La crisis de legitimidad que vive nuestro sistema político, ha conseguido embravecer a los jóvenes y los ha conducido a tomar las riendas de las más importantes discusiones a nivel nacional y local. Claro ejemplo de lo anterior es el surgimiento del movimiento estudiantil, el que tuviera su apogeo el año 2011; efervescencia que a la postre permitiría, además, la elección de algunos rostros nuevos en la cámara de Diputados. A ellos se les ha denominado: “la bancada estudiantil”.
[texto_destacado]A propósito de lo ya refrendado en el párrafo anterior, entre la ciudadanía y en especial en los jóvenes, ha surgido un lema con el que la mayoría de estos muchachos se defiende a la hora de las campañas y más aun, alzan este lema como bandera de lucha para demostrar por qué son aptos para estar en la tan manoseada “política” y sus diferentes escaños de representación popular; me refiero al lema de la “renovación de la política”.
Un 2 de diciembre, por el año 1972, el presidente de aquel entonces, Salvador Allende Gossens, se dirigía a la juventud, a una gran cantidad de estudiantes de la Universidad de Guadalajara en México. En su discurso, Allende hablaba de la gran tarea que tienen los jóvenes en la construcción del ideario nacional y latinoamericano, de los desafíos que estaban llamados a afrontar como parte de la nueva savia de nuestros países. En el discurso, Allende se detiene un momento y dice “(…) Puedo hablarles a los universitarios a distancia de años; pero yo sé que ustedes saben que no hay querella de generaciones: hay jóvenes viejos y viejos jóvenes, y en estos me ubico yo”.
“Hay jóvenes viejos y viejos jóvenes”, este mensaje traspasa generaciones y décadas, porque Allende lo señaló en un sentido que es interpretable y aplicable hasta el día de hoy: hay muchachos/as que tienen la mentalidad y práctica de los viejos y viejos que tienen la mentalidad y práctica de un joven.
Nos encontramos próximos a un año de nuevos comicios electorales y la verdad es que cuando hablamos de renovación política debemos hacerlo en el sentido correcto. En general, los jóvenes han demostrado que tienen una visión mucho más amplia, inclusiva, proba y consecuente que los “viejos”. No obstante, la sed de poder también ha nublado la razón de muchos de ellos, llegando a una conclusión que muchos quisiéramos evitar: La perpetuación de las añejas prácticas políticas también está en algunos jóvenes. Por contraparte, existen muchos “viejos” que siendo olvidados por sus partidos, colectivos y coaliciones políticas, o incluso siendo independientes; no han tenido la oportunidad ni el suficiente apoyo para ofrecer su trabajo y voluntad a la comunidad, una voluntad que muchas veces, a pesar del tiempo, no ha sido corroída en lo más mínimo y en el fondo guarda el mismo ímpetu que un veinteañero, las mismas renovadoras ideas que alzan los adolescentes para transformar nuestro país; y que además, es potenciada por las vivencias y la experiencia que solo los años pueden entregar.
Ahora bien, sin perjuicio de lo señalado anteriormente, quisiera a su vez, que el/la lector/a no piense que la renovación política es sinónimo de juventud, pues también hay grandes “viejos” que aguardan su oportunidad para ofrecer un refresco a los apernados de siempre, ofrecer la misma actitud innovadora y transparente de un/a muchacho/a de 21 o 30 años.
No quiero inducir a yerros, no estoy diciendo en caso alguno que debamos opacar a la juventud y cortar este ciclo en que aparecen algunas luces de esperanza para la tan manoseada política y sus espacios de participación, por el contario. Me parece que somos el grupo etario que está llamado a cambiar el paradigma de la política nacional, encarnando las nuevas ideas y proyectos nacionales. Ahora bien, sin perjuicio de lo señalado anteriormente, quisiera a su vez, que el/la lector/a no piense que la renovación política es sinónimo de juventud, pues también hay grandes “viejos” que aguardan su oportunidad para ofrecer un refresco a los apernados de siempre, ofrecer la misma actitud innovadora y transparente de un/a muchacho/a de 21 o 30 años.
Soy testigo de ambos lados de la moneda, de los viejos jóvenes y de los jóvenes viejos; y a fin de cuentas, cuando hablamos de representatividad ciudadana, lo importante es elegir a quien obre con transparencia, lealtad y convicción, a quien sea capaz de reproducir y encarnar el sentir de la gente sin importar la edad que tenga. La política debe ser renovada, y esta tarea compete tanto a un joven de edad que represente el fuego vivaz de sus coetáneos, como a un viejo joven de espíritu soñador e idealista, esos viejos que han estado esperando años en el anonimato la oportunidad de plantearse como un nuevo referente para la política y la sociedad en general.
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elizabeth duran
me perese muy bn esto me ayudaron mucho
y muchas gracias
y sigan asi:)