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¿Quién entiende la política chilena hoy?

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Durante las últimas semanas se ha podido observar el bajo nivel del debate político tanto en la cámara baja como en el Senado (aunque en menor grado) dentro del Congreso Nacional. El grado de odiosidad que evidencia gran parte de la derecha que, embriagada aún con los resultados del plebiscito, considera que puede hacer de todas las materias un gallito al Gobierno. Por su parte, el “centro político” buscando capitalizar el río revuelto que provocan los “aspavientos” de esa derecha obtusa, colabora con el ambiente de desorden con su desidia e individualismo. Y la izquierda no lo hace mucho mejor, principalmente por el alto fraccionamiento que hace muy difícil la cohesión de un frente único, sólido y disciplinado, y aunque el Gobierno llamó a terreno a las “dos almas” que la componen, la inexperiencia e ímpetu de unos frente a la pusilanimidad y complejos de otros, el oficialismo se encuentra en serios problemas pues no cuenta con mayorías necesarias para impulsar sin problemas su programa.

Cabe señalar que la semana pasada se publicó una columna donde se analizó algunas implicancias políticas que tuvo la elección de Vlado Mirosevic como presidente de la Cámara de diputadas y diputados, entre las que se mencionó la falta de disciplina partidaria y la debilidad institucional de los partidos políticos para la gestión de las diferencias, como herramienta efectiva contra la emergencia de liderazgos populistas que puede generar una desestabilización que ponga en riesgo la democracia y la convivencia en la diversidad.

Ante los hechos indicados, donde hay evidente ánimo de no querer debatir por una buena parte de la derecha, donde algunos dirigentes de los partidos que representan dicha perspectiva en el Congreso Nacional realizan enormes esfuerzos por paralizar la agenda del Gobierno, dejando actuar y no condenando seria y decididamente las “salidas de madre” de colegas más exaltados, ayudando a desinformar o derechamente mentir instalando noticias falsas. La táctica y la estrategia en este sector es ya clásica, pues cuando pierden el control de la agenda y la amenaza de perder el poder político más allá de lo tolerable por ellos es inminente, buscan clausurar el debate, desorientan, desinformar y mienten, y cuando quedan en evidencia acusan persecución, censura u otra maquinación fraudulenta que habita únicamente en sus retorcidas conciencias. Es lamentable.

La persona promedio, el denominado ciudadano medio o ese que antiguamente se le denominaba “a pie”, que es considerado moderado, que no cae ante las provocaciones ni bravatas de la derecha o de la izquierda, es un espécimen sino extinto en vías de serlo. Y se sostiene esto, pues las colectividades partidistas que dicen definirse como moderados o de centro no lo son en la práctica, pues sus representantes muestran principios y valores más cercanos a una derecha moderada que de un centro propiamente tal, como ocurre con Gloria Naveillán, ex republicana; nada más lejos del centro político, ahora independiente pro Partido de la Gente; o del diputado Gaspar Rivas ex RN, y las salidas de Tarud del PPD, cuyas posturas siempre fueron profundamente neoliberales más que en su propio ex partido; de los senadores Rincón y Walker de la DC, que representaron la perspectiva más conservadora dentro de un partido que internacionalmente es de centroderecha pero que únicamente en Chile es de centroizquierda.

El centro político en Chile no es tal; al menos no con la actual oferta partidaria, y solo es una quimera para cazar voluntades ingenuas o que se sienten cómodas con una institucionalidad neoliberal, pero que se acomplejan de reconocerlo, pues son conscientes de los graves problemas que genera un diseño político que considere los principios de libertad de emprendimiento a ultranza, sin regulaciones que perturben la libre iniciativa individual, que provoca abusos de los más beneficiados (que son los que más tienen) y que requiere de un Estado subsidiario, que es impotente para resolver abusos o que cuide de su pueblo en catástrofes o plagas, porque no es capaz de generar suficientes ingresos, porque no puede emprender ni recaudar dinero a través de tributaciones progresivas que permitan financiar obras públicas, investigaciones científicas o desarrollos técnicos, porque son inconstitucionales.

El gran desafío previo a los otros más grandes desafíos del gobierno es lograr conciliar las dos almas en pugna ideológica en su interior, para lograr sacar adelante un nuevo proceso constituyente y acompañarlo hasta un cierre exitoso

En la izquierda la situación no es mejor, como ya se adelantó. Altamente fragmentada en diversos partidos políticos, la diversa oferta partidista de este sector político encuentran sus filiaciones en el Partido Socialista, el Partido Comunista y, antes de estos, el Partido Radical, los cuales se mantienen hasta hoy, pero que no son gravitantes o no lo suficiente para lograr convencer al electorado, pues quien ejerce la primera magistratura es un joven exdirigente estudiantil de 36 años que surge de un partido político que prácticamente se crea un año antes del llamado “estallido social”. En consecuencia, las desavenencias entre las diversas colectividades políticas de la izquierda son, a la vez, ideológicas (socialdemocracia versus marxismos clásicos, revisados y posmarxismos) y generacionales.

En la última reunión oficialista en Cerro Castillo, el presidente de la República intentó ordenar las filas llamando al diálogo polémico, al debate, para “lavar los trapos sucios en casa”. De dicha conversación franca, se puede observar que hubo un llamado al orden, lo cual es imperioso, pues el gobierno se encuentra en una posición muy debilitada luego del plebiscito, al nivel que las generaciones más jóvenes aparentemente les provocó un bajón emocional que facilitó a la oposición abrir varios flancos para atacar los actos del gobierno y su agenda, como el episodio con el embajador de Israel, o la defensa del embajador en España (y que no ocurrió lo mismo con la exministra Jeanette Vega) o el fracaso en evitar la aprobación del “Acuerdo Transpacífico” o TPP11, las que han debido ser resueltas, desactivadas o disminuirles el perfil con medidas o ideas que surgieron en gran parte desde el llamado Socialismo Democrático, compuestos por partidos políticos de la ex Concertación, y que representan en el gobierno el rostro de los “30 años más exitosos”, según la derecha, y que son todo aquello que en su momento criticaron duramente quienes se encuentran en el rostro que persigue la superación del neoliberalismo en este mismo Gobierno.

Como se puede comprender, entonces, el gobierno del presidente Boric no puede esperar mucho en una buena parte de la derecha, que se encuentra dominada por liderazgos que esperan odiosidades y no ánimo de diálogo polémico para lograr una síntesis de ideas que permitan el avance del país en aras del interés general de la República. Tampoco puede fiarse de los autodenominados de centro, pues solo persiguen satisfacer sus pretensiones individualistas y de mantención del núcleo del modelo de desarrollo neoliberal, aunque deben estar muy conscientes en el oficialismo que son víctima del chantaje que estos grupos ejerzan cuando vean la oportunidad para ello. Y finalmente, el gran desafío previo a los otros más grandes desafíos del gobierno es lograr conciliar las dos almas en pugna ideológica en su interior, para lograr sacar adelante un nuevo proceso constituyente y acompañarlo hasta un cierre exitoso y, a la vez, mantener a flote el corazón del programa de gobierno, para consolidar las múltiples transformaciones al modelo que el presidente prometió para que Chile sea, efectivamente, la tumba del neoliberalismo.

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2 Comentarios

abechtold

abechtold

Como siempre, el gran error de las personas es extrapolar sus propias convicciones, y creer que estas son compartidas por mas gente que la que realmente es. El liberalismo es quien reconoce esto, y dadas las complejidades de cada vida, asume que lo que se debe generar es un marco general que permita que todas esas visiones puedan convivir. Para ello se establecen instituciones y se norman ciertas cosas para permitir que estas distintas visiones convivan; pero no siempre con éxito ni reconocimiento de ese valor: el de la libertad.
En esto, la clase política, con todos los colores peleando, es una demostración de que la libertad existe; hay un valor en si. Pero esa circunstancia impide el avance en una dirección (la del color político que quiere conducir). Para «remediar» eso, un color político plantea que el «neoliberalismo» debe morir…para dar paso ¿a?…algun tipo de autoritarismo, normalmente expresado en un sinfin de normas que obligan a la sociedad a avanzar en un derrotero; otro color político lo ha visto mas simple, apelando a un autoritarismo armado o similar. Pero, en suma, todos quienes se aburren de la continua divergencia que impide «el avance», buscan una forma de sojuzgar al disentimiento. Un gran ejemplo lo escuché al otro día de parte de un un historiador de izquierda, que cuestionaba el «una persona, un voto», diciendo que el poder popular estaba en «la comuna», que es la que debe ejercer el real poder electoral. Como no le gustó el 38%, cambia el metodo…

    fernando-rosas-carrasco

    fernando-rosas-carrasco

    Hola, don Arturo.
    La concepción de liberalismo que planta en su crítica es de base moderna o decimonónica. En esa visión de la organización productiva y social, provocaron que los capitalistas liberales se vieran interpelados por las ideas marxianas que, desde la filosofía, la sociología y su crítica a la economía, levantando el velo que cubría la libre voluntad de contratar: La asimetría de poder en las relaciones productivas. La reacción a la crítica marxista es el neoliberalismo, que se vendió como la bala de plata a los problemas de inflación permanente del capitalismo keynesiano y a la crisis en la que cayó el capitalismo estatal o socialismo real.
    Como todas las disciplinas sociales, la economía va de la mano de la naturaleza dinámica de la humanidad y avanza, no es estática. Usted y yo podemos plantear teorías o alternativas, para que sean debatidas y que surjan nuevos modelos de relaciones de producción y de poder, como lo vemos con el feminismo del siglo XXI, por ejemplo, o con el capitalismo colaborativo, entre otros.
    Vivimos una etapa de transformaciones, las que se encuentran bajo presión debido a la crisis climática y que el modelo de desarrollo neoliberal no se hace cargo.
    Finalmente, las nuevas instituciones o modelos de desarrollo vendrán, y el neoliberalismo tocará a su fin, como el capitalismo keynesiano, el estatal y el liberal, antes de estos dos. Y es algo que deben aceptar y comenzar a debatir en la severidad que esta tarea impone.

    Saludos.

    FRC.-