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Verdad y método: Alejandra Matus v/s la decadencia del arte de mentir

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Cuando estaba en cuarto medio, el profesor de filosofía nos encargó un trabajo donde debíamos exponer sobre algún tema que involucrara algún aspecto de la filosofía. Lo que hice fue abordar un problema ético: la censura y la libertad de expresión.

Fue un trabajo que preparé con mucho ímpetu porque estaba enfocado en el caso de una joven periodista (en una actitud de lo más cryptopunk) que se había echado encima nada más ni nada menos que a la Corte Suprema de Justicia, con la publicación de El libro Negro de la Justicia Chilena. Una denuncia sobre los tribunales de justicia en dictadura y la naciente democracia y que, si no me equivoco, Alejandra Matus comenzó cuando tenía cerca de 27 años gracias a una invitación de Mónica González. Preparé entusiasmado mi exposición con los graciosos recursos audiovisuales low-fi de la época, grabando noticias de la TV en un VHS que mostraban el decomiso del libro y la consecuente circulación pirata del libro (de hecho se leyeron las copias pirateadas y clandestinamente: punk). La presentación fue muy gratificante, mis compañeros/as escucharon con atención lo que expuse (hasta saqué aplausos) y utilicé un gigantesco televisor del Liceo para mostrar una nota periodística sobre la persecución y censura del libro de Matus, por un miembro de la corte suprema (uno de los protagonistas del libro) que había invocado la Ley de Seguridad del Estado, requisado los libros al día siguiente de su publicación y una orden de detención de la joven Alejandra, que por esa época bordeaba los 30 años. Su ejemplo me hizo querer estudiar periodismo (finalmente estudié sociología) y desde entonces es una de las personas que más admiro. Sobre todo, admiración cuando supe que tuvo que fugarse del país a causa de los hechos que denunciaba; irónicamente por acción de uno de los mismísimos denunciados: Servando Jordán, juez y parte en los casos de corrupción. No puedo evitar imaginarme a una Lisbeth Salander de lo más post punk o la rola de The Clash que dice I fought the law and the law won. Así resumo mi admiración por ella, pero esa es mi historia personal como fan.

Lo que ha hecho Alejandra Matus es una cátedra de metodología de la investigación y su caso debería estudiarse al menos, en las facultades de periodismo de las universidades. Pero seamos justos, no solo Alejandra, sino el trabajo de un grupo de investigadores/as aplicados/as que contrarrestaron de manera elocuente los datos que emitía el Ministerio de Salud sobre las estadísticas de la pandemia.

Aquí el ejemplo es categórico. La salida del ex Ministro de salud Jaime Mañalich fue, en gran medida, por mérito propio, pero más significativamente, por el trabajo de Alejandra Matus, Eduardo Engel de Espacio Público (por la hebra de Matus sacando el ovillo) y CIPER. Todos/as apegados/as al trabajo disciplinado y metódico.

En el caso de Alejandra Matus, ella ha dicho que este trabajo investigativo lo ha hecho a motu propio y sin remuneración (ante las acusaciones conspiranoides de que estaba siendo financiada por el comunismo mundial chino-castrista-norcoreano-ruso-chavista). Lo cierto, ha declarado, es que ha utilizado en cuarentena parte del tiempo que le sobra de sus estudios de magíster en Nueva York, y por si fuera poco, el tiempo que le deja su rol de madre, ya que vive con su marido y sus dos hijos (uno pequeño) en Brooklyn: Mi jornada laboral tiene que terminar a las 5, máximo a las 6 de la tarde, porque a partir de esa hora empieza la carrera por recogerlos de la guardería/colegio, bañarlos, acompañar al mayor a hacer sus tareas, darles de comer, bañarlos, acostarlos, para comenzar el día siguiente con nuevas falsas promesas de terminar un largo listado de asuntos atrasados. Y eso que tengo el privilegio de contar con un marido que comparte a la par estas responsabilidades. Ha declarado en una entrevista.

Curiosamente, en una columna en La Tercera aparecida el día viernes 12, se acusa a Matus de falta de rigurosidad metódica, de estar atrapada en twitter, de falta a la verdad y de desatar una “tormenta de mierda” con sus datos falsos; todo esto en una misma columna y justo el día en que CIPER reveló que el ministerio de salud, efectivamente, mentía en las cifras entregadas a la población sobre los fallecimientos y entregaba otras a la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, los alcances que venía haciendo Alejandra Matus sobre los fallecimientos excesivos en Chile en el contexto de la pandemia, estaban correctos; el MINSAL no pudo negar la mentira flagrante, precipitando la salida de Jaime Mañalich.

Como respuesta a esa columna, Alejandra Matus describe en otra su modus operandi de manera detallada. Se observa lo que se llama “exceso de muertes” en la metodología utilizada en los centros de control de enfermedades infecciosas de Estados Unidos y Europa, replicada por el New York Times, The Economist entre otros, para hacer sus reportajes en base a un cálculo bien simple: un promedio del número de muertos más o menos estable para el mes donde hay pandemia (en el caso de Chile, marzo y abril) comparado con los tres o cinco años anteriores. De esta forma se logró constatar que se ve una diferencia bastante significativa entre 2020 y 2019 y también entre 2020 y el promedio de los cinco años anteriores, donde hay una diferencia de 11-12%, es decir de 932 fallecidos.

La salida del ex Ministro de salud Jaime Mañalich fue, en gran medida, por mérito propio, pero más significativamente, por el trabajo de Alejandra Matus, Eduardo Engel de Espacio Público y CIPER

Esta hebra permitió develar las inconsistencias en la información emitida desde el Ministerio de Salud y las incoherencias entre las vocerías de gobierno y los datos entregados a la OMS. La verdad salió a la luz con el reportaje de CIPER impactando de lleno en la estrategia del gobierno para tratar la crisis pandémica, no solo por la salida de Mañalich, sino porque el castillo de naipes de la gobernabilidad se vino abajo sobre todo en cuanto a credibilidad y confianza en los sistemas expertos encargados de abordar la crisis sanitaria. Por otra parte, abre todo un flanco con respecto a responsabilidades no solo políticas, sino además penales, pues aquí lo que podría indagarse es negligencia, ya que, con datos espurios, se armó toda una estrategia para lidiar con una crisis que sobrepasa con creces toda intención de gobernabilidad. De esta forma, hemos visto una trama política configurada en base a ocultismo, tergiversaciones, manipulaciones y, por sobre todo porque es más grave, mentiras. Porque como dice irónicamente el famoso ensayo de Mark Twain, ningún hombre de principios, ninguna persona honrada, puede ser testigo de la forma de mentir torpe y descuidada de la época presente, sin condolerse de ver tan noble arte así prostituido. Además, Alejandra ha develado que el oficial de la OMS en Chile, en una minuta, le pidió al gobierno de Chile apoyo financiero, ya que su presupuesto se vio profundamente afectado por el retiro de fondos desde EEUU. De esta forma, ha establecido dudas razonables en cuanto al rol displicente del oficial de la OMS ante el gobierno de Chile.

Y así, Alejandra Matus con todo profesionalismo, ha develado el decadente arte de mentir del ministro Mañalich y su gestión personalista de una crisis caótica, que requería (y requiere) de duda razonable, interdisciplinariedad, atención al error y la ilusión, y sobre todo, pensamiento complejo. Hasta ahora han primado las consideraciones político- económicas por sobre las sociales con consecuencias catastróficas y es de esperar que el enfoque crítico, como condición sine qua non para la racionalidad científica, se haga efectivo para lidiar con la crisis sanitaria. En este sentido, el trabajo de Alejandra Matus ha sido clave para incidir de manera impactante en la política pública, y eso, lo viene haciendo desde que tenía 25 años.

Finalmente, para que este trabajo investigativo tenga mayor alcance, es necesario que la oposición política actúe en consecuencia. Es un mínimo ético acusar constitucionalmente a Jaime Mañalich por faltas a la probidad administrativa y negligencia. Es un deber de la oposición hacer su trabajo desde el frente político. Ha quedado claro con esta crisis que no hacer también es hacer; en este caso es ser cómplices. Su salida no debe significar que se vaya tranquilo a despreocuparse de su pésima gestión, pues ha dicho soberbia y categóricamente en el pasado que está «muy bien protegido». Su salida del gobierno tampoco debe aliviar a nadie, mucho menos a la ciudadanía, que seguirá sufriendo las consecuencias de sus malas decisiones.

Lo que debe tranquilizarnos es que, en esta discusión, Alejandra Matus demostró que (siendo coherente con lo que ha declarado) en su proceder ha primado la fuerza del argumento por sobre el de la autoridad, y ese es su golpe a la cátedra. Y quienes la criticaron por su actuar, deberían reconocer (como en un drama Shakespeariano) que si bien todo parecía una locura, no dejaba de haber método.

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4 Comentarios

flor Delia Novoa vergara

Cristian,serétúseguidora

Mundo_TWVirtual

Mundo_TWVirtual

BUENA COLUMNA, COMPLETAMENTE EFECTIVO QUE ALEJANDRA MATUS HA REALIZACO UNA INVESTIGACION ACUCIOSA, PROFESIONAL, Y LAS AUTORIDADES HAN PERDIDO TODO PUDOR EN MENTIR. CABE PREGUNTARSE QUE EN CHILE EL PERIODISMO NO ES CAPAZ DE REALIZAR INVESTIGACIONES SALVO EXCEPCIONES COMO CIPER Y OTROS, LOS MEDIOS CONVENCIONALES, RADIO,TV NO SON CAPACES O SIMPLEMENTE NO QUIEREN , PORQUE SERÁ ENTONCES.
COMO UNA PERIODISTA EN SU TIEMPO LIBRE REALIZA UNA INVESTIGACION DETALLADA,Y A MILES DE KILOMETROS DEL PAIS-

patricio armando gajardo molina

Todo bien, impoetante. Una acotación: motu proprio. Loc. lat. que significa literalmente ‘con movimiento propio’. Se usa con el sentido de ‘voluntariamente o por propia iniciativa’: «Si alguien desea declarar motu proprio alguna cosa relacionada con el caso, que se quede» (SchzFerlosio Jarama [Esp. 1956]). Debe respetarse la forma latina proprio para el segundo elemento, y no sustituirla por el adjetivo español propio: motu propio. Es incorrecto su empleo con preposición antepuesta: de motu proprio, por motu proprio.

Luis Flores C.

Versus es una palabra latina que significa «en contra de» (como en el deporte), o «enfrente de», y se abrevia vs, o v, pero nunca v/s, porque no es v contra s. v/s no significa nada, y es un error usarlo.