«Revolución», una palabra con distintas connotaciones y acepciones, una palabra que tiene un contenido valórico y político importante, una palabra que ha marcado la historia en muchas oportunidades- Revolución Industrial, Revolución Francesa o Revolución Bolchevique-. Producto de la herencia que dejara la dictadura de nuestro país, la palabra revolución ha sido mal entendida al punto de ser prohibida para la inscripción de un partido político.
En efecto, la semana recién pasada, el Servicio electoral rechazó la inscripción de “Revolución Democrática” en los registros de la entidad por contener la palabra revolución, argumentando que ésta -en sus diversos significados- alude a acciones contrarias al orden y a la paz social. Al margen de la calificación de esta decisión, la que en opinión personal es lisa y llanamente una censura antojadiza y carente de fundamentos plausibles, lo interesante es analizar el contenido semántico de la palabra revolución para saber si acaso el SERVEL fundamentó con buenas razones la prohibición de la palabra revolución en la inscripción de “RD”.Para construir verdadera democracia hace falta revolución, en Chile nos falta un poco más aquello, de aquél ímpetu transformador que despertara hace algunos años con los jóvenes estudiantes y que hoy nos puede situar en la senda correcta para alcanzar un país más justo e igualitario.
La Real Academia de la Lengua Española entrega variados significados a la palabra revolución, pero a efectos de sintetizar señalaremos dos. La primera, “cambio rápido y profundo en cualquier cosa»; la segunda, “cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación”.
De las dos acepciones entregadas, podemos encontrar un punto en común “el cambio brusco o rápido”. Lo cierto es que el emplear la palabra “violento” para definir el concepto, ha llevado a un sinnúmero de personas a caer en el equívoco de asimilar revolución a una acción perturbadora del orden por la vía armada o con motivos bélicos; sin embargo, lo que debemos entender por revolución es esta ansia de cambio radical, lo cual no implica, necesariamente, la búsqueda a través de métodos poco ortodoxos o violentos.
La revolución es un cambio profundo, una transformación que normalmente es asociada al mundo social, político o económico. El significado de la palabra ha ido adquiriendo una connotación negativa por la estrategia comunicacional desplegada por los detractores de las modificaciones y transformaciones reales; sin embargo, en honor a la semántica y al origen de la palabra, hoy debemos salir en su defensa y blindarla de los ojos celosos que causan oprobio al propósito de la revolución.
Los últimos años en Chile, se han vivido intensos períodos de manifestaciones sociales, estas han permitido observar el deseo de cambios importantes, de transformaciones sociales, políticas y económicas; ergo, de revolución. ¿No es el deseo de terminar con las AFP’s y las ISAPRES, un cambio brusco? ¿No es el sueño de una educación gratuita, pública y de calidad una transformación radical? ¿No es el cambio de constitución a través de la asamblea constituyente un giro violento en la forma de entender la democracia en nuestro país? A mi me parece que todas estas, por sí solas y unidas, son deseos de revolución y creo que las marchas llenas de colores, los seminarios, foros, los encuentros culturales y todos los otros mecanismos utilizados para difundirlas no son “violentos” o en caso alguno perturban “la paz social”.
Existen, en todo caso, muchos grupos políticos que creen ser o se dicen más revolucionarios porque sus prácticas o ideales están ceñidas al uso de la fuerza, a la toma del poder por la vía armada o insurrecta; lo cierto es que aquello forma parte de un juego infantil en que se desconoce el verdadero significado de la palabra, y que en realidad es asimilada con un sesgo ideológico importante para deslegitimar a otros que buscan la revolución por medio de las transformaciones democráticas.
¿Revolución y democracia como antinomias? No, en lo absoluto. Para construir verdadera democracia hace falta revolución, en Chile nos falta un poco más aquello, de aquél ímpetu transformador que despertara hace algunos años con los jóvenes estudiantes y que hoy nos puede situar en la senda correcta para alcanzar un país más justo e igualitario. Bueno, al menos cuando el SERVEL comience dando el ejemplo y levante su veto antojadizo y arbitrario a la palabra que transformará la desigualdad en equidad, la burocracia en democracia y el descontento en participación: ¡Revolución!
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