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Acuerdo nacional: Un paso al abismo

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Quieren unidad nacional para que la segregación social se perpetúe. Inventan postales  mediáticas de fraternidad para hacer vista gorda a la letra chica. Están en shock con tanta protesta ciudadana y corren a buscar aquello que les reconforta: el atributo de la gobernabilidad a la hora del tecito, después de la batalla pública. Una vez sepultada la nueva forma de gobernar, quieren resucitar la veterana democracia de los acuerdos.

Los “emprendedores” neoliberales y los “pregoneros de la prudencia” (aquellos especialistas en disciplinar voluntades) están asustados y quieren regresar al camino que conocen, ese que logró que nuestro país lidere las desigualdades en el planeta. Una élite ebria de pragmatismo que protagonizó la transición y que paradójicamente hoy se convierte en un obstáculo para profundizar nuestra democracia.
 
Están alarmados. Todos los botones de pánico se han activado simultáneamente, aquí en Santiago y en muchas ciudades a lo largo del país. Anhelan esa transición sin sobresaltos, con el dictador detrás de los cuarteles cuidando el sello autoritario de la constitución del ochenta. Ahora son devotos del orden, de las calles secas y limpias, una sociedad galvanizada como una tarjeta de navidad.
 
Ya sea en rechazo a HidroAysén, o a favor de una educación pública de calidad o la defensa urgente de los pueblos indígenas, la gallá está inquieta. Familias completas han transitado por la Alameda junto a la voz destemplada de los jóvenes y las más insolentes frases contra un gobierno incapaz de comprender lo que pasa. Una sumatoria incesante de bronca y malestar destellan, mientras una corriente impredecible de voluntades remecen las bases cimentadas por la transición en los años noventa.
 
Los diagnósticos son cada vez más sombríos y sofisticados. Están esperanzados que esta moda ecologista se disipe con la primera lluvia del otoño. Mientras tanto llenan los televisores con propaganda y “los avisadores” le recuerdan a los editores periodísticos de la TV abierta quiénes pagan sus ingresos cuando el mes se termina. Una yuxtaposición incesante de publicidad, presiones y mercadeo, lobbystas y asesores, que intensifican gestiones y estrenan exóticas razones para abrazarnos como un país fraterno con desigualdades intensamente abominables.
 
Algo está a punto de caer, el mercado convertido en la catedral de la sociedad global se debilita en sus cimientos éticos y comienza un murmullo que conmueve y una exclamación que se multiplica en cada esquina de nuestra democracia, aquí y en otras latitudes del planeta. Las estudiantes del Carmela Carvajal imitan irónicamente la marcha militar repitiendo consignas antigubernamentales. Ello, mientras niños y niñas llenan de colores un mural que da la vuelta al mundo en Internet: Patagonia sin represas.
 
Esta vez el llamado a un gran acuerdo nacional es una invitación al abismo. Un callejón obscuro. Una salida de emergencia que no lleva a ninguna parte. La liturgia soporífera del consenso, que paraliza las voluntades mientras se inflama el conservadurismo.
 
Anhelan ese espejismo de unidad en un país perfectamente segmentado. Pero esta vez la exaltación de la unidad es un cazabobo. Una trampa comunicacional para detener los cambios que una élite fatigada no comprende y es más, le teme profundamente. La urgencia de la unidad es un somnífero a la vena, una estrategia anestésica para detener una democracia que quiere sacudirse de su camisa de fuerza.
 
Este lunes mientras los estudiantes estén movilizados en todo el país, los partidos políticos compartirán un almuerzo en La Moneda. Habrá fotografías y declaraciones, muecas y sonrisas forzadas –y otras no tanto- pero lo verdaderamente importante no estará ocurriendo al interior de palacio; afuera una ciudadanía entusiasta estará inaugurando otro momento histórico en nuestra democracia y al abismo de la unidad nacional opondrán el sentido incontenible de la justicia social.
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6 Comentarios

felipe

felipe

Estimado Alejandro: tú, yo y toda nuestra generación sabe que esta nueva versión de la «democracia de los acuerdos» nació muerta. Si Larroulet se juntó con E. Correa, como si la Concertación fuese la misma de los años ’90, como si siquiera la Concertación existiese aún.

La creación de lo nuevo no la va a hacer ni Larroulet, ni Correa, ni Tironi. Eso está claro.

Un abrazo

peon

Es extraño que el Gobierno tenga todos estos problemas… El Presidente Miguel Juan Piñera mencionó ante la teleaudiencia que mejoraría la democracia en su Gobierno… ¿Qué estará esperando?… Parece el momento adecuado para que lo haga… ¿Se le habrá olvidado que lo iba a hacer?…

Dijo varias otras cosas también, y por lo que recuerdo más de la mitad de los esclavos domesticados para hacer una raya en un voto frente a un nombre seguramente le creyeron, aunque es probable que no haya sido así y sólo estaban cansados de esperar que la ex Concertación hiciera lo que el pueblo esperaba…

Entonces, si la gente vio que la ex Concertación no hizo lo que debía y le dio una oportunidad a la gente del ca ca cambio y ésta tampoco está haciendo lo que la gente quiere, ¿a quién le darán la oportunidad en las siguientes elecciones?… Seguramente al «progresismo» de todos sabemos quién y pasaríamos de la negación de los derechos del pueblo a la chacra…

Este podría ser un gran país… Lo único que se requiere es evitar que los esclavos voten, para terminar con el chipe libre que le dan a la clase política cuando lo hacen, pero, mientras los esclavos no se den cuenta que con su voto le dan un cheque en blanco a la derecha y todas sus formas políticas, tales como la derecha socialista, la derecha democrata y la ultra derecha, seguirán gobernando tal como lo han hecho desde la dictadura militar…

Así las cosas, parece bastante ridículo que los esclavos domesticados para hacer una raya en un voto se quejen de lo que obtienen… Van cinco gobiernos después de la dictadura y todavía no aprenden que el día que acuden a votar, desde ese mismo día, seguirá pasando lo mismo que ha venido sucediendo hace ya casi 40 años en término de derechos ciudadanos, oportunidades y justicia social…

Pero, hay que disculpar a éstos pobres esclavos domesticados para hacer una miserable raya en un voto… La mayoría son demasiado pajarones para darse cuenta siquiera que el día que votan, lo que hacen es traicionar a los hijos de la patria de más escasos recursos, además de colocarse solitos al yugo… Y luego se quejan de que le duelen los cachos y que la coyunda les aprieta demasiado… Insólito…

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    carlos-e

    A mi me gustó el tercer párrafo de este comentario (a pesar de todos mis peros). Claro que me resulta un Pero grande el poner en el mismo saco 40 años, porque o se es muy jóven o se está en otro planeta al creer que el gobierno de S. Allende y el de Pinochet fueron igual cosa en materia de oportunidades y justicia social. Incluso poner en el mismo saco esa dictadura militar (que apresaba o mataba sólo por la cara que teníamos) con esta dictadura económica es un poco mucho. Sin embargo, me gustó lo que se alcanza a dibujar en el sarcasmo del tercer párrafo porque, al igual que la columna de Alejandro Führer no ofrece ni regala soluciones sino que invita a pensar con mayor libertad y radicalidad, atributos que he dejado dormitar por la maldita comodidad.

esilvau

esilvau

Buena columna Alejandro.

peon

Me parece que los atributos libertarios y radicales que por comodidad han permanecido dormitando se levantaron con un poco de sueño todavía, al menos el necesario para no distinguir la diferencia entre 40 años y casi 40 años, lo mismo que en cuanto a los factores que han sido motivo de mi comparación en relación a la manera económica de gobernar de la derecha y de sus distintas y camaleónicas formas políticas, que nada dicen en relación a lo que citas de la dictadura militar, Carlos… Sin embargo, aprecio el comentario y espero que una restregadita de ojos o algunos bostezos ayuden…

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marcelodiazsuazo

No estoy de acuerdo. Creo que todavía es posible conversar y llegar a los grandes acuerdos nacionales que requiere nuestro país para su desarrollo institucional, económico y social. Y si hay alguien que tiene legitimidad ética y capital político para avanzar en esta materia es la Concertación; virtudes que no posee el Gobierno de Piñera y que abultan su principal carencia: La falta de credibilidad. Por ello nuestra responsabilidad como oposición es mayor.