El periodismo, actividad de informar a las personas recogiendo, condensando y jerarquizando información sobre un hecho importante. Reza un axioma “no es noticia que un perro muerda a una persona, lo que es noticia es que una persona muerda a un perro” Llevar a la palestra un suceso extraordinario, contarlo a quién le interese leerlo, eso es burdamente la actividad periodística.
Hoy, se ha elevado a un sitial mesiánico a quienes tienen la tarea de informar. Hablo exactamente de los noticiarios, hombres anclas que tienen una opinión que se les entrega desde los más fastuosos paisajes de la divinidad, o sea, funcionan como el poder en la monarquía. Su opinión es entregada por Dios, entregada por Hermes en el caso de Zeus o Mercurio en la mitología romana.El periodismo no es lo que ven en televisión, muchos periodistas trabajan de forma desinteresada para medios alternativos de información y el sistema ha detectado esto, un ejemplo claro fue el intento de la nueva ley de medios.
Estos periodistas se bañan en las lejanas aguas de la objetividad y nos regalan la realidad de un hecho de interés público, al cual debemos creerle ciegamente porque es la verdad. La opinión de estos personajes está avalada por un pensamiento científico, pensamiento en el cual la objetividad es depuradora, constructora y avaladora de tener la razón. Así estos señores a distintas horas del día se erigen como tele-evangelistas con Ipad en mano a recitar como un mantra la verdad.
“El observador implícita o explícitamente, asume que la existencia tiene lugar con independencia de lo que él o ella hace”[1] Sacándonos a nosotros mismos de la ecuación logramos ser objetivos. Debemos suponer que los noticiarios no responden a líneas editoriales, que conjugan el verbo informar con intereses políticos, económicos religiosos, morales y por sobre todo, funcionales a la superestructura.
Empotrados en trajes, blancas camisas y corbata informan sobre la tragedia en el Norte, mientras en el fondo corre la imagen de personas enlodadas, casas destruidas y la necesidad de sobrevivir. Yo, como periodista le pido algo más a mis compañeros, yo como periodista pido que se refieran a las causas de la desgracia, yo pido que indaguen y den el número real de víctimas, yo pido que me entreguen las herramientas para formar opinión, no que me den una verdad digerida, se nos entrega el alimento como las aves a sus crías. Impertérritos desde su posición en el Olimpo relatan la desgracia ajena como quien lee los componentes de un producto, ya que la objetividad así lo requiere.
¿Es necesario estudiar 5 años para eso?
Yo creo que no. Los 5 años y una bravata complicada elevan al periodista a la condición de intelectual. Abordemos a Foucault “Un intelectual decía la verdad a aquellos que no la veían y en nombre de aquellos que no podían decirla”[1]. Hoy los periodistas penden de los hilos de los grupos de poder. Cada palabra que articula un periodista en horario prime tiene una carga ideológica, esta carga no es el problema; el problema es que la disfracen con la objetividad.
La televisión usa periodistas como doorkeepers, ellos abren y cierran el paso de la información, funcionan como administradores de una verdad y muchas veces se aprovechan de la tensión social. La televisión es una poderosa arma de propaganda “Dado que el sol brilla ininterrumpidamente para más de 200 millones de televisores encendidos, el mundo que se ve es el mundo como se lo ve en tv”[2] Todo en base a la ilusión de transparencia.
La profesión ha pasado de ser el cuarto poder, a ser absorbida por los 3 anteriores (ejecutivo, legislativo y judicial). Recordemos que la democracia como simulacro necesita expandirse y autentificarse, tan autentica que reemplaza a la realidad, para esto se usa como poderosa antena a los medios, como garantes a los periodistas y como base el manejo de la información.
El periodismo nació para acercar realidades, en un principio contar historias de interés, luego contar historias de interés humano y coyuntural (“A sangre Fría”, Truman Capote). Luego pasó a ser denunciante en casos como Watergate y finalmente fue absorbido. Hoy tenemos informaciones constantes, repetitivas e inocuas. En mi opinión el periodismo se ha relacionado demasiado con el dinero, perdiendo su esencia.
Al entregarnos la verdad ya procesada, lo que se genera es control, primero se coloniza la mente, lo demás viene por añadidura.
El sujeto hoy conjuga el verbo imaginación con adjetivos como sedentaria, privatizada, paralizada, nómada y descomprometida[3]. Mientras la televisión sobreestimula el canal auditivo y desgarra tanto ejercicio el nervio ocular, vacía de actividad eléctrica nuestra capacidad analítica y beligerante. Dejando un sujeto aplastado en el sillón o cama, frente a la verdad a color, verdad recitada por un tele-evangelista en las noticias, acercando las realidades funcionales y alejando las realidades contraculturales o sediciosas.
El círculo se cierra, ya concretada la subsunción del espectador bajo la ilusión estética de la verdad la televisión y los periodistas que en ella pululan se transforman en una entelequia. Yo no estudié para eso y por eso escribo y les digo que el periodismo no es lo que ven en televisión, muchos periodistas trabajan de forma desinteresada para medios alternativos de información y el sistema ha detectado esto, un ejemplo claro fue el intento de la nueva ley de medios.
[1] Castro, Edgardo. “Diccionario Foucault”. Editorial Siglo veintiuno. Pág. 208.
[2] Bauman,Zygmunt. “La sociedad sitiada”. Editorial Fondo de cultura económica. Pág.197
[3] Op.cit. Pag.272
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