Primero que nada, no soy experto tributarista, aunque debo reconocer que he estado muy atento a los debates tributarios de los últimos años. Por tanto esta columna no pretende hacer una propuesta técnica sólida, sino sólo plantear algunas ideas posibles para ser evaluadas críticamente.
Creo que Chile tiene necesidades sociales acuciantes que deben ser resultas en el mediano plazo, y para hacerlo responsablemente se necesita aumentar la recaudación, nuevamente en un mediano plazo. Basar la expansión del gasto social exclusivamente en la expansión del crecimiento, no sólo limita nuestra capacidad de resolver las problemáticas sociales y económicas que tenemos, sino que nos deja expuestos a aumentos importantes de la deuda pública en momentos de turbulencias económicas externas.
La carga tributaria chilena es comparativamente baja dentro del contexto OCDE actual, y a la de la mayoría de los países desarrollados, incluso comparando con el momento en el cual esos países tenían un PIB similar al chileno. Por lo mismo, podemos concluir que todavía hay margen para aumentar la carga tributaria.La principal crítica que se le hace a los sistemas de impuestos desintegrados, es que son problemáticos desde el principio de equidad tributaria horizontal
Nuestra estructura tributaria es peculiar: recaudamos más del IVA, y no tanto del impuesto a la renta, dentro del impuesto a la renta, recaudamos mucho, casi podríamos decir muchísimo, de las ganancias de las empresas y poco de las rentas personales por trabajo. También nuestro sistema impositivo corrige poco la enorme desigualdad de ingresos del país. Esta estructura se debe a que tenemos un sistema de recaudación bastante eficiente respecto al IVA, que cuenta con pocas exenciones, que nuestra tasa de impuesto a las empresas es elevada, que el impuesto a la renta a personas. Si bien tiene una tasa máxima cerca de la media OCDE, tiene una base de aplicación muy pequeña, dejando fuera a alrededor del 80% de la población, debido, principalmente, a los bajos salarios, además de tasa bajas en los primeros tramos.
Nuestro sistema tributario es principalmente integrado. Esto significa que el impuesto a las empresas es considerado un adelanto al pago de impuesto a las personas que son dueños de esas mismas, uniéndolo a las rentas obtenidas por el trabajo. Cuando en la mayoría de los países OCDE las rentas de las empresas son gravadas separadamente de las rentas del trabajo.
Siguendo esta lógica, se ha afirmado que las empresas no pagan impuestos en Chile, sólo las personas, cosa que es técnicamente cierta, pero a mi me hace mucho más sentido pensar que los impuestos a las personas son rebajados por la integración, porque en la práctica de la recaudación, la empresa paga el impuesto, y el dueño como persona natural es quien ve reducidos sus impuestos o recibe la devolución si es que corresponde. En este sentido, me parece correcto afirmar que la reintegración total que propone el actual gobierno no reduce la carga tributaria sobre las empresas, sino que reduce la carga tributaria sobre los dueños de las mismas, que bien podrían decidir reinvertir lo ganado, pero no necesariamente.
También se ha hablado que la actual estructura tributaria es compleja y costosa de gestionar, aunque no he encontrado estudios comparativos al respecto. Al menos escuchando la descripción que se hace del proceso, pareciera ser cierto y simplificar el sistema podría ser razonable. También es cierto que existen estudios que demuestran que una baja de la carga tributaria sobre las empresas tiene efectos positivos sobre la inversión y el empleo.
Hecho el panorama, a mi gusto hay una fórmula que nadie ha discutido que podría resolver varios de los puntos en discusión, y que va en dirección contraria a lo propuesto por el gobierno: Un sistema de tributación totalmente desintegrado con una tasa de impuesto a las empresas mucho más baja que la actual. La base de los impuestos empresariales sería siempre por la utilidades totales, y la base de los impuestos personales sería por las ganancias efectivamente distribuidas.
Teóricamente, la idea resuelve varios problemas: Aumenta la recaudación y la carga tributaria, es simple para el contribuyente y para el recaudador. Aumenta la recaudación del impuesto a las personas, que en Chile grava efectivamente solo a los más ricos, aumentando la progresividad de la recaudación y disminuye la presión tributaria sobre las empresas, creando incentivos a la inversión ( según algunos estudios, los impuestos a las empresas tienen un impacto en el crecimiento mucho mayor que los impuestos a las personas). También elimina ciertos incentivos a la planificación tributaria, porque la empresa siempre pagará por las utilidades generadas y los dueños por sus ingresos totales efectivamente retirados. Los dueños de empresas podrían no retirar utilidades de las empresas para pagar menos impuesto personal, incentivando la inversión, pero las utilidades de las empresas siempre pagarían impuestos.
No me siento capacitado para ponerle cifras exactas al sistema, y estoy abierto a todo tipo de críticas en esta parte, pero considerando que la recaudación por impuesto a las empresas es de casi el 6 % del PIB, integrar totalmente el sistema generaría un aumento de la recaudación en esa cifra, ya que ese valor ya no sería un adelanto del impuesto a las personas. Esto nos permitiría bajar la tasa del impuesto a las empresas un 30%, por ejemplo, es decir a 18.5%, y aun así tener un aumento de la recaudación de alrededor 4% del PIB. Para equilibrar el sistema, podría ser necesario también cambiar los rangos de cobro del impuesto a las personas, rebajando las tasas máximas o las de entrada. Así por ejemplo, un dueño de MYPYME que retire digamos, menos de 2 millones de pesos mensuales, (que pagaría un 8% de impuesto de segunda categoría) podría estar exento de pagar el 8% para evitar una recarga sobre los emprendedores de clase media emergente.
La principal crítica que se le hace a los sistemas de impuestos desintegrados, es que son problemáticos desde el principio de equidad tributaria horizontal, gravando doblemente los ingresos provenientes del capital en relación a los provenientes del trabajo asalariado. En cualquier caso, los juicios respecto a la equidad tributaria de nuestro sistema integrado (en particular antes de la reforma de Bachelet) tampoco son positivos, considerándose que son excesivamente beneficiosos para las ganancias del capital. Lo único que podría decir es que en la mayoría de los países desarrollados el sistema es integrado, y eso no es considerado un problema ni ético, ni político ni económico.
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