Hoy tenemos una oportunidad magnífica, que significa comprender que la inclusión de Sfeir manifiesta entender que sustentabilidad y producción son sistemas complementarios para promover un avance sustancial en beneficio de todos. Justicia ambiental de verdad.
Hace uno días, con un grupo de amigos discutíamos sobre los límites de elegir en tiempos de elecciones. Mientras la conversación daba sus primeros latidos, surgió la imagen de Sfeir en el Ministerio de Medio Ambiente. Al rato, la discusión cobro vida y hubo acuerdo en que el candidato ecologista, además de abordar la sustentabilidad con altura de miras, tenía un factor preponderante: mirar el medio ambiente desde distintas perspectivas, lo que le permitía evaluar diferentes posibilidades. Sobre todo cuando los ecologistas, atrincherados, le hacen una pataleta de aquellas por el apoyo a la Nueva Mayoría.
Sin embargo, a pesar que la vorágine del asunto radica en el inesperado apoyo a otra campaña, es imprescindible preguntarnos, que es más rentable: a) apostar por el interés de Sfeir en incorporarse y trabajar en la reinvención de la política ambiental ó b) sobrevivir en un partido que conquista almas en cantidades siderales, pero con minoría electoral.
Respecto de este punto, hay una acción curiosa, pero bastante simple de comprender. Y es que en todo Chile convenimos en el cuidado al medio ambiente, con marchas multitudinarias, actos y convocatorias envidiables, pero a la hora de sacar cuentas, los que votan por los candidatos verdes, son los pocos. A modo de ejemplo, en Chañaral, conocida por su tóxica bahía y los altos niveles de contaminación y años de lucha en materias ambientales, los ecologistas han logrado instalar una concejala, emblemática para todo Chile. Sin embargo, su contenido verde, solo radica en la falta de madurez política, sobreviviendo gracias a ciertos contenidos de carácter social, pero muy distantes de demostrar un avance en política ambiental y las directrices del Partido Ecologista Verde. Por su parte, en Concepción, existe un consejero regional, hombre con experticia y manejo en materias ambientales, con varias campañas en el cuerpo, que a pesar de estar más preparado y ser mucho más representativo que cualquier parlamentario con enfoque ambiental, muy listo, se proyectó entendiendo que en su carrera debía alejarse del idealismo y despegar con propuestas más transversales y desde ahí golpear la mesa.
Sfeir, ilustrado y profundo hasta lo extravagante, es un hombre incapacitado para pensar en desastres, su ciencia es la vida en armonía con la naturaleza. Y de este modo, ha entendido que el idealismo es importante, pero no fundamental a la hora de sacar cuentas justas para todos. Y es que queramos o no, la negociación es la herramienta que permitirá la supervivencia de un movimiento admirable y facilitará el imperioso rediseño de una política ambiental armónica con el País. Seamos francos, los chilenos no aprendemos ni cuando nos expropian la tierra. Así lo dice la historia. Bien lo sabe el magnate Douglas Tompkins quién ha sacado provecho de nuestra ignorancia. Oculto mercenario tras las faldas de su imagen ecologista, día a día, devora nuestras tierras en su artificial y surrealista imagen verde. Pero Sfeir, chileno, por negociar una mejor política ambiental lo odiamos. Guste o no, es el único, capaz de detener este tipo de injusticias y otro cumulo de malas prácticas, la sociedad en su conjunto es su arte.
Por eso no debiera sorprendernos que variadas fundaciones del gringo y “otras” intervenidas con su financiamiento golpeen la mesa hasta apartarlo del camino. Lo peor es dejarlo solo, como se está haciendo. Sfeir no está vendiendo intereses porque no los tiene. Sino dirigiendo su lucha desde el mismo terreno de los intereses y no cayendo en el juego de escribir largas monsergas idealizadas, innecesarias, no aplicables al modelo de la añeja y mal usada política ambiental de Chile. Pregunta para antes de dormir: Sería más factible que rugiera desde la institucionalidad? A pesar de todo, Sfeir está avanzando a pasos agigantados y el tiempo le dará la razón. Eso, a pesar de la contradicción de ser adoptado y huérfano de un mundo de luchadores verdes. Lejos de la trinchera económica y del bagaje mundial, el hombre de túnica, sabe que nuestra legislación y el Sistema de Evaluación Ambiental fue diseñado para facilitar el ingreso y aprobación de proyectos, por enajenados que sean. Y las marchas, por masivas que resulten, no se traducen en modificaciones concretas a los desastres ambientales que existen y los que se proyectan. Sfeir, astuto, ya consiguió tribuna y respaldo, con lo que podrá golpear la mesa. Hay que cambiar el modelo que indica que en las evaluaciones ambientales y leyes como las que nos dejo un deprimido Longueira, imperen injustamente los argumentos políticos sobre los criterios técnicos a favor de los monopolios.
En este sentido, bien sabemos que los candidatos más depredadores heredados de la dictadura mantendrán sus escaños, por malos y terribles que sean. Por esta razón, hoy tenemos una oportunidad magnífica, que significa comprender que la inclusión de Sfeir manifiesta entender que sustentabilidad y producción son sistemas complementarios para promover un avance sustancial en beneficio de todos. Justicia ambiental de verdad.
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