La decisión de la Junta Nacional de la Democracia Cristiana de levantar su propia candidatura presidencial, obviando la posibilidad de elecciones primarias, llevando a su candidata presidencial, Carolina Goic hasta el voto de noviembre próximo, ha sorprendido a la opinión pública. Sin embargo, al revisar la historia de este partido político se podría entender un poco más la opción tomada este sábado.
En medio de los claroscuros de la práctica política del último cuarto de siglo, la Democracia Cristiana ha disfrutado de su estadía en el poder, sus militantes han ocupado la burocracia política administrativa, pero fueron olvidando la razón de ser de su estadía en el poder.
La Democracia Cristiana chilena, a diferencia de sus similares, como la CDU alemana, no es un partido de derecha o de centro derecha; al contrario, siempre se ha caracterizado por una identidad electoral de centro izquierda; desde sus orígenes en los lejanos años treinta desprendiéndose del Partido Conservador, en un primer momento llamada Falange Nacional, imbuida del corporativismo de moda y con una base doctrinaria basada en la Doctrina Social de la Iglesia Católica, que por cierto la jerarquía de nuestro país hizo caso omiso casi hasta los años sesenta, sus principales líderes fueron alcanzando protagonismo político, posteriormente la elección presidencial de 1958, dejó muy bien posicionado a su líder natural, Eduardo Frei Montalva, candidatura solitaria, que se repitió el año 64, cuando compite contra la izquierda, logrando una votación histórica, empañada por el traspaso de votos de parte del electorado de derecha.
Ese triunfo llevó al PDC al gobierno solos, considerando el análisis de los historiadores Simon Collier y William Sater “su decisión de gobernar por sí solo, sin aliados, era aberrante para las normas habituales de política chilena, más las actitudes algo triunfalistas, por no decir arrogantes de ciertos demócrata-cristianos, difícilmente iban a traerles amigos”.(1) En efecto, llegaron a expresar en forma pública que su gobierno era el inicio de treinta años de hegemonía DC.
El camino propio siempre ha sido al menos una tentación para este partido, que dado su crecimiento electoral, siempre se ha caracterizado por tener tendencias internas, que son verdaderos partidos dentro del partido; a saber, un sector más conservador, otros intermedios, y siempre uno más progresista, en general, el partido ha sido controlado por una elite partidaria de clara tendencia moderada, siendo muy pocos los momentos en que la tendencia progresista pudiese liderar, casi la excepción fue la candidatura de Radomiro Tomic en 1970, el líder emblemático de los rebeldes, el grupo progresista de esos años; su derrota no sólo fue un fracaso electoral, sino va a provocar que el partido tienda puentes por única vez con la derecha, para oponerse al Presidente Salvador Allende.
La Democracia Cristiana, en medio de la barbarie de la dictadura aprendió que el sectarismo político, el camino propio, no era el escenario en el cual se podría recuperar el sistema democrático, lo que la llevó a formar parte de la formación de la Concertación de Partidos por la Democracia; y luego de la Nueva Mayoría. En medio de los claroscuros de la práctica política del último cuarto de siglo, la Democracia Cristiana ha disfrutado de su estadía en el poder, sus militantes han ocupado la burocracia política administrativa, pero fueron olvidando la razón de ser de su estadía en el poder. Así, como los falangistas querían abrazar la doctrina social, los militantes de los años sesenta estaban seducidos por la Patria Joven y su propuesta de una revolución en libertad, la misma mística de los que enfrentaron a la dictadura y soñaron con recuperar la democracia. ¿Qué busca la DC del presente? No queda claro, se han transformado en un partido envejecido, su base de militancia juvenil es exigua y frágil, sus líderes o voceros son apellidos que repiten en su historia, hay una carencia de ideas nuevas que hagan sintonía con el Chile del siglo XXI, su conservadurismo valórico los ha llevado a sentirse ajenos a la mirada programática de la socialdemocracia chilena, a saber, los partidos PR, PPD y PS.
La DC es un partido de centro izquierda, pero que ha perdido el ideario doctrinario que la caracterizó, y que si intenta disputar el electorado a la candidatura de la Nueva Mayoría, resultará derrotada, si gira hacia la derecha, perderá su identidad natural, sufrirá la salida de una parte de su militancia, los chascones, los rebeldes de otrora, aún no asimilan el haber abandonado el pacto político de la Nueva Mayoría.
Ignacio Walker, destacado integrante de la tradicional elite de la DC, señalaba el domingo en tv; que la candidatura de Carolina Goic retomará el electorado de la clase media que no había votado en las últimas elecciones; el problema es que la desafección política es de las nuevas generaciones, que sienten lejana e incluso añeja a la política chilena, en especial las prácticas políticas de la Democracia Cristiana.
Si Carolina Goic llega a las papeletas de noviembre, la DC arriesga la peor derrota electoral de su historia, de ser así: ¿Quién se hará responsable de ello ante su base social y política? Y peor aún, es muy probable que esta candidatura provoque el triunfo electoral de la derecha nuevamente, ante ello ¿La DC asumirá su rol en este fracaso o nuevamente culpará a los demás actores políticos como lo hizo posterior al golpe de estado de 1973?.
(1) Collier, Simon Sater, William Historia de Chile 1808-1994, Cambridge University Press, Madrid, 1999
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