Aplausos en el ex-Congreso Nacional apenas hacen ingreso a la Sala de Honor. Entran de una manera rauda a tomarse el podio del Foro Latinoamericano de Derechos Humanos, como si se tratasen de héroes. Ahí están. La primera línea, en un foro de derechos humanos convocado por el PRO, en el cual, de los 85 expositores que participan, 15 o 16 de ellos tienen una relación concreta con el campo de los DD.HH, y 20 son solo expositores políticos, que poca o nula relación han de tener con lo que se habla, si vemos su obra.
Para algunas personas, la primera línea es un agente de caos, y su presencia en el Foro les sirve para poner el punto falso de que “los derechos humanos son plataforma de izquierda”, o de que “los políticos están comprometidos con los vándalos”, entre otras cosas. Yo, por mi parte, no pienso de forma tan simplista.
Podrán ejercer vandalismo, podrán ejercer acciones en contra de la fuerza pública, es cierto. Pero para ellos no es algo nuevo, ni algo reciente. Es con lo que han convivido durante toda su vida, al ser base de una sociedad que los abandona constantemente, y con la que por fin tienen aunque sea un punto en común. Pero tanto sus reclamos como los nuestros caen en oídos que están orientados hacia nosotros, pero que siguen sordos.
Volvamos al jueves pasado, en la aprobación de la acusación constitucional contra el intendente Guevara. Nadie, salvo por la diputada Sepúlveda, se acercó siquiera a tocar el asunto de nuestra vieja regulación del derecho a la reunión, establecida en el decreto 1086 de 1983. Una disposición de policía, heredada de la dictadura, que debería haber sido derogado en 2006, cuando ocurrieron los primeros casos de represión violenta contra menores de edad, sigue rigiendo en pleno 2020, en la peor crisis de DD.HH que nuestro país ha visto desde Pinochet. Ninguno de los expositores del Foro mencionado ha alegado en su vida por su derogación, y por claras razones. Menos exposición encontraremos desde la derecha, por algo tienen a su intendente en el banquillo, y con justa razón.
¿Por qué no realizan esos cambios? ¿Por qué prefieren aplaudir antes que cambiar lo que realmente nos afecta? Debido a que la clase política sigue con la misma filosofía que nos gobierna desde hace casi 190 años. Siguen basando su gobernanza en la teoría portaliana de los “palos y bizcochuelos”, adobes que hoy más que nunca están al borde de la ruina, a modo tal de proteger su confianza con la “fronda aristocrática”, la clase dominante, de la cual Alberto Edwards nos hablaba de forma tan generosa hace ya casi un siglo. No lo hacen porque no es lógico votar por algo que es inconveniente para el negocio, pues todo esto se trata del negocio.
No existe un real voluntarismo político de cambiar las cosas para la sociedad, sino que existe en cuanto este refiere mantener los privilegios de la clase política y hacer una renovación a los viejos adobes que aún sostienen a este estado autoritario digno del siglo XIX. De eso es lo que se trata. Como ahora la sociedad es más consciente, nos dejan jugar un rato en su tablero, pero ellos tienen una experiencia rauda mientras que nosotros somos unos novatos. No nos vamos a dar ni cuenta cuando hagan una estrategia y nos derroten sin saber cómo es que pasó, pues de eso es lo que se trata.
Cuando uno ve al CNTV pidiendo a las organizaciones civiles que apelen a la generosidad de los partidos para la franja televisiva, cuando el objeto de una organización civil es justamente no tener tendencias partidistas, es cuando se ve de lo que se trata. Cuando uno ve las campañas de rechazo ser combatidas de forma deficiente por la oposición, pues saben que la idea de dicha campaña en realidad es lograr una convención constituyente mixta para alegar ilegitimidad del Congreso y hacer caer el proyecto al final, es cuando se ve de lo que se trata. Cuando uno ve que nuestros diputados faltan para votar temas importantes como la investigación a militares en misiones de la ONU o votan en contra del voto obligatorio solo porque refiere al plebiscito de entrada, es cuando se ve de lo que se trata.
No existe un real voluntarismo político de cambiar las cosas para la sociedad, sino que existe en cuanto este refiere mantener los privilegios de la clase política y hacer una renovación a los viejos adobes que aún sostienen a este estado autoritario digno del siglo XIX. De eso es lo que se trata.
Sin embargo, un juego no sería tal si no existieran formas de ganar para ambos bandos. Hay formas en que podemos salir victoriosos.
Aprovechar resquicios legales para hacer campañas políticas virtuales, votar “bronca” -ó sea, blanco o nulo- respecto de los alcaldes, presionar a nuestros representantes para que asistan o propongan un proyecto en los medios que tienen dispuestos a la ciudadanía, seguir convocando para informarnos, no volver a negar el oido a los jóvenes, son formas que atentan con lo establecido, aún siendo legales
Pues la democracia es un ejercicio difícil, complicado, y duro. Y es algo que da frutos a largo plazo, si lo hacemos bien. Debemos ejercitarnos en ello, desarrollarnos en lo que largamente renegamos, y tendremos una chance en este tablero.
Por ahora seguirán aplaudiendo arrogantemente. Saben que pronto van a tener que pedir perdón.
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