La Premio Nacional de Literatura y mayor embajadora cultural de nuestro país, Isabel Allende, publica el año 2022 su novela “Violeta”, que al igual de muchos de sus trabajos literarios alcanzó altas ventas en toda Hispanoamérica y los Estados Unidos, donde se encuentra radicada hace varias décadas.
“Violeta” fue la primera novela que amenizó mis días de descanso estival, y reconozco en ella las principales características de la prosa de Isabel Allende, a saber, una narrativa amena, bien enlazadas las historias, personajes a simple vista atractivos en un contexto social, político claramente reconocible. Es un libro que se deja leer con facilidad, que provoca más de alguna risa y por cierto también emociona.La narración siempre amena, digerible con cierta facilidad, entretenida para muchos de los seguidores de Isabel Allende, quienes ya están esperando con ansiedad el próximo libro de la prolífica escritora nacional
Si bien la novela en general está bien escrita, presenta debilidades estructurales que son imposible dejar pasar, en efecto, la primera de ellas es que los personajes están construidos en forma superficial, casi como utilitarios para el rol que deben jugar en la historia. Sin embargo, a estos personajes les falta consistencia, profundizar en sus emociones, en sus miedos, en sus sentimientos, como para hacerlos más verosímiles y queribles al mismo tiempo.
Es el caso de la institutriz, Josephine Taylor, que llega a educar a la Violeta niña, es un personaje delineado superficialmente que posee enormes posibilidades de profundizar, es una verdadera historia dentro del relato, el amor platónico de José Antonio (hermano mayor de Violeta) por ella, y luego su relación con Teresa Rivas enigmática mujer, que era una agitadora política, devenida en luchadora feminista, ese trío, merecía ser ahondado, tenía un valor atractivo, pero, su presencia en la novela se va diluyendo y reaparecen a intervalos como sombras pasadas dejando el gusto amargo de no saber más de ellos. Queda la sensación que estos personajes están bosquejados exclusivamente para relacionarse con Violeta, pero con la posibilidad perdida de ser testigos de los convulsionados años 30 del siglo pasado con sus vaivenes políticos, luchas ideológicas, y manifestaciones sociales.
La mayoría de los personajes sufren esta escasa profundización de su forma de ser e identidad, el padre de Violeta, aparece al principio para fallecer sin mayor relevancia posterior, su madre queda invisibilizada en el desarrollo de la novela, cuando se menciona su muerte, daba la impresión de que ya había sucedido con anterioridad.
La novela se contextualiza en sus inicios en el Chile de los años 20, con la presencia de la fiebre española, que coincidentemente tuvo una expansión pandémica. Sin embargo, solo los primeros capítulos asistimos a alguna información al respecto, no hay mayor desarrollo, no hay mayores referencias al real impacto de esta pandemia en nuestra población.
Posterior a la crisis salitrera, la familia parte al exilio al sur del país, un lugar aislado, con mucha vegetación, donde relucen vivencias al estilo Macondo, estas historias García Marquianas amenizan el crecimiento de Violeta, siempre con alusiones vagas del Chile de aquellos años. En la adultez, vendrán las relaciones de pareja, los hijos y su vinculación con el país, décadas del 50 y del 60, apenas algunas referencias. Pero, lo más inverosímil es que los personajes que acompañan a Violeta, su pareja está vinculado a Colonia Dignidad y la desaparición posterior al Golpe de cientos de chilenos y chilenas, y nuevamente desaprovecha la oportunidad de ahondar en esta historia, o en su hijo que, siendo estudiante universitario, llega a ser líder de la FECH en plena dictadura; ambos casos carecen de verosimilitud, son referencias vacías, sin sentido lógico ni trabajo del perfil de estos personajes.
En síntesis, Violeta es un recorrido a lo largo de un siglo de nuestra historia, pero ligero, como cuando se leía el Almanaque, con personajes carentes de identidad propia, anquilosados en los simples roles que deben desempeñar y Violeta, tiene más fuerza en el relato de su niñez, y pierde protagonismo hacia el último tercio de la novela. Lo más lamentable que hacia el final uno no logra emocionarse con el desenlace, que sería lo más lógico, por ende, el personaje principal tiene un resultado fallido.
A rescatar la narración siempre amena, digerible con cierta facilidad, entretenida para muchos de los seguidores de Isabel Allende, quienes ya están esperando con ansiedad el próximo libro de la prolífica escritora nacional.
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