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Crisis política en Chile y la ´catástrofe` de las nuevas tecnologías

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La historia describe la importancia de la imprenta para la Revolución Francesa y la conformación de las instituciones modernas. Marshall McLuhan sostuvo que la radiofonía fue clave para el éxito político de Hitler, ya que logró un alcance nacional que transformó a Alemania en una gran tribu. La televisión habría puesto a la opinión pública en contra de la Guerra de Vietnam, al mostrar el bombardeo indiscriminado de napalm por parte del ejército de Estados Unidos.

Son múltiples los ejemplos donde se plantea la influencia de la introducción de un nuevo medio de comunicación en una transformación política y/o social radical. En consecuencia, cabe preguntarse si las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TICs), en particular las de mayor uso, como la Internet, redes sociales y teléfonos inteligentes, producirían efectos sociales que hayan desencadenado la crisis política actual en Chile.

Después de todo, vemos cómo el accionar de las fuerzas de orden es fiscalizado a diario por las cámaras de video que portan prácticamente todos los manifestantes en sus celulares. Ingresamos a nuestras redes sociales y leemos informaciones, a favor o en contra de la protesta o del gobierno, que en su mayoría no provienen de los medios de comunicación tradicionales. Recibimos convocatorias a marchas y concentraciones que no emanan visiblemente de partidos políticos u organizaciones sociales, sino de usuarios que producen y reproducen contenido.

No es el propósito de esta columna reducir la importancia de medios como la televisión en la construcción de la opinión pública, ya que ésta sigue siendo una alternativa fuerte de los chilenos a la hora de informarse. Sin embargo, en las TICs se presenta un mundo aparte, caracterizado por una inconmensurable cantidad de datos, que no son fácilmente (ni rápidamente) verificables por la autoridad de la ética periodística. A pesar de ello, se produce la paradoja de que muchas veces amenazan la posición social de los expertos, ya que existe una considerable menor cantidad de datos en la mente de éstos que en la Internet.

Dado que los expertos de la sociedad pierden credibilidad y la comunicación aún necesita de la confianza para reproducirse, quedan dos caminos: confiar a ciegas en el contenido del medio de comunicación (y caer en la ingenuidad de las fake news) o, bien, instalar como nuevo valor cultural la observación crítica de la fuente de información y sospechar de ella cuando se advierte cierta manipulación. En ambos casos, nos encontramos con un cambio radical en la forma de encuadrar la comunicación, donde prima la desconfianza como una posibilidad cada vez más cierta.

Dicho esto, resulta interesante vincular la marcada desconfianza de los jóvenes hacia las instituciones del poder y su tendencia a informarse por redes sociales, ya que, según CADEM, el medio favorito de este segmento etario para enterarse de la contingencia es Facebook (32%), mientras que en los adultos mayores es la televisión (40%). Si los mecanismos del sistema político para legitimar su poder (tanto de la razón como de la fuerza) carecen de confianza en la juventud, porque son constantemente asediados por el medio de las TICs, no es extraño que este grupo social sea en buena parte la vanguardia de este movimiento de protesta.

Entonces, el fenómeno social de la crisis política actual en Chile podría ser explicado en parte por las teorías que analizan los efectos de un nuevo medio de comunicación en la sociedad. En ese sentido, el sociólogo alemán Dirk Baecker genera un aporte fundamental, ya que propone un esfuerzo integrador de diversos autores (como McLuhan, Manuel Castells y Niklas Luhmann) para sostener la hipótesis de que cada introducción de un medio de difusión genera una verdadera “catástrofe” en la sociedad, en el sentido matemático de la morfogénesis, que la confronta con posibilidades nuevas y excedentes de comunicación, para cuyo manejo selectivo las instituciones y cultura actuales son insuficientes. En consecuencia, la sociedad debe permutar sus instituciones y cultura para poder asimilar este excedente de sentido1.

Cada introducción de un medio de difusión genera una verdadera “catástrofe” en la sociedad, en el sentido matemático de la morfogénesis, que la confronta con posibilidades nuevas y excedentes de comunicación

¿Cómo sale el sistema político chileno de la crisis actual? Debemos recordar que no es sólo un problema de plantear reformas legales o constitucionales, ya que la ciudadanía hoy no confía en el criterio de la clase política para resolver estos problemas. Es común escuchar que el movimiento social debe continuar para presionar a la élite y sus intereses. El problema, entonces, es más profundo y nace desde la desconfianza.

Quizás, como propone Baecker, la sociedad esté avanzando a nuevas formas de legitimación del poder, donde prime el control por sobre la confianza (“Vertrauen ist gut, Kontrolle ist besser”). Por ello, hoy Londres cuenta con más de 600 mil cámaras de videovigilancia. Con una tecnología “neutral”, se puede perseguir el crimen sin llegar al uso de la fuerza por parte de los agentes del Estado (con todo el perjuicio que ha significado para el Estado respecto de los DD.HH.).

Así también, se puede pensar que la iniciativa de una Asamblea Constituyente ha despertado cierto interés en nuestro país, quizás porque es una herramienta que simbólicamente pone el control en los políticos. Tener un control de mando para el sistema político, apoyado por la tecnología y con metas específicas transparentes a la ciudadanía, es otra forma de abordar esto. Es decir, la posibilidad de tecnologías o herramientas “neutras” puede sonar más fresca en la época contemporánea, ya que las TICs poseen aún una cierta carga simbólica de transparencia.

Sin embargo, es muy pronto para pronosticar las formas estructurales y culturales que tomará esta próxima sociedad. Cabe sí al menos recoger una reflexión del sociólogo chileno Julio Labraña, quien sostiene que la crisis política actual no encuentra soluciones en las formas culturales anteriores, ya que no se puede parcializar a la protesta (frontera de la sociedad segmentaria), huir a una ficticia unidad chilena (telos de la sociedad estamental), ni confiar demasiado en el arquetipo de los expertos (crítica de la sociedad moderna). Entonces, el problema se estaría configurando en un nivel diferente, donde tal vez la transparencia y las TIC sean, aunque siempre provisoria, una respuesta.

Baecker, D. (2018). Estudios acerca de la próxima sociedad. Santiago, Chile: Metales pesados

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