, lo hicieron mandatados por el Poder Constituyente. En cierto sentido manifestaron el sentir del Pueblo, no del todo, pero ello no implica que sean enemigos. El enemigo es el abuso que ha sufrido la ciudadanía 47 años. La tarea es modificar el acuerdo y hacer de él algo mucho más legitimo de lo que es hoy, tanto en la forma como en su contenido.
Comentarios
23 de noviembre
Ariel si bien podemos concordar en el tema de quórum tribunal Constitucional , me parece al menos imprudente jugarse los movimientos sociales al todo o nada , Y si es nada todo al tacho? Ademas no veo cómo una NC podría no acojer todlas variadas aspiraciones de los diversos móvimientos muchas de las cuales como tu biien debes saber son materia de leyes,reglamentos o normas, y sin duda el no acogerlas traerá fustraciónes que debilitara cohesión del movimiento seguro soy mayor que tú y te recuerdo ( no temas ir lento solo teme no avanzar)
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