En la gira internacional a China del Presidente Piñera se reiteró las prácticas de nepotismo, de tráficos de influencias y de privilegios indebidos a una élite empresarial endogámica, integrando a la gira exclusivamente empresarios de su círculo íntimo, incluyendo a sus “emprendedores” hijos. Privilegió incorporar al dueño de la empresa privada Antofagasta Minerals, Luksic, principal competidor de la empresa estatal Codelco a cuyos ejecutivos desechó sumarlos en la visita al principal comprador de cobre chileno. Ha optado por un holding privado que usualmente realiza una planificación tributaria bastante atrevida que acentúa la elusión, en vez del consorcio público que aportó excedentes para el Estado de Chile por US$ 2.002 millones el año 2018.
Existe el término “pato cojo” para definir un Presidente (a) al término de su mandato y que actúa sin un respaldo suficiente para implementar sus políticas. Pero también ahora se ha añadido la teoría del “pato mareado”, que es aquel líder político que, por intentar sobrevivir, puede defender lo contrario de lo que ya ha sostenido en reiteradas ocasiones. La frase de Piñera: “los países tienen el régimen político que quieran” es el vivo ejemplo del “Pato Mareado” con mayúscula, ya que ha sido expresada por alguien que aspira a levantarse como un líder latinoamericano en la defensa de la democracia y el respeto a los derechos humanos a todo evento. Al parecer, al Presidente le importa un rábano si algunos países viven en democracia o en dictadura, en tanto se puedan hacer negocios, particularmente si los beneficiados son los amigos y los hijos quienes participaron en una reunión donde se habló de futuras inversiones en Chile, dejando en evidencia los conflictos de interés que persisten en el oficialismo.Olvidan que la deliberación política tiene como objetivo plasmar principios y prácticas que encausen la convivencia en común en la sociedad, pero esa derecha opta solo por enconar la vida cívica
El Presidente, tal cual caballo de Atila, pasa por encima de todos y todas, incluso de normas republicanas tácitas que deben seguir los presidentes de Chile. En esta gira a Asia, Piñera nos ha mostrado su faceta de un Groucho Marx en estado puro: veleta e incoherente que pocas veces se había manifestado con tanto desparpajo y descaro, del mismo modo que sacó a circulación su voto por el NO –en el caso que este hubiera existido- ya que posteriormente se erigió como generalísimo del candidato presidencial designado por los partidarios del SI a Pinochet, Hernán Büchi.
Señas al respecto ya se estaban manifestando con la negativa del gobierno de firmar el Pacto Mundial sobre Migración y el Tratado Medioambiental de Escazú, en clave populista, ultranacionalista, detractora del multiculturalismo, excluyente y mirada de corto plazo, motivados exclusivamente con el fin de obtener réditos políticos inmediatos, bajo el falso supuesto de “recobrar” la soberanía popular ante el derecho internacional que se trata de imponer sobre el derecho interno que “cierto elitismo cosmopolita de izquierda ha ido destiñendo” y de esta manera conectarse con un sentimiento mayoritario que ve en la inmigración y en los organismos internacionales -rompiendo un consenso respecto de la política exterior de estado de Chile de apoyo activo al multilateralismo- más amenazas que oportunidades.
Una estrategia cuyo propósito es exacerbar las pasiones, prejuicios, los temores e inseguridades de la gente -que se expresan sin el necesario discernimiento en las encuestas- pulsiones que se estimulan para halagar y seducir a una parte del electorado para ganar elecciones infundiendo temor con la inmigración, puesto que en opinión de ellos, los prejuicios y el discurso del odio les permite ganar votos. Olvidan que la deliberación política tiene como objetivo plasmar principios y prácticas que encausen la convivencia en común en la sociedad, pero esa derecha opta solo por enconar la vida cívica y prefiere cabalgar a lomos de la crispación blandiendo el comodín de la inseguridad y proliferando noticias falsas, restándose de la tarea de fomentar una democracia inclusiva, de respeto al “otro” y a toda diversidad
La falta de escrúpulos que está mostrando está derecha ha alcanzado cotas insospechadas, incluso para su estirpe. Esa derecha, expresión política de una élite social endogámica y clasista, en vez de orientar y no seguir en forma acrítica esos estados de ánimo atávicos de miedo al diferente, ha entrado en el terreno del fin justifica los medios, sobrepasando los límites éticos de lo que puede ser la política, alineándose a la oleada ultra de los Trump y Bolsonaro que cabalga entre las fake news y una polarización ideológica agresiva que reivindica abiertamente el pasado dictatorial, presto a desmontar derechos y aumentar las exclusiones.
Eso queda de manifiesto en el proyecto bautizado “Admisión Justa”, planteado en términos dicotómicos cuyo objetivo es atomizar la discusión sobre el mismo en clave mediática y para desviar del foco público el asesinato de Camilo Catrillanca y los constantes “patinazos” del gobierno. Más que un proyecto que aborde seriamente la ampliación de la oferta y fortalecimiento de la educación pública y los liceos emblemáticos, lo que se ve es un intento de conseguir titulares gestionados por una agencia publicitaria para colocar un eslogan y subordinar al adversario bajo la falacia de si no estás por la “Admisión Justa”, ergo, estás por una admisión injusta. Es apelar, además, al ideologismo extremo como elemento catalizador de la derecha que últimamente ha mostrado ciertas fisuras sobre aspectos doctrinarios, y ayude, eventualmente, a crear más grietas en las “oposiciones”, actualmente atomizadas hasta la parodia.
Por otro lado, en el debate sobre la reforma a las pensiones tratan de imponer el “gatopardismo”: «Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie». Se intenta un cambio ficticio para conservar el poder y la hegemonía de las AFP, sistema con nula credibilidad y legitimidad entre los ciudadanos. La propuesta que ha hecho el gobierno no modifica en nada el sistema, al revés, lo fortalece. Y la gradualidad planteada en el proceso indica que, una vez implementadas todas las modificaciones, recién en 30 o 40 años las personas que se van a jubilar podrían eventualmente tener una mejoría objetiva en sus pensiones, lo cual es inaceptable.
Por último, las “oposiciones” no están haciendo las contribuciones necesarias para cambiar la actual situación de abusos y artificios de este gobierno que agudizan las desigualdades en el país. Siguen actuando como tribus y no visibilizan los retos del futuro.
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