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La nueva política se mueve, cada día más, fuera de las sedes de los partidos. Los edificios y los locales cada vez se quedan más vacíos… y huecos de ideas, personas y energías movilizadoras. Históricamente, las sedes de los partidos políticos han sido el centro de la estrategia de las organizaciones políticas de partido. Es en las sedes donde se reúnen, donde se toman las decisiones y donde siempre se puede encontrar al partido para aclarar dudas o generar simpatías o militancias. La sede es la referencia física del partido. La vida “orgánica” se mueve alrededor de la actividad física y presencial que se genera y se oficializa en las sedes políticas.
Sin embargo, en la actualidad la gente no quiere ir a las sedes de los partidos. La vida móvil, la alergia orgánica de las fuerzas políticas a flexibilizar la vida del militante a formatos y prácticas digitales, asíncronas y más flexibles; así como el rigor formal de muchas reuniones, su previsibilidad y la constatación de que “todo el pescado ya está vendido” está alejando a propios y, más que nunca, a extraños. La sede se ha convertido en el símbolo de una política demasiado rígida y orgánica para una vida y una demanda más flexible y transversal. La gente se mueve a través de la red, y es a través de las redes como quieren encontrar a los partidos políticos y tener contacto con ellos. Se pasa de las sedes a las redes, y es un cambio importantísimo a la hora de entender la nueva política y la nueva sociedad.
Si los partidos estaban acostumbrados a movilizarse desde una sede fija y presencial, en la actualidad la movilización más rentable y eficaz es a través de la red. En primer lugar por la facilidad de comunicación síncrona y asíncrona, y en segundo lugar porque los simpatizantes y militantes ya están en la red. Los nuevos movimientos sociales que, alrededor de los partidos tradicionales, se organizan para influir, condicionar y marcar su agenda con nuevos estilos y elementos de cohesión más cercanos al compartimiento cultural que al ideológico ya han hecho de la red su espacio natural para crecer y organizarse.
Pero hay más. A través de la comunicación que se produce en Internet han aparecido también movimientos sociales en la propia red. Las redes se han convertido en las nuevas sedes organizativas. No es nada casual. En una época caracterizada por el individualismo, la despolitización, el desgaste de la política, el desprestigio de los partidos (englobado todo ello en un sentimiento de desafección y espíritu crítico), son los propios ciudadanos los que se dan cuenta que pueden actuar políticamente por sí mismos gracias, sobre todo, al poder de la comunicación intensiva e inmediata de la red. Las nuevas tecnologías nos permiten organizarnos, cambiar las cosas, mejorarlas con la creación de comunidades y con la difusión continua de información.
Y no solo se crean movimientos sociales. Es por ello que también nacen partidos (partidos nativos) que se organizan a través de la red y que han nacido directamente de ésta. Buscando “nichos” programáticos alrededor de las libertades, en un sentido amplio; de la lucha por la universalidad, la neutralidad y la accesibilidad de la red; y también explorando nuevas fórmulas de participación, deliberación y democracia interna y representativa dentro de las organizaciones políticas. Se trata de partidos minoritarios, en fase experimental y con poca representatividad, pero que reflejan que algo se mueve y que pueden ser referencias anticipatorias de un futuro no muy lejano.
En el mundo hay un ejemplo paradigmático, como son los partidos piratas, que se han extendido por todos los países más desarrollados. Abogan por la reforma de las leyes de propiedad intelectual e industrial, incluyendo el copyright y las patentes, la promoción del copyleft y los sistemas operativos libres (como puede ser GNU/Linux).
Fundado en Suecia el 1 de enero de 2006, el Partido Pirata (Piratpartiet) cuenta hoy con más de 45.000 miembros, siendo la tercera fuerza política sueca en número de afiliados. Este rápido crecimiento se debe en parte al protagonismo que tuvo esta formación en las protestas contra el cierre del servidor de intercambio P2P Pirate Bay por parte de la policía sueca y, también, porque representan un desafío a lo establecido y a la política formal. Es decir, defienden intereses muy concretos y, al mismo tiempo, retan, con su voto crítico, al conjunto del sistema político y electoral.
Su primera gran irrupción política tuvo lugar en las elecciones europeas del 7 de junio de 2009, donde el partido pirata obtuvo el 7,1% de los votos suecos, lo que le dio por primera vez un escaño en el Parlamento Europeo. Un éxito sin precedentes.
Los “piratas” conectan con los jóvenes con expresiones culturales de rechazo político desde el sentido del humor o la crítica inteligente. Han cambiado las piedras y las barricadas por la sonrisa, la burla y la cultura digital. Pero lo relevante en términos políticos es que un partido surgido de la red está consiguiendo presencia política en Europa, a través del descontento de los jóvenes con las políticas que siguen los partidos tradicionales respecto a Internet, pero también denota un descontento y desafección hacia esos partidos tradicionales y hacia sus políticas.
Otros ejemplos, en España, son el Wikipartido y el partido de Internet (PDI).
Se puede leer el artículo completo aquí.
Antoni Gutiérrez-Rubí. Asesor de comunicación
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