Cuando entraba a José Antonio Kast a los debates era ver a un luchador entrando con música y parafernalia al cuadrilátero, preparado para pelear, listo para ganar, porque nadie estaba más preparado que él, con información adecuada sobre los otros candidatos y con un lenguaje directo, sin ambigüedades, pero eso ha cambiado desde los últimos debates presidenciales y este Kast ganador ya no se volverá a ver.
Kast, MEO, Parisi y Artés, más allá de sus diferencias ideológicas y programáticas, los une el denominador común de ser candidatos minoritarios, que se enmarcan dentro de un nicho social definido y su discurso solo se debe a quienes están circunscritos en él. De esta forma, no buscan acercarse a otros nichos ni al votante medio, sino que se quedan dentro de su espacio votante, el cual puede darse como extraordinariamente exitoso si obtienen un 15% del total del padrón electoral, dado que normalmente, sin coyunturas especiales que les sean favorables, suelen bordear el 10%. Más que suficiente para capitalizar a su favor el costo por devolución de votos emitidos y, principalmente, para convertirse en las bisagras a las cuales los candidatos principales deben recurrir para obtener la masa votante suficiente para ganar en el balotaje, poniéndolos en posiciones favorables para negociar sus votantes a cambio de cargos públicos o privados, otras candidaturas, puestos en listas parlamentarias y municipales, visibilidad pública u otros elementos que los beneficien personal o políticamente.
De igual forma, este tipo de candidatos también cumplen una función fundamental para todo el sistema político, la cual es contener a estos votantes que habitualmente se hallan en alguna posición extrema que son considerados indeseables para los candidatos que buscan al votante mediano o, en términos más coloquiales, al votante de centro, el cual es la gran mayoría de la masa electoral a pesar de que tiendan personal e individualmente hacia la izquierda, derecha o el mismo centro político, ya que si estos tienden hacia algún extremo, estos votantes se alejarán de ellos, tal como le pasó a Daniel Jadue y su errada estrategia comunicacional agresiva y de “agudizar las contradicciones” que le costó las elecciones primarias y unas presidenciales que se veían en su bolsillo.
Este mismo encasillamiento en su nicho les concede a estos candidatos una libertad sin precedentes comparado con los candidatos viables para hablar de lo que ellos quieran, en el tono que ellos quieran, no estando obligados a ser dialogantes ni moderados, sino que pueden exacerbar sus posiciones ya que ellos son vistos por sus votantes como aquellos que opinan y piensan públicamente como ellos, o bien que se atreven a decir lo que a ellos les gustaría decir sin que lo destroce el grupo social en el cual están insertos, dándoles aquella representatividad en este nicho social. De igual forma, esto les permiten estar más preparados para los enfrentamientos comunicacionales entre candidatos y poder hacerles zancadillas con preguntas y afirmaciones insidiosas que los candidatos mayoritarios deberán responder algo que potencialmente les sea perjudicial, o ignorarlos, pudiendo quedar de mojigatos frente a los espectadores si no tiene una vía de salida adecuada.
¿Pero qué pasa cuando un candidato así de repente se convierte en un candidato viable?
El Presidente Piñera inadvertidamente termina de dinamitar la candidatura de su propio delfín, Sebastián Sichel, con el escándalo en el cual se vio involucrado con los Documentos Pandora, en los que se expuso una cláusula de pago, negociada en las Islas Vírgenes Británicas, un conocido paraíso fiscal, para su participación en la Minera Dominga que condicionaba el pago de la última cuota a que no cambiaran la regulación ambiental en la zona donde se emplazaría, con tal de poder dar marcha a su construcción e instalación. Aunque ciertamente Sichel no estuvo en modo alguno involucrado en esta negociación, todo lo que afecta al Piñera le afecta a él, ya que es obvia su figura como una continuidad de la actual administración, con sutiles apoyos comunicacionales de su parte al Presidente, aunque precaviendo nunca hacerlos de manera explícita.
Tampoco le fue de ayuda un origen relativamente independiente con pasado DC y de centro izquierda con un claro patrocinio presidencial detrás en un conglomerado político que no ve con buenos ojos a quienes no están claramente detrás de uno de sus partidos, ya que los ven como rebeldes, díscolos y poco controlables, cosas que ellos piensan que podría valorar la izquierda (no es así), pero la derecha es orden, estructura y, en general, todo lo contrario a lo caótico que puede ser un independiente. Mucho menos lo favoreció que conformara su equipo inicial alejado de sus partidos, teniendo, como mucho, uno que otro simpatizante de los partidos de derecha, pero su núcleo eran personas directamente relacionadas con el Gobierno, con alguno incluso venido del otro lado de la vereda política, lo cual generó aún más tirria entre las cúpulas partidistas, ya que fueron alejados de las decisiones estratégicas de la campaña. En una clara señal de mando de parte de Palacio, que se jugaba su último capital político en una apuesta que, aunque no sin dificultades, le estaba dando réditos, especialmente tras eliminar al factótum que era Joaquín Lavín, y daba un golpe en la mesa indicando que Piñera aún no estaba muerto políticamente, por más ganas que tuvieran entre su propia gente que así fuera.
Sin embargo, la guinda de la torta que marcó el inicio de su caída vertiginosa fue cuando Sichel creyó erróneamente que era más fuerte que estas mismas cúpulas y que tenía el apoyo para amenazar pública e impunemente a los diputados derechistas con que debían rechazar el cuarto retiro de los fondos de pensiones. Fue recibido furibundamente por aquellos políticos mucho más experimentados que él, fracturando el apoyo que tenía y pudiera tener de ellos permanentemente, además de generar un rechazo transversal en la Cámara Baja, siendo repudiado incluso entre los diputados de izquierda. Amenaza que, por cierto, fue completamente inútil y sin consecuencias, ya que el proyecto del cuarto retiro fue despachado al Senado con 93 votos a favor, contando con el apoyo de diputados oficialistas.
El desempeño de Sichel en los debates tampoco ha sido muy brillante para ser francos. Se le veía tenso, con poca seguridad, titubeante y a veces errado en sus postulados, lo cual era rápidamente aprovechado y capitalizado por los otros candidatos, como quedó meridianamente claro con la masacre de la cual fue víctima en el último debate televisado, cayendo ante las provocaciones de Yasna Provoste que le encaró su pasado como lobbista de las grandes empresas de gas, en un año cuyo invierno recién terminado la gente vio como los balones de gas se encarecían con una frecuencia alarmante; que había sido inconsecuente al haber retirado parte de su fondo de pensiones a pesar de que había presionado a los diputados oficialistas para rechazar el ya mencionado cuarto retiro; que debía referirse sobre el escándalo que afectaba al Presidente con la Minera Dominga y su amigo ya involucrado en casos de corrupción, Carlos Alberto Délano, lo cual evitaba hacerlo de manera clara, solo rechazando el acto de manera tibia. Luego de ese emplazamiento, el resto de los candidatos lo acribillaron con cuestionamientos semejantes, llegando al punto de una notoria desesperación e impactado por la mala posición en la que quedó.
Kast no sabe manejar estas cifras de masa votante, mucho menos recibir a estos náufragos políticos, porque si bien pueden compartir la base ideológica en términos generales no comparten la forma, el fondo ni algunas posiciones cruciales del candidato.
Luego de ese debate, el remate vino desde la misma DC en una clara operación política que expuso una antigua candidatura a la Cámara de Diputados de Sichel (Sebastián Iglesias en la época) por el distrito 24 que tuvo financiamiento privado irregular. Teniendo el tacto de omitir que esa era una candidatura de la misma DC y que en ese entonces aún no había financiamiento estatal de las candidaturas políticas, por lo que este siempre iba a ser privado. Tras todo esto, la caída de Sichel fue catastrófica, con la sonora renuncia de su vocera, Isabel Plá, ex Ministra de Mujer y Equidad de Género de Piñera y una dura pérdida de credibilidad que lo ha hecho caer en las encuestas y en la percepción cotidiana de la gente.
Frente a esto, el oficialismo se encuentra en el predicamento que su candidato viable ha sido virtualmente eliminado de la carrera presidencial y Provoste no es del ala democrátacristiana más del gusto de los cuadros políticos y empresariales de la derecha, a diferencia de Ximena Rincón. Provoste es vista como una extensión del bacheletismo, con la grandilocuencia que eso conlleva, pero aún así es una candidata de izquierda según los parámetros de las cúpulas derechistas, no una que refleje su cosmovisión, una alternativa de gobierno propia. La que tenían ahora se encuentra acabada, pero aún hay otro candidato que genuinamente es de derecha: José Antonio Kast.
El gran problema es que Kast es un candidato extremo, que trabaja más bien en la mencionada contención de los elementos más ultras de su sector político, por lo que siempre ha podido tener la flexibilidad de hablar sinceramente y sin medias tintas sobre sus propuestas e ideas, como generar una zanja como delimitación fronteriza para contener las descontroladas oleadas de inmigrantes ilegales, por dar el ejemplo más llamativo que dio en el debate anteriormente referido. De igual forma, su posición minoritaria le permite ser provocador, como cuando grabó un video comiendo fideos Carozzi cuando esa empresa y el canal La Red se enfrascaron en una tonta discusión por el retiro de su patrocinio por la emisión del documento “La batalla de Chile”; le permite ser desafiante, como cuando fue al norte en medio de la crisis migratoria y la marcha que busca que sea controlada; le permitía rebatir cáusticamente son hechos pasados e información a sus contendores, viéndolos como un filete jugoso y a sí mismo como un perro hambriento. Con estas acciones y dichos, mantenía a su gente conforme y fiel a su candidatura, mantenía su 10% aproximado.
Sin embargo, ante la orfandad electoral a raíz de la candidatura de Sichel muerta, Kast ha pasado repentinamente a ser el candidato viable de la derecha o, al menos, el único candidato de derecha en competencia, inflando concretamente su base a un súbito 25%, lo que va mucho más allá de las proyecciones más optimistas que un candidato como él podría aspirar. El problema de esto, es que Sichel mantenía al votante medio de derecha que no estaba dispuesto a apoyar a Boric y a quien Provoste no le daba confianza, pero que, a su vez, consideraba las propuestas de Kast como exorbitantes, desproporcionadas e irreales, o como estúpidas, peligrosas y engañosas. Ahora ellos se encuentran a la deriva, con una parte yéndose con Kast a regañadientes porque es el único derechista en carrera y otros, en los que no contamos a los aún indecisos o dispuestos a votar nulo, se han ido no con mayor ánimo al lado de Provoste con la esperanza de que de aquí a noviembre puedan volver a un ambiente más natural para ellos.
Pero Kast no sabe manejar estas cifras de masa votante, mucho menos recibir a estos náufragos políticos, porque si bien pueden compartir la base ideológica en términos generales no comparten la forma, el fondo ni algunas posiciones cruciales del candidato. Esta repentina asunción lo ha dejado en una posición incómoda donde ya no puede gambetear libremente en sus presentaciones ni en sus comunicaciones, ya no puede ser este interpelador incisivo ni puede ignorar impunemente las críticas a su persona, porque ha pasado a la primera línea de exposición, ya no es la curiosidad indignante o graciosa (según el punto de vista), sino que desde la caída de Sichel está siendo escrutado en cada una de sus palabras, con un protagonismo que le resulta apabullante y cada vez más inmanejable si sostiene su discurso habitual, lo cual ya le ha hecho mella frente a las críticas de, por ejemplo, su propia participación en los paraísos fiscales panameños de los Documentos Pandora.
Entonces, ahora Kast está en una encrucijada que jamás vio venir. Si se mantiene con su línea discursiva reactiva y dura garantizará a sus cuadros electorales de ultraderecha que siempre han estado con él, pero provocará un fuerte rechazo frente a este discurso a ambos lados del espectro político y provocará un escrutinio más fuerte e incesante que ya no podrá evadir y que desencadenará una fuga de los votantes de derecha no extrema hacia el candidato viable en carrera más cercano a la centroderecha: Yasna Provoste. Ella, a diferencia de Boric, es vista como un mal menor para los cuadros políticos de derecha, otra Bachelet en el peor de los casos, que “solo” carga con la pérdida de unos cuantos millones de pesos en el Ministerio de Educación por lo cual fue desaforada, pero nada demasiado inaceptable desde su punto de vista, no alguien que está asociado a los comunistas o, quizás aún peor, siendo manejado en las sombras por ellos. Además, la relación de cordial de tira y afloja de la derecha con la DC es bien conocida entre los cuadros políticos de ese sector, por lo que, aunque esté lejos de lo ideal, no algo que les sea totalmente desconocido y pueden llegar a algún acuerdo favorable para acercarle sus votantes, que es precisamente lo que ella espera y aspira a hacer, ya que solo con esa masa votante Provoste tiene reales aspiraciones de ganarle a Boric en la segunda vuelta.
La otra opción de Kast es alejarse de su discurso tradicional y bajarlo de tono, moderándolo y alejándose del lado más ultra, arriesgándose a alinear a sus cuadros de apoyo más tradicionales y que le dieron origen a él y a su partido, con la amenaza de quedar completamente a la deriva si pierde la elección, ya que incluso para los cuadros políticos de la derecha es considerado relativamente un paria no tanto por la gente que el aglutina y contiene, sino porque no ha dudado en criticar exitosamente a la misma derecha en el pasado, por lo que si pierde, varias facturas políticas van a ser cobradas. Por lo demás, si modera el discurso para acercarse al centro político y afianzar a este votante de centroderecha, de todas formas estará obligado a mantener alguno de sus elementos más centrales, como el control duro y punitivo de la inmigración ilegal, ya que rechazar ese tipo de elementos se verá como una repentina hipocresía y directamente como una falsedad por todo el mundo que no será capaz de sostener a la primera pregunta periodística sobre el tema. Además, si efectivamente se empieza a acercar al centro, tendrá que enfrentarse a un constante y virulento asedio en redes sociales de los grupos más progresistas que lo acusarán de que él y su padre son nazis, ignorando que su abuelo fue quien era miembro de la Wehrmacht y eso no implica de forma necesaria que haya sido ideológicamente nazi, como sí era el caso de las SS, pero se sabe que la veracidad de la información no es necesaria en las operaciones políticas de enlodar al contrario. Este asedio también se verá complementado por operaciones de la misma DC, la cual se verá inmediatamente amenazada por este movimiento de Kast, ya que le restará estos necesarios votos a Provoste y la eliminará de la carrera presidencial, llevando a Kast como candidato de derecha a la segunda vuelta para solo perder por una diferencia sustantiva frente a Boric, ya que a nivel de imagen y comunicacionalmente, es un candidato muy frágil que de repente se vio en el escenario grande, y no está preparado para eso.
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