Probablemente los errores comunicacionales de Daniel Jadue como candidato a la Presidencia de la República, en el marco de la alianza Apruebo Dignidad, serán motivo de estudios de caso en universidades, en el mundo de la política y de las ciencias humanas, y sirvan de manual a los interesados respecto a todo lo que un candidato debe precaverse de hacer. En todo caso, los yerros comunicacionales de magnitud no son nuevos en política ni tampoco restringidos a ella. Pero eso se lo vamos a dejar a los expertos en comunicaciones.
En este artículo, en cambio, intentaremos pasar revista a los elementos del proceso político en curso considerados determinantes por este observador, vistos desde la perspectiva de transformación del orden neoliberal vigente.Hoy, todo indica que el próximo gobierno será ganado por la actual oposición, pero ese partido hay que jugarlo. Y jugarlo bien para poder ganarle a fuerzas muy poderosas.
Proceso de cambios en marcha. La instalación de la Convención Constituyente, que el gobierno de Piñera obstaculizó, es una buena síntesis de la evolución que va teniendo este proceso de cambios que abrieron las movilizaciones sociales del 18-0. En lo principal, comienza a expresarse en la Institucionalidad, como debe ser, hasta llegar a la realización de las Primarias legales ocurridas el pasado domingo 18 de julio: La derecha agrupada en Chile Vamos; el sector de izquierda, agrupado en Apruebo Dignidad, dando como ganadores por amplios márgenes a Sebastián Sichel, en el primer caso y a Gabriel Boric, en el segundo.
En términos del resultado obtenido por Sichel en la derecha, pertinente es señalar que la meritocracia que plantea Sichel, como respuesta a las desigualdades y abusos que generó el modelo neoliberal, es un bluf. En lo fundamental, porque forma parte de una visión profundamente individualista, desechada en la mayoría de los países con democracias avanzadas, en los que las soluciones universales se encuentran en la base de las relaciones sociales y ampliándose, según la evidencia que comienza a circular con la implementación de la Renta Básica Universal, en distintos lugares del planeta. A no dejarse engañar. Sichel representa un piñerismo enchulado, detrás del cual se parapetan el poder económico y las elites empresariales.
En términos de datos, la afirmación en el plano electoral de la voluntad de cambios que está firmemente enraizada en la sociedad chilena, es el hecho que los dos candidatos de Apruebo Dignidad le ganan en número de votos al candidato triunfante de derecha. De acuerdo con los últimos datos proporcionados por el Servel, éstos quedarían así: Boric, 1.058.027 votos, Jadue, 692.862 votos; Sichel, 659.570 votos. Felicitaciones a Boric por su gran cometido electoral, pero sobretodo por su flexibilidad táctica y política sin por ello haber afectado el núcleo de sus propuestas.
El proceso de cambios, se empieza a encarrilar definitivamente en torno a dos rieles de importancia estratégica hoy. Por una parte, cobra mucho sentido el que la Convención Constitucional pueda hacer su trabajo sin mayores dilaciones. Una de éstas sería que la coyuntura la sobrepase, otra que el factor presidencial ocupe en las fuerzas de cambio al interior de la Convención un espacio más allá de lo razonable. El cometido de la Convención es proponerle al pueblo de Chile un proyecto de Constitución, para que sea éste quien finalmente se pronuncie por la afirmativa o el rechazo.
Existe, un amplio espacio para la deliberación y los acuerdos políticos en la propia Convención. Ese proceso es legítimo, allí se expresa el Chile real, diverso y multicolor. Los plazos, no obstante aquello, están acotados y es preciso cumplir el mandato en los términos en que se acordó la apertura del proceso. Esa sería otra dilación que es necesario evitar. Por último, evitar caer en las provocaciones de la derecha-colonial, tanto dentro como fuera de la Convención, parece ser otro obstáculo dilatorio a superar.
En algún momento entre la elección presidencial y la asunción del nuevo Gobierno convergerán la Convención y el nuevo Gobierno. Será solo por algunos meses. Sin embargo, corresponderá a las fuerzas políticas que ganen el Gobierno comenzar a darle forma al Chile que tendrá que emerger de estos procesos. Hoy, todo indica que el próximo gobierno será ganado por la actual oposición, pero ese partido hay que jugarlo. Y jugarlo bien para poder ganarle a fuerzas muy poderosas.
A la hora presente, si bien el amplio y contundente triunfo de Boric despeja una parte de la ecuación opositora, todo parece indicar que la elección presidencial concitará la participación de muchos más candidatos que en ocasiones pasadas. Al modo cómo finalmente Unidad Constituyente resuelva levantar candidata, se conoce ya el interés de la Lista del Pueblo por levantar la suya propia.
Sin duda habrá muchos más sectores interesados en participar de esta parte de la contienda electoral. Vivimos una época caracterizada por una aguda crisis política, entre otras, y en esos contextos cunden las desconfianzas y se acentúan las diferencias. Es entonces previsible que debido al alto número de candidatos que intentarán llegar a La Moneda, habrá muchísima dispersión de votos, en su mayoría motivados por la esperanza cierta por conseguir soñados cambios. La clave, desde esta perspectiva, sigue siendo construir fuerza política con vocación transformadora, democrática y unitaria.
Política de nicho, fracaso seguro. Ello porque la política de nicho, puede ser muy atractiva para aquellos que compartan una misma visión. Tal cual como ocurrió con el desplome de Jadue, semanas antes seguro ganador de las primarias, ello no alcanza ni para ganar elecciones ni conseguir resultados transformadores perdurables en el tiempo. Dicho eso, lo que él y su sector representan son factores importantes para poder conseguir los cambios que Chile necesita.
Es más, la historia reciente de Chile, tanto como la pretérita, nos enseña que sin amplios procesos unitarios, las conquistas sociales y políticas corren el riesgo de no ser alcanzadas o conozcan como contrapartida retrocesos y derrotas, cuando el sectarismo, el ombliguismo, la soberbia, el tecnocratismo, el clientelismo y otras lindezas y deformaciones del género, se apoderan de las organizaciones políticas de izquierda. Las evidencias abundan a ese respecto y con resultados devastadores.
Sigue siendo mi convicción, en todo caso, que el peso específico de cada fuerza política o coalición de partidos, se define en relación a su capacidad por tejer unidad, la que tendrá que expresarse finalmente en un Programa orientado a producir hondas transformaciones democráticas. Ha comenzado un proceso de recuperación de la política, y eso mismo es lo que permite abrigar fundadas esperanzas de un mejor destino.
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